sábado, 24 de mayo de 2008

LA BATALLA DEL RIACHUELO (Parte 1)

Wosfeller estaba plenamente convencido que la vieja Buenos Aires, la atractiva ciudad sudamericana que alguna vez supo ser tierra de oportunidades para los miles de sufridos inmigrantes europeos que perseguidos por las penurias de las guerras y el hambre llegaban en los barcos con la esperanza de una vida mejor, estaba a punto de ser exterminada. Pero;¿Porqué la fuerza extraterrestre había decidido montar sus bases operativas en un sitio tan altamente contaminado como el riachuelo? La base aeronaval Comandante Espora, ha puesto a disposición del comité cuatro cazas de combate artillados con misiles y la Fuerza Aérea está en condiciones de enviar media docena de aviones para bombardear a los invasores. Wosfeller y el resto de los oficiales de las distintas fuerzas comprometidas evalúan esta posibilidad.
-Me pregunto hasta que punto, podemos tener efectividad de fuego contra los extraterrestres,
dice el coronel Corman.
-¡Creo que ustedes los argentinos, llevarían todas las de perder si intentan un ataque, eso sería
totalmente suicida! exclama Kramer.
-¡Vea Kramer, tanto usted como su gobierno son los menos indicados para darnos una opinión
valedera en esta difícil circunstancia, nosotros no olvidaremos nunca que durante la guerra de
Malvinas, ustedes los norteamericanos nos dieron la espalda poniéndo sus satétiles a disposición
de los ingleses dice Wosfeller.
-¡Eso pertenece al pasado general, pero tenga en cuenta que ahora, gracias a la información
confidencial que tenía en mi poder en el momento en que usted y su gente nos secuestraron a
mí y a Crumb, ustedes pueden ver claramente lo que está sucediendo en el riachuelo y saber
contra quienes tendrán que vérselas, esto prueba general que mi país en esta oportunidad le
está facilitando observación satelital muy precisa!, le dice Kramer.
-Tiene razón, de alguna manera e indirectamente Estados Unidos nos ha dado una información
muy importante, pero sabemos perfectamente que no podemos esperar ninguna ayuda de
parte de ustedes- contesta Wosfeller.
-Comandante, ustedes ya tuvieron una experiencia lamentable con la guerra de Malvinas, a
partir de aquellos lamentables sucesos, las fuerzas armadas argentinas no solo carecen de
armamento moderno y eficaz, sino que también tienen la oposición de la mayoría de los
habitantes de este país harto de los golpes de estado y las desprolijas dictaduras- exclama
Crumb.
La periodista Magdalena Aspiazu y su colega Darío Ramos, hasta el momento se han limitado a escuchar atentamente la discusión entre los militares argentinos y los dos ciudadanos norteamericanos y ahora es Ramos quién emite una opinión.
-Disculpe, pero si usted decide iniciar un ataque contra las naves extraterrestres debe tener en
cuenta que los invasores se defenderán y el costo de vidas puede llegar a ser más alto de lo que
supone.
Wosfeller sabe que Ramos tiene razón, pero ¿que hacer? hasta el momento, todo indica que los visitantes del espacio solo se están llevando órganos de humanos que estaban en agonía o sangrando por heridas diversas, pero en definitiva no hubo una agresión material, ellos simplemente toman las "sobras" de la carnicería. Atacarlos con los escasos medios bélicos que han quedado como inservible "chatarra" en los cuarteles militares, la marina o la aviación, sería algo totalmente insensato. ¡Dios! piensa- ¿porqué los argentinos hemos descendido tan al fondo del infierno, que hicimos mal, en qué nos equivocamos tanto?.
-¿Un café comandante? pregunta Corman.
-Sí, sí, gracias coronel, está haciendo mucho frío y estoy comenzando a confundirme de verdad.
Cuando los convoqué a todos ustedes para formar este comité de emergencia, el propósito era
luchar contra nuestra inoperancia, actuar con decisión y mano firme en la adversidad, ponerle
fin a los saqueos y ordenar el caos imperante, pero a partir de la aparición del líquido y
enterarnos de la presencia de naves extraterrestres, creí que éste es un histórico
momento para poner a prueba el valor de las fuerzas armadas y la necesidad de reinstalar su
presencia en el país. El doctor Miralles es quién interviene en la conversación;
-Estoy pensando si no sería una buena idea acercarse a los invasores y hablar con ellos.
Todos quedan sorprendidos al oir la propuesta de Miralles.
-¿Acercarse dice usted doctor? Pero...¿Cómo puede recibirnos esta gente? pregunta Wosfeller.
-Podemos formar un pequeño grupo parlamentario y acercarnos por vía acuática, ellos tienen
todos los medios tecnológicos como para saber cuales son nuestras intenciones.
Magdalena Azpiazu es la primera en aprobar la idea del facultativo. A la periodista le parece una salida lógica, ya que atacar la nave y poner en riesgo la vida de los sobrevivientes de la ciudad de Buenos Aires no sería lo más prudente.
-Está bién, creo que la sugerencia del doctor Miralles es razonable. Nada perderíamos si
intentamos hablar con los extraterrestres, coronel Corman, ocúpese de conseguirnos una
lancha de la Prefectura Naval con el mínimo de tripulación, ordena Wosfeller.
-Ya me ocupo de esto señor comandante, solo le pido que me permita acompañarlo, dice Corman.
-Acepto que usted venga conmigo coronel, sería muy importante que todo esté listo cuanto
antes, dice Wosfeller.
Mientras esto está sucediendo en la sala principal donde funciona el comité de emergencias, una embarcación de la Prefectura Naval arriba al viejo edificio donde se encuentra el padre Marinello junto al doctor Beguet y un grupo de refugiados. Realizadas las tareas de amarre, quiénes ingresan primeramente al lugar son el oficial a cargo y un subalterno. El sitio está totalmente a oscuras y no hay señal alguna de vida. El olor a humedad se mezcla con el de la putrefacción, los dos uniformados comienzan a avanzar cautelosamente iluminando el sector con sus linternas, sienten escalofríos cuando repentínamente ven varios cuerpos humanos despedazados diseminados por todas partes. El oficial siente ruidos en la parte alta e instintivamente dirige hacia allí la luz , comprobando que gran cantidad de ratas se mueven veloces a través de los tirantes de madera. El oficial y su subordinado comienzan a retroceder buscando la salida para llegar a la lancha, pero ya es demasiado tarde, una avalancha de alimañas se arroja sobre ellos emitiendo horribles chillidos sin darles tiempo a defensa alguna. Los tripulantes de la embarcación tampoco tienen posibilidades de reaccionar, cientos de ratas ingresan en furioso tropel a la lancha y comienzan a atacar a sus ocupantes. Desesperados, algunos optan por arrojarse a las malolientes aguas intentando ponerse a salvo, pero esto resulta inútil y que los roedores se mueven con gran facilidad sobre el líquido y en pocos segundos terminan con la vida de los desdichados.
Nadie ha logrado sobrevivir a este asalto final que las ratas hambrientas hicieron sobre el centro de asistencia donde aún resistían el padre Marinello, el doctor Beguet y varias personas refugiadas. La misma suerte había corrido toda la tripulación de la lancha que conducía al doctor Oliver y una importante cantidad de personas cuando su casco chocó violentamente contra la estructura de un automóvil sumergido y la embarcación dió una brusca vuelta de campana haciendo que la mayoría de los ocupantes caigan a las aguas embravecidas y desaparezcan en contados minutos. El naufragio de la lancha que conducía al doctor Oliver, fué uno de los tantos que sucedieron durante la noche más tenebrosa y negra que tuvo la ciudad de Buenos Aires y ésta fué la razón por la que el auxilio esperado por el padre Marinello y quienes decidieron permanecer junto a él no llegó a tiempo.
En este momento, unos pocos helicópteros continúan sobrevolando el gigantesco escenario donde cunde la muerte y la destrucción. Las misiones de rescate se ven limitadas ante la falta visibilidad ocasionada por la densa niebla y los fuertes vientos, Wosfeller y su gente saben que no hay tiempo que perder. Darío Ramos controla las baterías de su sofisticada cámara de video, el jóven periodista quiere ser parte del grupo que irá a parlamentar con los invasores, tiene en claro que si todo sale bien, ésta puede ser la gran nota de su vida. El mismo Wosfeller le ha pedido a la señora Magdalena Aspiazu que no corra el riesgo de acompañarlos y se quede en lugar seguro. El coronel Corman ha recibido la confirmación que hay una lancha de Prefectura Naval disponible para la misión y un grupo de especialistas de la fuerza, se encuentran acondicionando la embarcación que zarpará desprovista de armamento y con una importante cantidad de luces y reflectores que se están instalando sobre todo el casco de la embarcación elegida.
La lluvia se ha intensificado y sobre los cuatrocientos mil metros cúbicos de aguas servidas que tiene la cuenca del riachuelo, las dos enormes naves extraterrestres se mantienen inmóviles y suspendidas en el aire, su presencia en ese sombrío cementerio de barcos es imponente. Solo se escucha un zumbido similar al que emiten los ascensores veloces y lo produce el tubo que parece conectar al ovni principal con las profundidades.

domingo, 18 de mayo de 2008

AGONICA BUENOS AIRES

Todos los ocupantes del "Arca" se encuentran a bordo de la lancha de Prefectura Naval que los rescató de las aguas cuando la precaria embarcación en que viajaban estaba a punto de hundirse. Indalesio Peral se encuentra en la cabina de mandos bebiéndo un café junto al oficial que está a cargo de la nave, sus salvadores le han facilitado a él y al resto de los viajeros del "Arca" ropas secas y mantas para protegerse del intenso frío reinante. La doctora Elena está acostada cerca del lugar donde funciona la radio y puede oir al operador solicitando reiteradamente la presencia de una lancha de rescate en el edificio donde se encuentran el padre Marinello, el doctor Beguet y el resto de los refugiados. El oficial que comanda la embarcación le pide a su subordinado que insista con el pedido, el marino conoce al padre Marinello y también todas las campañas que este hombre de fé ha llevado a cabo en bien de la gente humilde. Ahora la señal de la radio tiene interferencias y se pierde momentáneamente el contacto con la base.
El padre Marinello siente que esta vez sus fuerzas lo han abandonado casi por completo, tanto él como el doctor Beguet además de fiebre, vómitos y diarrea también han visto la aparición de manchas extrañas en distintas partes de sus cuerpos. El sacerdote no quiere rendirse, pero el panorama dentro del centro asistencial no es el mejor, ya no les queda agua potable y tampoco garrafas de gas. El frío que impera en el lugar es cada vez más insoportable y solo dos voluntarios aún tienen fuerzas para moverse, entre ellos una enfermera. Hacen todo lo humanamente posible por asistir con los escasos recursos disponibles a los refugiados que permanecen allí. ¿Y el doctor Oliver?¿Acaso pudo haberse olvidado de sus compañeros del centro asistencial, que habrá sucedido con él, porqué la gente de Prefectura Naval no regresó con la ayuda prometida?.
El padre Marinello se ha incorporado con mucha dificultad, apoyándose en las paredes intenta llegar hasta el único baño disponible que hay en el segundo piso del edificio, hace varios días que las cloacas han colapsado y el olor que despide la materia fecal diseminada en el sector del baño y el pasillo es insoportable y aumenta la sensación de impotencia de quienes tratan de resistir en ese sitio alejado y olvidado. Un grito terrible despierta al doctor Beguet, el médico abre los ojos y a un par de metros de donde había quedado dormido, observa a varias ratas mordiendo salvajemente a una mujer que tiene sus dos piernas lastimadas. Beguet hace un esfuerzo casi sobrehumano para incorporarse y tratar de ayudar a la desdichada que solo atina a cubrirse el rostro con sus manos, mientras que las hambrientas alimañas están prendidas a sus extremidades sangrantes. Beguet trastabilla y cae de bruces sobre el piso, ninguno de los presentes en esa sala atina a hacer nada, los roedores se desplazan velozmente por todo el sector atacando en simultáneo y sanguinariamente a sus indefensas víctimas.
En ese mismo momento en el edificio donde funciona el comité de catástrofes, el coronel Córman se acerca al general Wosfeller y le entrega una carpeta.
-¿Aquí está todo, Córman?- Pregunta Wosfeller.
-Sí comandante, aquí está la nómina de bases que respondieron a nuestros mensajes radiales.
-Bien, esto lo veremos en un rato, ahora haga pasar a los dos norteamericanos.
Kramer y Crumb ingresan al recinto acompañados por dos suboficiales de la infantería de Marina. Ahora, los dos ciudadanos norteamericanos, se mostraban mucho más calmos y fueron invitados por Wosfeller a tomar asiento. Inmediatamente entran Azpiazu y Ramos, los únicos periodistas autorizados a registrar todo lo que allí ocurre. El coronel, vá diréctamente al grano y a una seña suya un sargento del ejército enciende el protector de video. En la amplia pantalla desplegada sobre una de las paredes comienzan a verse imágenes aéreas que muestran distintas partes del contaminado riachuelo y se vé nítidamente lo que parece ser una gigantesca nave espacial de forma ovalada que permanece suspendida a pocos metros de las aguas contaminadas y sin vida.
La proyección es breve, Wosfeller pide al suboficial que maneja el proyector que detenga la secuencia donde puede observarse con claridad el ovni con todas sus luces encendidas y un tubo transparente que sale desde el sector inferior de la nave y dá toda la sensación de estar conectado con la profundidad del riachuelo. En otra de las tomas aparece una segunda nave de menor tamaño que supuestamente cumple una función de apoyo a la principal.
El capitán de Navío Salas, levanta su mano derecha pidiéndo autorización para decir algo, Wosfeller asiente con un gesto de su cabeza y el marino dirigiéndose a Kramer le pregunta
-¿Cuanto tiempo hace que el Pentágono conoce la existencia de extraterrestres en argentina?
-Nuestro satélite captó estas imágenes aproximadamente una hora después de iniciado el
temporal provocado por los invasores, responde Kramer.
-¿Con qué finalidad ellos generaron esta catástrofe? exclama Wosfeller.
-Aún no lo tenemos claro, pero no es una invasión ni un ataque violento, en ningún momento
utilizaron armas explosivas o gases pero tienen el control absoluto de los sistemas de cañerías
que recorren íntegramente la ciudad de Buenos Aires, los utilizan como medios de movilidad
para desplazar por esos conductos su micro tecnología de avanzada, responde Kramer.
El doctor Miralles presta atención a esto último, no había dicho una sola palabra desde que el material fílmico secuestrado a los norteamericanos fué exhibido en la pantalla, de alguna manera todo lo que él había documentado sobre la acción de las serpientes líquidas y la succión de órganos humanos dejaba de ser una teoría alocada. Miralles se puso de pié y dirigiéndose a todos los allí presentes dice:
-¡Ellos solo quieren carne humana, es lo único que vinieron a buscar aquí!
Wosfeller y el resto de los ocupantes de la amplia mesa, le piden que se calme. Miralles bebe un sorbo de agua y un poco más tranquilo coninúa con su alocución.
-Sí, ustedes lo han visto, es desagradable, pero está probado que los extraterrestres transportan carne humana a través de las cañerías, las usan como arterias para desplazarse a su antojo y de manera segura, oculta. Han obrado con muchísima inteligencia armando una autopista gigantesca donde hay milllones de redes.
-¡Tenemos que detenerlos! exclama Wosfeller.
-Es imposible luchar contra ellos, ustedes no tienen armas ni organización como para enfrentarse
a una fuerza de esta naturaleza, dice Crumb.
-¡Tampoco nos vamos a dejar devorar sin intentar una defensa, somos militares y es nuestra
obligación hacerlo responde Wosfeller.
"Peligro" está agitado, su transpiración es fría, ha vomitado demasiado, está asqueado, impresionado, le duele el estómago y quiere dejar ese departamento cuando antes, pero ¿como salir de allí?. ¡Los techos! piensa, sí puedo salir a la terraza y desde allí moverme por los techos y entrar en alguna casa donde pueda encontrar ayuda. ¡Si me quedo aquí, esta loca de mierda terminará comiéndome a mí!
Por primera vez, este jóven delincuente y asesino tiene miedo, está realmente aterrado, imagina que Malena puede surgir en cualquier momento desde la gélida oscuridad del tenebroso sitio y atacarlo imprevistamente. La idea de llevarse algo de valor, sigue rondando en su mente enturbiada, está convencido que ella guarda el dinero en alguna parte y la única forma de saberlo es preguntándoselo. Malena duerme, de a ratos y a través de las gruesas cortinas de su habitación se introducen las fugaces luces que producen los relámpagos, la mujer despierta sobresaltada, "Peligro" la toma de los cabellos y la sacude con fuerza, la mujer no entiende aún lo que está sucediendo.
-¡Donde guardás la plata maldita vieja comegatos! grita el delincuente mientras abofetea a la mujer y la saca violentamente de la cama. Malena esa arrastrada por el pasillo, al fondo, la cocina está iluminada por el gas que emana de la garrafa que había dejado encendida para aportar algo de calor al departamento. En su tránsito furioso poblado de gritos y golpes no puede creer que ese muchacho al que salvó de una muerte segura le esté haciendo ésto. Ya llegaron al living, "Peligro" la arroja sobre uno de los sillones, el ladrón está fuera de sí, totalmente descontrolado. Malena trata de calmarlo, pero sus intentos son vanos porque cada vez que dice una palabra el delincuente le propina un puñetazo y vuelve a insistir desaforadamente con sus reclamos de dinero.
Malena siente un dolor intenso en el pómulo derecho, se toca y nota que no hay sangre. Allí es donde más fuerte la golpeó su enloquecido invitado. Con lágrimas pero sin súplicas, lo mira y le dice:
-Basta, no me pegues más por favor. En la heladera, abríla y allí hay una lata de leche donde hay
algunos pesos.
"Peligro" no duda un segundo, abre el refrigerador y encuentra lo que Malena guarda allí. Con ese dinero alcanzará como para volverse a la villa con algo. Pone el efectivo en una bolsita de nylon que guarda en uno de los bolsillos de su pantalón, ahora vá hacia el living, está dispuesto a terminar con la vida de Malena, se le ocurre que el candelabros de bronce que está sobre la mesa del living es lo bastante fuerte como para darle un golpe mortal, pero grande es su sorpresa cuando no la encuentra en la sala. Otra vez el temor lo asalta, se apoya contra una de las paredes, al hacer ésto, uno de los cuadros cae al piso y su vidrio estalla. "Peligro" con ágiles saltos y el impulso del miedo, llega hasta la puerta principal de la vivienda y nota que está cerrada con llave, siente un ruido, algo oscuro que viene veloz hacia él, un golpe doloroso e inmediatamente la oscuridad total.
Malena le había arrojado la pesada garrafa. El delincuente yace de espaldas sobre el piso, tiene una herida considerable en la cabeza, la mujer vuelve a levantar el recipiente de gas, lo alza bien en alto con sus dos brazos, calcula que esta vez ese maldito ladrón no sobrevivirá.
El líquido percibe sangre y fluye veloz desde una de las canillas de la cocina, todo es rápido como siempre e ingresa directamente en la importante herida que "Peligro" tiene en la cabeza. El cuerpo se agita, golpea como un taladro contra el piso de madera, Malena mira el proceso de vaciamiento de carne con la indiferencia propia de la insanía.
Los huesos y la piel que envuelven los restos del delincuente sin sus órganos internos yacen esparcidos sobre la antigua y húmeda alfombra. Después de unos minutos Malena se incorpora, ubica la garrafa en sobre la mesada de mármol, abre la alacena , descuelga el cuerpo de uno de los gatos muertos y con su mirada enajenada procede a trozar el cuerpo del animal. La mente enferma de Malena solo tiene brevess chispazos de realidad, la pobre mujer había perdido la razón casi por completo y ahora desde el viejo grabador de pilas gastadas se escucha debilmente la voz de Julio Sosa cantando "Cambalache".

sábado, 17 de mayo de 2008

CUENTA REGRESIVA

Malena ha aparecido sorpresivamente, "Peligro" apenas puede distinguir la silueta de su salvadora que está parada al final del pasillo y ahora comienza a caminar lentamente hacia él. Recién en este momento, el delincuente se percata que la mujer tiene una leve cojera en su pierna derecha y se vale de un bastón para movilizarse.
-¡Hola, como estás muchacho, ¿te sentís mejor?
-Sí mucho mejor, responde "Peligro".
-Estaba esperando que te despiertes para darte una sorpresa, vení, vamos hacia el living.
La sala es muy amplia, tiene un gran ventanal que da a la calle y es el mismo por el que Malena hizo ingresar a "Peligro" al departamento. El mobiliario es antiguo, la mesa principal al igual que las sillas están construídas con madera maciza. Las paredes del ambiente muestran una importante cantidad de fotos prolijamente enmarcadas, la mayoría de las imágenes están en blanco y negro. Malena se dirige a la cocina, momento que el "huesped" aprovecha para mirar las antiguas fotografías ayudado por una linterna, lo que está viendo son retratos autografiados de distintos cantantes de tango, músicos y también descubre una importante cantidad de instantáneas en las que aparece la propia Malena cuando era jóven. Le llama la atención la sugestiva belleza de la mujer, la forma llamativa de vestirse y la risa feliz que muestra en cada una de las fotos.
-¿Te gustan? la voz de Malena se escucha detrás de "Peligro" que con mezcla de curiosidad y
entusiasmo está contemplando las sucesivas imágenes expuestas en las paredes.
-Sí, es toda una historia,¡cuantos músicos hay acá! y ¿ésta sos vós nó?.
-Sí aquí tenía veinte años más o menos, en esta época empezaba a bailar y cantar tangos.
-Eras una linda chica, Malena, muy linda, dice "Peligro".
La mesa tiene puesto un mantel blanco de hilo bordado y en el centro hay un candelabro de bronce con tres velas encendidas, el delincuente nunca había visto tanto despliegue de copas finas, cubiertos de plata y vajilla que también tiene toda la apariencia de ser de mucho valor. Malena se ha recogido el cabello, está feliz, durante todo el tiempo que permanece en la cocina preparando la comida, tararea tangos. Por fin aparece en el living comedor portando una fuente humeante.
-Humm, que bien huele eso, ¿que és? pregunta el invitado.
-Un plato exclusivo de Malena, vas a ver que rico, dice la mujer.
"Peligro" come con satisfacción, incluso ha repetido el menú preparado por su salvadora que
también ha abierto una botella de vino tinto añejo. Mientras comen, quien más habla es Malena
que relata pasajes de su intensa vida como cantante y bailarina de tangos. Ambos rién, se
sienten bien y continúan bebiendo.
-¿Y cuando dejaste de bailar? Pregunta "Peligro".
-Con Antonio, que era mi marido y pareja de baile, tuvimos un accidente con el auto, veníamos
de actuar en Las Flores, Antonio que venía manejando se quedó medio dormido y chocamos de
frente con un camión, fué terrible, él murió en el acto y a mí me quedó la pierna derecha
destrozada, esto pasó hace más de veinte años y desde entonces no pude trabajar más y me
vine a vivir aquí, con mi madre y mis mascotas.
-¿Que mascotas tenés?
-Cuatro gatitas hermosas, mirá ahí sobre el aparador hay dos fotos.
-¿Y donde están? pregunta "Peligro", que se levantó de su silla para mirar las fotos de los gatos.
-Se fueron, ni bien empezó la tormenta desaparecieron, estaba aterradas pobrecitas dice Malena
con voz compungida mientras bebe otro sorbo de vino.
-Menos mal que fuiste precavida exclama el delincuente.
-¿Prevavida?
-Sí, te quiero decir que tuviste la buena idea de conservar carne enlatada...
-Ah, sí, guardé varias latas, por suerte, responde Malena.
El vino ha provocado en "Peligro" una sensación de sueño, acompañado por su anfitriona "tanguera" se dirige hacia el dormitorio que la mujer acondicionó para él. Los truenos siguen haciéndose oir y la sala se ilumina cada vez que estalla un relámpago, el delincuente está cansado, Malena lo cubre con actitud maternal y observa que su invitado se duerme de inmediato.
A todo esto, el "Arca" construída por Indalesio Peral, navega sobre las aguas turbulentas, la frágil embarcación apenas se mantiene a flote, el fuerte viento reinante la ha ido desmantelando de a poco, su precario mástil se ha quebrado y la carpa que fué armada para cobijar a los enfermos que lleva a bordo, entre ellos la doctora Elena, se ha rasgado en varias partes.
Peral intuye que no podrán resistir mucho tiempo más, preocupado escucha el crugido de las maderas al romperse, ahora la balsa se inclina violentamente y dos remeros caen a las fétidas aguas. Inútiles son los esfuerzos por rescatar a los infortunados tripulantes que en contados segundos desaparecen de la superficie.
La doctora Elena está amarrada con sogas a su catre, Peral considera que es hora de abandonar la embarcación y sea como sea tratar de amarrarse a alguna de las edificaciones semi sumergidas que van apareciendo al paso del "Arca". Al ingresar a la casi inexistente carpa, nota que una de las personas que están alojadas allí, ha muerto; Es una mujer jóven que aún mantiene sus ojos abiertos, ahora se acerca a la doctora Elena, la ilumina con su linterna y observa que la médico respira con cierta dificultad y que aún está bajo los efectos de la fiebre. El agua está cubriendo casi todos los sectores de la embarcación y la proa es la más afectada. Un fuerte golpe sacude al "Arca", ahora se escucha el sonido de una potente sirena. Los fatigados ocupantes que están en el exterior de la balsa son iluminados por un reflector al tiempo que oyen nítidamente el motor de una embarcación milagrosamente surge desde las tinieblas y se aproxima haciendo sonar su sirena ininterrumpidamente.
En este mismo momento, "Peligro" abre los ojos, ha dormido menos de dos horas. Calcula que Malena, que bebió más cantidad de vino que él, estará durmiendo profundamente y esto le permitirá moverse tranquilo por la vivienda para estudiar el terreno y buscar una salida inmediata. El delincuente está seguro que la mujer tiene allí bienes bastante valiosos, ha visto los cubiertos de plata que guarda celosamente y es muy posible que en algún sitio tenga dinero oculto. Con gran sigilo, el malviviente sale de la habitación y avanza sigilosamente hacia la cocina, ya que le ha llamado la atención la existencia de una puerta ubicada a un metro de la cocina que Malena se ocupa de mantener cerrada. Piensa que allí puede funcionar una alacena, algo muy común en esas edificaciones antiguas. La puerta de lo que supone una despensa, está cerrada con llave, "Peligro" lleva consigo una de las linternas que le facilitó la dueña de casa, calcula que no le será complicado abrir esa puerta, para un delincuente de su calibre, no hay obstáculos, solo necesita un trozo de alambre, solo eso.
En una caja de herramientas que Malena tiene en la cocina, encuentra lo que busca. El delincuente introduce la improvisada "ganzúa" en la ranura de la cerradura, percibe un fuerte olor a carne en descomposición, "posiblemente sean desperdicios que esta vieja tiene aquí adentro" piensa en el mismo momento en que logra abrir la puerta.
El olor a putrefacción es ahora más intenso, tratando contener las naúseas que le produce, dirige la luz de la linterna hacia el interior del pequeño sitio que sirve de depósito para elementos de limpieza, cuando sorprendido y asqueado vé colgando del techo los cuerpos de dos gatos despellejados en avanzado estado de descomposición.
La nausea contenida se transforma en súbito vómito, "Peligro" retrocede espantado, presiente que la carne que ha comido pertenece a esos felinos despellejados. ¡Maldita bruja! piensa, "sus mascotas no se fueron, la hija de perra se las fué comiendo y yó también".
La lancha es grande, su reflector ilumina a pleno, casi con luz de día a la endeble balsa que fué bautizada como el "Arca". Los hombres de Prefectura Naval se mueven rápidamente e inician a tiempo el rescate de los ocupantes de la embarcación, que estaba a punto de naufragar.
Indalesio Peral es el último tripulante que abandona el "Arca", quiso quedarse a bordo y cuidar que la operación de traslado se haga en órden. La doctora Elena, ya está sana y salva en la lancha de Prefectura Naval, donde en este momento es atendida por un paramédico.

miércoles, 14 de mayo de 2008

HORAS DECISIVAS

Al escuchar los gritos de sus vecinos, el capitán Castillo sale rápidamente de su departamento, lo primero que vé es a una mujer revolcándose desesperada en el pasillo. Está totalmente cubierta de ratas que se mueven veloces y hambrientas por todo su cuerpo cada vez más destrozado y sangrante. Castillo sabe que nada puede hacer por la desdichada, apenas distingue el rostro totalmente desfigurado de la víctima que está agonizando en medio de terribles dolores. Castillo no vacila en apuntar su arma directamente a la cabeza de la mujer y le efectúa dos disparos, ahora pasa junto al cadáver, se dirige hacia la escalera con la intención de ir hasta el piso donde está la vivienda de la familia Diez, un tropel de alimañas se interpone en su camino, dos de ellas se han prendido rabiosamente a una de sus piernas, logra quitárselas de encima y estrellarlas sobre el piso. Siente un dolor punzante en su mano derecha, otra rata le ha clavado allí sus filosos colmillos y también consigue librarse de ella golpeándola repetidamente contra la pared. Ya está a pocos metros del departamento de Sebastián y Lorena Diez, la puerta está cerrada, escucha gritos de auxilio provenientes del piso superior, una fila de roedores se lanza velozmente tras él, pero consigue ingresar a la vivienda y cerrar la puerta a tiempo. En el interior hay un silencio sepulcral, Castillo teme lo peor y sus sospechas se confirman cuando al entrar al dormitorio del matrimonio descubre que la pareja yace sin vida sobre el piso de la habitación. Ambos han sido devorados casi por completo por las ratas, el militar aún tiene la pistola en su mano derecha, otra vez el chillido histérico que anticipa el ataque mortal de las alimañas que parecen surgir de la nada y se acercan a Castillo que levanta su arma y dispara repetidamente contra los roedores, varios han muerto alcanzados por la balas, ya sin fuerzas y muy herido en diferentes partes de su cuerpo Castillo se sabe perdido , hace un intento final por poner el cañón del arma en su cabeza pero trastabilla y cae sobre una biblioteca, se le nubla la vista, las ratas están mordiéndo su cuello, ahora logra introducir el caño en su boca y oprime el gatillo. En ese mismo instante, la señora Roberts está encerrada en el baño de servicio de su departamento, se ha apoyado contra la puerta y llena de miedo comienza a rezar tomándo la cruz que lleva colgada de su cuello, ya no escucha más gritos del otro lado, supone que posiblemente las ratas se hayan hartado de matar gente y estén satisfechas con tanta comida humana, está totalmente invadida por el pánico. Un sudor frío recorre su indefensa humanidad, repentínamente la tapa del inodoro es eyectada hacia arriba, se produce un gran estrépito y desde las profundidades emergen veloces alimañas que se avalanzan enloquecidas sobre la mujer. Estas horripilantes escenas se han multiplicado en las últimas horas en cada uno de los pisos de la torre y desafortunadamente ningún habitante del edificio ha podido escapar con vida.
El comandante Wosfeller está despertando, ha alcanzado a dormir casi sesenta minutos, al abrir los ojos, lo primero que observa es al coronel Córman durmiendo en un sillón y cubierto con una gruesa frazada. Córman está profundamente dormido y tiene la boca abierta, a Wosfeller le llaman la atención los fuertes ronquidos de su camarada, se incorpora y comienza a caminar hacia la cocina. En este mismo edificio donde se ha instalado la cúpula del comité de emergencia, hay un movimiento generalizado, todo tiene la apariencia de estar coordinado y los miembros pertenecientes a las distintas fuerzas que ocupan la totalidad del lugar, visten uniformes de fajina y no abandonan sus armas reglamentarias en ningún momento. Los guardias que vigilan a los norteamericanos Richard Kramer y James Crumb, proceden a despertarlos y les hacen saber que en quince minutos deberán conducirlos al piso donde se reunirán con la plana mayor del comité militar. Kramer el miembro de la CIA que junto a Crumb fue sacado prácticamente por la fuerza del hotel internacional donde se alojaban en la zona de Retiro se siente indignado e impotente ante esta acción descabellada llevada a cabo por militares argentinos, también lamenta no poder comunicarse con la embajada de su país que seguramente ignora que se encuentra secuestrado en ese edificio. Crumb se limita a mirarlo sin decir palabra.
-Oiga, usted parece de hielo ¿porqué diablos no dice algo, no se dió cuenta aún que estámos en
serios problemas?
-Mire Kramer, estos tipos saben perfectamente bien quienes somos y seguramente han
ingresado a nuestras computadoras portátiles y han visto todo el material que guardamos allí,
responde Crumb impasible.
-Sí, ya están al tanto de lo que está pasando en su contaminado riachuelo y me temo que ya es
demasiado tarde para que puedan impedir que Buenos Aires sea finalmente destruída, dice
Kramer, mientras observa que la puerta del departamento se abre y aparecen dos militares que
con un ademán, les hacen saber que deben acompañarlos.
En tanto y bastante lejos de allí, "Peligro" se ha despertado, se siente mejor e intenta incorporarse para dirigirse hacia el baño, ya que tiene urgencia por orinar. La habitación está apenas iluminada por la tenue luz de una vela que el delincuente toma y lleva consigo para que le facilite avanzar por la vivienda donde Malena le ha dado refugio y abrigo. Camina hacia la salida del cuarto donde hay un pasillo y supone que al final del mismo está lo que busca, hace demasiado frío en ese departamento grande, oscuro y bastante antiguo. Ya ha finalizado con su necesidad, afuera se escuchan los truenos a los que ya está habituado oir, se pregunta donde estará Malena, seguramente la vieja está durmiendo piensa, pero de pronto escucha un ruido detrás suyo, se dá vuelta y vé a la mujer parada al final del corredor.

martes, 13 de mayo de 2008

EL INTENTO

Prácticamente todos los estadios existentes en la ciudad de Buenos Aires, están ocupados por miles de familias que buscaron masivamente el amparo de estos amplios espacios de cemento en su desesperado intento por ganar lugares que presumían sólidos y cuyas imponentes estructuras no serían invadidas por las aguas. Lamentablemente para los refugiados, la mayoría de estos centros deportivos importantes como la cancha de Boca, River, Vélez y otros, tienen el sector de campo cubierto con una altura de más de dos metros de agua, hecho que obliga a la gente allí reunida a alojarse como puede en palcos y plateas. Las bases militares posicionadas en el resto del país, están logrando comunicaciones radiales óptimas entre sí y sus comandantes se han puesto de acuerdo para iniciar “oleadas” de rescate mediante la utilización de todos los helicópteros disponibles. Estos operativos se llevarán a cabo de inmediato, solo resta sincronizar los diferentes puntos de aterrizaje que se utilizarán en este puente aéreo de magnitud.
Mientras la aviación naval, militar e inclusive la civil, han hecho un reclutamiento de máquinas y pilotos para poner en marcha el gigantesco rescate por aire, el “Arca” la balsa fabricada por Indalesio Peral está navegando hacia el sector más poblado y edificado de la ciudad. El viento ha disminuído ahora, esto facilita la tarea de los “remeros” que mueven la balsa sin velámen. Peral observa que están a unos mil metros del destino elegido donde intentarán conseguir asistencia médica para los pacientes que están en la carpa de la embarcación, entre ellos la doctora Elena, una de las más afectadas. El “Arca” lleva seis horas transitando con lentitud sobre las aguas ennegrecidas y colmadas de escollos de distinta especie. Peral piensa en el padre Marinello, el doctor Beguet y el resto de la gente que ha quedado aislada en el centro de asistencia, y si consiguen arribar a algún puesto de socorro, lo primero que hará es tratar de lograr que alguna embarcación de mediano porte se dirija de inmediato hacia esa “isla” de cemento perdida en la desolada inmensidad líquida. En ese mismo instante el padre Marinello le está dando la extremaución a un muchacho moribundo que solo tiene unos veinticinco años de edad. Ese jóven llamado Fernando había llegado a nado y al límite de sus fuerzas hasta el hospital de emergencia y aunque se hicieron todos los esfuerzos para sacarlo de su principio de congelamiento y se le brindaron todos los cuidados necesarios, Fernando comenzó a empeorar . El muchacho que había pasado demasiadas horas flotando sobre las frías aguas sostenía con uno de sus brazos a su pequeño hijo Matías de tres años de edad. Ambos habían conseguido llegar e ingresar en el edificio del padre Marinello, pero el niño murió a las pocas horas. El cadáver de Fernando también fue arrojado al cementerio acuático. El doctor Beguet se sentía muy agotado, quería descansar al menos un par de horas y reponer algo de las fuerzas que lo estaban abandonando progresivamente. Lo mismo ocurría con el padre Marinello que hacía todo lo posible por seguir de pié y asistir a los refugiados, quería darles ánimo e infundirles fé, ya que estaba seguro que con ayuda de Dios, Indalesio llegaría a destino con el “Arca” y pronto les enviaría ayuda.
El sacerdote se sentó en un rincón de la habitación destinada a los médicos y enfermeras, hacía demasiado frío y el agua potable aunque estaba racionada, era cada vez más escasa al igual que las raciones de alimentos, el padre cierra los ojos, está exhausto y con el rosario en sus manos se duerme profundamente. El “Arca” navega entre la bruma que emana de las aguas, desde que salieron del centro de emergencias solo han visto cadáveres de humanos y animales flotando a la deriva pero ninguna señal de vida, las casas que iban apareciendo en el trayecto daban todo el aspecto de haber sido abandonadas. La parte superior de la carpa de lona armada en la balsa, estaba pintada con una cruz blanca, esta previsión fue tomada para que embarcación fuera divisada desde las alturas. Durante el lento trayecto el “Arca” chocó en varias oportunidades con varios féretros de madera, los tripulantes calculaban que esos ataúdes procedían de algún cementerio cercano y que la inundación hizo que se desentierren y afloren a la superficie. Peral nota que los hombres encargados de mover los remos pierden mucho tiempo apartando los obstáculos que en ocasiones hacen peligrar a la endeble balsa. Ahora ingresa a la carpa donde está acostada la doctora Elena, los tripulantes se van turnando para ingresar al interior del habitáculo y protegerse del frío, el viento y la lluvia. La médico ha despertado, una de las mujeres que viajan en el interior de la parte cubierta, le alcanza una taza de té caliente que extrae de uno de los termos. Elena ha tenido vómitos provocados por los vaivenes de la balsa, además una gran cantidad de agua ingresa constantemente dentro de la carpa. Peral está controlando el estado de las maderas que conforman la estructura del “Arca”, algunas de ellas se han aflojado y ahora junto a dos integrantes de la tripulación, intenta asegurarlas con sogas.
Un grito irrumpe el monótono desplazamiento, ¡Helicóptero, allí, allí está! Grita uno de los remeros. Las luces titilantes de la aeronave que sobrevuela a baja altura se distinguen claramente, Peral siente que su corazón está a punto de salirse de su sitio. Todos los que están en el “Arca” comienzan a gritar y hacer señas con sus manos hacia lo alto. Peral está intentando encender una antorcha improvisada con papel y trozos de tela, pero falla en todas las ocasiones, cuando la lluvia apaga su encendedor. El helicóptero se pierde entre las negras nubes hasta desaparecer de la esperanzada mirada de los desesperados balseros.
En este instante, otro helicóptero, esta vez perteneciente a la Marina, está posándose en la plataforma instalada en el último piso de la torre donde funciona el llamado comité de catástrofes integrado por miembros superiores de las diferentes fuerzas armadas.
la señora Aspiazu y el jóven Ramos, los periodistas que han sido trasladados a ese sitio destinado como comando de operaciones, están descansando en un departamento del piso veintitrés, lo mismo hacen en un departamento contiguo oficiales pertenecientes a Prefectura Naval y Gendarmería. Los efectivos de Policía Federal se distribuyen en guardias de cuatro horas con el fin de vigilar cada uno de los pisos del edificio, este recaudo lo han tomado para proteger el lugar y tener el control absoluto del mismo. Allí, todos los sistemas de seguridad funcionan perfectamente gracias a potentes generadores que alimentan de energía a los pisos habitados, ya que la gran mayoría de los allí residentes optó por auto evacuarse a las pocas horas de iniciada la catástrofe climática. El general Wosfeller comandante del comité, se encuentra junto al coronel Córman, éste último fué quién lo convenció de no entrar en discusiones subidas de tono con Richard Kramer, el alto miembro de la CIA, que en una audaz operación tipo comando sacaron junto a James Crumb, el jóven científico que lo acompaña del lujoso hotel donde se alojaban. Córman sugirió a su jefe que los "huespedes" descansen unas dos horas y posteriormente se los interrogue. Wosfeller bebe otra taza grande de café y aunque se siente fatigado, ha preferido estar atento a las comunicaciones radiales que le permiten estar en contacto permanente con las bases aéreas de Ejército y Marina, Córman mira a su superior al tiempo que le pregunta:
-¿Que opina del puente de rescate aéreo que están planificando los de la aviación?
-Es un gran intento, pero ninguna de las fuerzas intervinientes tienen suficientes helicóperos
como para que tamaña operación tenga éxito, hay millones de personas que necesitan ser
evacuadas y tampoco disponemos de apoyo terrestre como para evitar desórdenes y desbordes
al momento de ascender a las máquinas, todo el mundo querrá entrar a los helicópteros, como
cuando los norteamericanos abandonaron Saigón, ¿recuerda? responde Wosfeller.
-Es verdad, pero creo que usted tiene un temor mayor Comandante, ¿o me equivoco?.
-Nó, no se equivoca coronel, aquí hay algo más grave, usted y yó sabemos que ese hilo carnívoro
y casi invisible del que tanto oímos hablar está instrumentado y creado por una fuerza invasora
que no és de este planeta, solo el yanki y su secretario pueden darnos la respuesta que
obtendremos en solo dos horas, responde Wosfeller.

MALENA

“Peligro” abre sus ojos, está confuso, se percata que se encuentra acostado en una cama dentro de una habitación bastante amplia. Observa a su alrededor y ve que el lugar está repleto de muebles antiguos, una escasa iluminación proviene desde una ventana que supuestamente da al exterior. También le llama la atención una lámpara de bronce con colgantes de cristal que pende del techo alto y con pintura descascarada. Recuerda que cuando estaba en la cornisa a merced de la lluvia y el fuerte viento, una mujer le abrió el ventanal y le permitió entrar a ese sitio. Ahora escucha el sonido de un tango que surge desde algún lugar de la vivienda. En flashes aparecen en su mente las últimas imágenes del gran remolino que sorpresivamente surgió en la bocacalle provocando que él y su cómplice Porreta caigan a las aguas, cuando la lancha zozobró y comenzó a girar fuera de control en el embudo liquido. Ignora lo que sucedió con Porreta, no sabe que si está vivo o muerto y maldice el momento en que se le ocurrió asaltar la casa del joyero donde murieron Chirripa y “el zurdo”. Jamás imaginó que allí habría gente que los recibiría a balazos, había perdido, solo quería volver a su refugio en la villa y salir de este lugar lo más rápido posible. Una mujer portando una bandeja irrumpe silenciosamente en el dormitorio. Tiene cabellos entrecanos y largos, es una persona que aparenta más de sesenta años, lleva sobre sus hombros un abrigo de piel y tiene puesto un vestido largo con encajes bordados en el cuello y los puños, ahora se sienta en una silla ubicada junto al lecho de “Peligro” y acariciando su rostro le dice:
-¿Cómo estás, te sentís mejor?
-Sí, sí, bastante mejor, solo tengo frío, ¿Cuánto hace que estoy aquí?
-Dormiste más de quince horas, cuando entraste estabas al borde del
Congelamiento, por suerte pude escuchar tus gritos de auxilio, dice la mujer.
-Gracias señora, le debo la vida, dice “Peligro”.
-Me llamo Malena, como la del tango, ¿Qué hacías allá afuera, estabas con los
grupos de rescatistas, que te pasó? pregunta la mujer.
-Sí, estaba con tres integrantes de un grupo de rescate y nuestra lancha se dió
vuelta, mis compañeros murieron ahogados y creo que fui el único que pudo
salir con vida. Y usted, ¿está sola?.
-Ahora sí, este departamento era de mi madre, vivímos juntas durante más de
veinte años, ella estába inválida y la cuidé hasta su último día, pero cuando
empezó esta tormenta, mis vecinos de la planta baja me pidieron que me vaya
con ellos a un lugar seguro pero no quise dejar a mis mascotas ni abandonar
este lugar donde están todos mis recuerdos dice Malena con tristeza.
“Peligro” respira aliviado, le causa tranquilidad saber que llegado el momento no le resultará difícil reducir a Malena, robarle algo de dinero, cosas de valor y buscar la forma de irse de ese ámbito frío, triste e impregnado de fuerte olor a humedad. Por el momento, el delincuente se siente débil, hace varias horas que no prueba un mísero bocado de comida y ha tenido demasiada suerte al salvarse de morir ahogado. Malena, le levanta la cabeza y pone una almohada debajo para que se encuentre más cómodo. En la mesa de luz había dejado una bandeja con un recipiente que aparenta ser de plata, quita la tapa, y utilizando una cuchara grande, le pide al delincuente que pruebe un poco de guiso.
-Te va a hacer bien, tuviste mucha fiebre y perdiste fuerzas, comé un poco,
está recién hecho, le dice Malena.
“Peligro” tiene hambre y no duda en probar lo que la mujer pone en su boca con total delicadeza. El sabor de ese guiso no termina de convencerlo, supone que debe ser algo enlatado, pero no le dá demasiada importancia y continúa comiendo con ansias. Ha bebido bastante agua y el cansancio vuelve a invadir al delincuente. Malena le ha tomado la fiebre y “Peligro” se duerme. La mujer, desde el ventanal de la habitación mira hacia la calle, los truenos continúan haciéndose oír, acompañados como siempre por relámpagos y la lluvia monótona e incesante. Malena comprueba que “Peligro” se ha quedado profundamente dormido, abandona la habitación y se dirige hacia la sala principal donde tiene su viejo grabador de pilas, elige otro casette, pone el aparato en funcionamiento y recostada en un sillón, escucha “El día que me quieras” en la voz de Carlos Gardel.
En ese mismo instante, en el edificio, el capitán Castillo mira el retrato de su difunta esposa, recuerda que con ella compartió muchos años de felicidad y que desde el día que falleció víctima de una enfermedad terminal, ya su vida no fue la misma y mucho le costó adaptarse a la soledad. Una y otra vez lee las cartas que ambos escribían e intercambiaban cuando él estaba en la guerra de Malvinas. Esas misivas han sido escritas con puño y letra de ambos, las de su esposa exhiben que algunas partes de las letras están manchadas, posiblemente por sus lágrimas de angustia. Castillo no puede evitar el llanto, el destino y la catástrofe que azota la ciudad, lo han convertido en un náufrago más, se siente culpable de no poder hacer nada por sus infortunados vecinos de la torre. Las imágenes horrorosas de gente con su cuerpo deshecho como Mora, Deborah, Ramón, su esposa, el matrimonio Amorós asaltan sus pensamientos. Demasiadas muertes, demasiada ira del cielo con enemigos desconocidos y crueles como el líquido invisible y las ratas hambrientas que están esperando el momento de atacar, mira su pistola, sabe que el arma solo servirá cuando ponga fin a su existencia antes de ser envuelto por las alimañas y morir despedazado. Los pequeños ruidos vuelven a oirse, Castillo toma la pistola que tiene lista para disparar, se escuchan gritos por todas partes, ¡hijas de puta, ya empezaron! exclama al tiempo que sale presurosamente de su departamento.
Las rejillas que facilitan el ingreso del aire acondicionado a los distintos ambientes de los departamentos de la torre, estallan al unísono, los roedores han hecho fuerza impulsándolas hacia afuera. Miles de ratas voraces salen en tropel por esas aberturas avalanzándose sobre toda persona que se interponga en su ruta depredadora, el doctor Marino ha escuchado el chillido masivo de las ratas, toma a su esposa de la mano y la conduce hacia la cocina, donde se encierran a la espera de lo peor. El médico tiene en su mano derecha la pistola que le entregó Castillo, se abraza a su mujer que tiene los ojos poblados de lágrimas y tiembla de miedo, el ruido crece cada vez más, si bien las canillas han sido obstruídas, las alimañas han encontrado , además de los conductos de aire una nueva ruta utilizando las cañerías de cloacas y desagües existentes en el edificio, el sonido violento se produce debajo de la pileta de la cocina, precisamente donde está ubicado el denominado "sifón", Marino no duda, apoya la pistola nueve milímetros en la sien de su esposa y el estampido de muerte rápida se mezcla con una marea de roedores que irrumpen en el sitio y están clavando sus filosos colmillos tanto en el cuerpo agonizante del profesional, como en el de su mujer.

sábado, 10 de mayo de 2008

DESESPERADOS

El capitán Castillo está exhausto, los hechos que están ocurriendo en la torre han superado ampliamente su capacidad de respuesta como para dar batalla a dos enemigos de tamaña peligrosidad; Las ratas y el líquido carnívoro. Su intuición le indica que ahora las alimañas se están moviendo cómodamente y en grandes cantidades por todos los conductos de aire del edificio, presiente que están allí a escasos metros y esperando ansiosas el momento de romper las rejillas que facilitan el acceso del aire frío o el calor para ingresar en tropel , atacar a los sobrevivientes y devorarlos brutalmente. Piensa que las ratas están utilizando esta táctica en todas las edificaciones existentes en la sitiada Buenos Aires pero; ¿Cómo detenerlas?, también está seguro que intentar un escape a través de las calles inundadas, sería una muerte segura y una poco probable posibilidad de ser auxiliado. Solo un lanzallamas podría resultar un arma efectiva para contener y exterminar a los roedores hambrientos, un elemento imposible de obtener en estos tiempos. Todos los hombres y mujeres de la torre han decidido llevar consigo palos de todo tipo, desde bates de beisbol hasta gruesas patas de mesas de madera, creen que todo servirá en el momento de pelear contra las asquerosas ratas, el doctor Marino interrumpe sus pensamientos.
-Capitán, ¿como vé usted la posibilidad de reunirnos todos los sobrevivientes de la torre y
atrincherarnos en un piso determinado?, podríamos defendernos mejor si estámos todos
juntos y en un mismo lugar.
-No es mala idea doctor, pero si hacemos eso, es muy factible que aceleremos nuestro final, no
olvide que las ratas saben todos nuestros movimientos y al agruparnos, también le estamos
dando la posibilidad de centralizar su ataque masivo en un único sitio, porque sabemos que
han descubierto que las vías de ventilación son su "caballo de Troya" y llegado el momento
solo tendrán que romper las rejillas y hacernos pedazos, responde Castillo que
mira permanentemente hacia los cielorrasos. El militar está plenamente convencido que la
acción de los roedores será rápida y todo terminará en contados segundos. Ahora le pide al
doctor Marino que lo acompañe un momento hasta su departamento.
Marino acepta la invitación, aunque está intranquilo, su esposa Ana ha quedado junto a Alejandra Vélez y el dolorido matrimonio Diez.
-Será solo un minuto, doctor, le dice Castillo.
Ya en el interior del departamento del militar, el doctor Marino ha ingresado con Castillo a la sala que el ex combatiente de la guerra de Malvinas ha dispuesto allí como un sitio dedicado a la epopeya que en 1982, lo tuvo como a uno de sus principales protagonistas, también hay fotos de Castillo junto a sus compañeros de batallón, otras imágenes muestran el momento del regreso de quienes habían sobrevivido a la batalla y distintas escenas de Castillo junto a su difunta esposa. Un retrato al óleo prolijamente enmarcado de la hermosa mujer ocupa un lugar destacado en el recinto. El capitán abre un mueble y extrae dos pistolas con sus respectivos cargadores, una de estas armas se la entrega a Marino.
-¡Tómela doctor, nunca se sabe, pero...Llegado el momento, puede hacer falta!
El médico ha entendido el mensaje, toma la pistola con sus dos manos y mirándo a Castillo le dice: -Jamás en mi vida usé un arma, explíqueme cómo se acciona ésta, por favor.
A todo esto, muy lejos de allí, entre la bruma espesa e impreganada de toxicidad, la lluvia incesante y el insoportable olor que despiden las aguas altamente contaminadas en el centro asistencial de la villa donde se encuentra el padre Marinello, la doctora Elena, su colega Beguet más una considerable cantidad de refugiados, algunos de ellos con afecciones y dolencias graves, la balsa fabricada por Indalesio Peral, está siendo puesta a prueba. La embarcación ha sido amarrada al edificio y Peral es la única persona que se encuentra a bordo comprobando la resistencia del "Arca". El padre Marinello , el doctor Beguet y un grupo de las personas allí alojadas, están mirando las maniobras del entusiasmado Peral encaramado a su extraña balsa. Ahora Peral, con un ágil salto ingresa al edificio y dirigiéndose al sacerdote le dice:
-El "Arca" está lista padre, ahora hay poco viento y es el momento justo como para que nos
pongamos en movimiento.
-Te noto muy seguro con tu balsa Indalesio, ahora hay que decidir rápidamente a quienes te van
a acompañar en el viaje.
-Solo debe ser doce personas padre, no más, responde Peral.
El padre Marinello está dudando, sin dejar de tocar el rosario que lleva permanentemente colgado de su cuello, piensa a quienes elegir para que ocupen "el Arca", la doctora Elena está demasiado enferma como para ser consultada, la idea del doctor Beguet es trasladar en la improvisada embarcación a los enfermos más comprometidos, la gente que necesita atención inmediata , algo que allí ya no están en condiciones de brindarles ante la escasez de medicinas y las precarias condiciones sanitarias. El padre Marinello ha ido a buscar al doctor Beguet para que lo ayude a confeccionar la lista de las personas que irán en la balsa.
-¡Pero...No veo su nombre en esta lista doctor, dice el religioso mirando a Beguet.
-Este es mi lugar, padre. Aquí me quedaré hasta el final y por favor, le pido que no trate de
convencerme de lo contrario, es una decisión tomada.
El sacerdote mira hacia la masa acuática. La jornada es tan oscura y fría como las anteriores, la balsa tiene en su centro un mástil alto con una pequeña bandera argentina en lo alto, ahora "el Arca", parece agitarse un poco más. Marinello sabe que no hay tiempo que perder, tampoco quiere discutir con el doctor Beguet, a quién además de haberle tomado gran cariño, también respeta mucho, tanto en lo profesional como en lo humano.
-Está bien doctor, si usted opina que la doctora Elena debe ser embarcada, tenemos que ultimar
los preparativos para que tanto ella como el resto de las personas designadas viajen bien
abrigadas y protegidas, dice el sacerdote.
-Le pedí a Indalesio que arme una carpa en el centro de la balsa, hay espacio suficiente como
para instalar allí una pequeña estructura techada y recubierta por lonas, es fundamental que
allí sean ubicados y asegurados los pacientes que no pueden valerse por sí mismos, dice el
doctor Beguet.
La doctora Elena continúa bajo los efectos de la fiebre, su estado físico es delicado, lo mismo sucede con el doctor Beguet, que aunque intente disimularlo, también está debilitado y al límite de sus fuerzas, al igual que el estado de salud del padre Marinello que tampoco es óptimo y muestra todos los síntomas de una anemia.
La carpa ya ha sido montada por Peral y sus colaboradores. Ahora una tabla que sirve de puente, permite que por allí sea conducido el grupo de personas que están ocupando su lugar el "el Arca". El tétrico horizonte se ilumina constantemente por efecto de los relámpagos. La embarcación es ahora revisada por el padre Marinello que ha dispuesto que se lleven a bordo más raciones de comida, agua potable y también ropa de abrigo. La doctora Elena ha sido ubicada en uno de los seis catres que se instalaron en la carpa de la balsa ha despertado y está viendo frente a ella los rostros del sacerdote y el doctor Beguet que se encuentran a su lado.
-¿Donde estoy? pregunta Elena.
-Estás en el "Arca", querida colega, le dice Beguet, mientras la toma de su mano.
-No te esfuerces en hablar hija, decidimos que ocupes un lugar en esta balsa para que hagas un
largo viaje en la primera clase de este crucero, le pide el sacerdote con una sonrisa.
El viento cobra más fuerza y la embarcación es sacudida por las aguas. El padre Marinello besa la frente de la doctora, lo mismo hace Beguet que no puede evitar las lágrimas. Elena intenta incorporarse, quiere resistirse a hacer ese viaje ¿Porqué la están evacuando? piensa. Que será del resto de la gente que quedará en ese lugar donde resistieron tanto tiempo, la cabeza le duele al igual que su cuerpo, se siente sin fuerzas, los ojos le pesan demasiado, los cierra y comienza a llorar embargada por la tristeza y la impotencia de sentirse débil e incapaz de incorporarse y regresar al centro de asistencia para seguir cumpliendo con su misión.
Indalesio Peral pide que retiren la pasarela y suelten el cabo del "Arca" que empieza a moverse. Los encargados de manejar los largos remos están maniobrando en forma coordinada para iniciar la incierta y arriesgada travesía.

jueves, 8 de mayo de 2008

COMANDOS

Los cinco restantes dan toda la apariencia de ser policías vestidos de civil, cuando los recién llegados irrumpen en el lugar la mayoría de los presentes se ponen de pié y saludan informalmente desde sus respectivos lugares. Los rostros adustos muestran signos de fatiga y preocupación. En la cabecera de la mesa un militar de unos cincuenta y cinco años con cabello canoso y mediana estatura ostenta en su uniforme algunas condecoraciones y galones con grado de general del ejército. Con una sonrisa leve y un ademán señala las sillas invitándo a los recién llegados a ponerse cómodos , detrás del militar hay un gran plano de la ciudad lleno de alfileres con banderitas adheridas que parecen indicar la situación de cada uno de los barrios y sectores señalizados con distintos colores.
-Gracias por venir, no podíamos decidir nada sin antes hablar con ustedes. Todos los aquí
presentes estamos ansiosos por informarles quienes somos y el motivo de esta reunión dice el general. Un soldado entra al recinto portando una bandeja conteniendo humeantes tazas de café, sobre la mesa hay tres termos de aluminio y varios pocillos vacíos, el general continúa hablando.
-Soy el general Martín Wosfeller, los aquí reunidos hemos formado un comando de emergencia
nacional independiente que por ahora no responde a ningún gobierno, solo hemos decidido
actuar por propia voluntad formando espontáneamente este "Comité de Emergencia"
integrado por miembros de las distintas fuerzas de seguridad disponibles.
Los recién llegados lo miran sorprendidos, el general adivina esta inquietud y observado esto continúa con su alocución.
-Ustedes bien saben que Buenos Aires está sufriendo una catástrofe de grandes proporciones y
lo más preocupante es la anarquía reinante en todo el ámbito de la ciudad y alrededores donde se están produciendo gran número de asaltos violentos, saqueos de comercios y viviendas particulares. Evidentemente todo está fuera de control y nosotros tememos que el caos generalizado, sumado a esta inexplicable catástrofe climatológica terminará definitivamente con cientos de miles de ciudadanos abandonados a su suerte que morirán de hambre o ahogados.
La periodista lo escuchó atentamente, bebió un sorbo de café y respetuosamente levantó su mano derecha pidiendo la palabra, el general hizo un gesto afirmativo.
-General, ¿quiere decir usted que este es un comando militar que tomará decisiones propias?
Wosfeller la miró con calma y respirando profundo le responde:
-Señora Aspiazu, conocemos perfectamente su trayectoria como periodista seria, confiable y que en cada uno de sus artículos ha respondido siempre a los intereses de la verdad, por esa razón la
hemos invitado a venir para que conozca en detalles nuestro plan de acción, solo quisimos preservar la posición de este improvisado cuartel secreto, pero no tenemos inconveniente en que usted registre desde este mismo momento, todo lo que aquí se hable o determine.
La periodista buscó en su bolso un pequeño grabador MP3, que siempre lleva consigo y lo coloca sobre la mesa. Otro de los recién llegados, Darío Ramos, un joven periodista de televisión de unos treinta y cinco años que parecía estar más nervioso que el resto de sus compañeros pregunta:
-¿Dígame general, acaso estamos ante un intento de golpe de estado?
El general, dejó su pocillo de café sobre la mesa y mirando al joven le responde:
-Definitivamente nó estimado periodista, esto no es precisamente un golpe de estado es una
actitud sincera, histórica y decidida a unir a las fuerzas armadas para accionar con toda su
capacidad operativa declarando una guerra sin cuartel contra los depredadores internos y
externos, que aprovechando este desastre sin precedentes se mueven impunemente a través
de la ciudad sitiada e indefensa.
-¿A quienes quiere combatir general? pregunta la periodista.
-El doctor Héctor Miralles, que está aquí presente, tiene una información muy seria y
preocupante sobre el proceder de un enemigo invisible y poderoso que ya ha dado muerte a
miles de personas y estos terribles e inexplicables sucesos deben ser abortados cuanto antes.
-General, nuestro país está en democracia, ¿no cree usted que está yendo demasiado lejos
con estas suposiciones tan poco probables? pregunta Ramos.
-Mire, señor Ramos, nada de lo que ustedes van a escuchar es producto de fantasías,
suposiciones o intentos de imponer un gobierno de facto utilizando la fuerza, responde el
general Wosfeller.
-¿Porqué no esperar que pueda llegar ayuda de capitales no afectadas por la catástrofe o países
limítrofes, antes de tomar alguna decisión riesgosa y apresurada? insiste Ramos.
-Estamos seguros que las provincias ya están enviando víveres, agua, medicamentos y ropa
hacia Buenos Aires, pero insisto que las fuerzas armadas tenemos que adelantarnos y tratar de
terminar con la amenaza asesina antes que continúen muriendo más personas, replíca el
general.
-¿Intentaron algún contacto con el gobierno? pregunta Aspiazu.
-No, no logramos ningun contacto. Desde que comenzó el fenómeno lo hemos intentado en
reiteradas oportunidades, sin resultados positivos y mi ayudante, el coronel Corman, fué el
encargado de insistir con estas comunicaciones, contesta el general.
El coronel Corman ha permanecido en silencio durante el tiempo que lleva este diálogo, ahora solicita permiso al general, quién se lo otorga de inmediato y Corman poniéndose de pié dice:
-Lamentablemente tenemos datos muy fidedignos sobre la suerte que pudo correr el helicóptero
que trasladaba al presidente y una parte de su gabinete, cuando estaban evacuando la casa de
gobierno.
-¿Ese helicóptero, sufrió algún accidente de graves consecuencias coronel? pregunta la periodista.
-Aunque no tenemos pruebas concretas, todo parece indicar que la aeronave, sacudida por el
fuerte viento perdió el control estrellándose contra un edificio en la avenida 9 de Julio y es
poco probable que haya sobrevivientes, dice el coronel.
-¿Eso fué confirmado?
-Aún no hemos recibido las pruebas necesarias sobre esa tragedia responde Wosfeller.
-¿Y que es lo que tiene que decirnos el doctor Miralles? pregunta Ramos.
Miralles bebe agua mineral constantemente, tiene barba crecida de varios días y profundas ojeras que muestran su cansancio. Ahora se pone de pié, tiene un proyector de DVD al alcance de su mano y antes de ponerlo en funcionamiento, dice:
-He visto con mis propios ojos restos de personas horriblemente mutiladas, seres humanos que
fueron atacados con algún método o arma desconocida y cuyos cuerpos han sido integramente
vaciados por dentro.
-¿En qué circunstancias usted presenció algo tan horrible doctor? pregunta Aspiazu.
-Miren, después de lo que he presenciado, quiero que ustedes vean en la pantalla
imágenes reales sobre el accionar de lo que llamo aguas "carnívoras", dice Miralles que inmediatamente pone en marcha el proyector de video.
Horrorizados, los presentes ven tomas que muestran nítidamente varios restos de cadáveres humanos envueltos en su propia piel y hasta una secuencia de una especie de serpiente líquida saliendo de una tubería rota buscando los órganos de una mujer con una herida en la espalda, que se encontraba esperando atención en un sector del centro de asistencia. La cámara de video que estaba utilizando en ese momento pertenece a su amigo y colega el cirujano Tomás Zurlam quien se encontraba a su lado en el instante de los sucesos. La grabación muestra ahora en primer plano el accionar del líquido cuando succiona integramente y en escasos segundos la carne de la pobre mujer que se agita gritando de dolor. Todo sucedió tan rápidamente que quienes fueron testigos del cruento episodio no tuvieron la mínima posibilidad de hacer algo. Esta prueba audiovisual casual y desprolija lograda por Miralles, era una evidencia clara de su teoría sobre las aguas mutantes. La exhibición duró unos diez minutos y ninguno de los espectadores tuvo duda alguna sobre la veracidad de ese video tan crudo.
Ahora todos sabían el motivo de su presencia allí, nadie pronunciaba una sola palabra. El silencio reinante era absoluto y después de la proyección del video, el horror se marcaba en los rostros de los presentes, el general se encuentra ahora atendiendo una llamada de emergencia, el sistema de comunicaciones que utilizaban los militares era de punto a punto y ese método hasta el momento les estaba dando buenos resultados. Mientras Wosfeller hablaba Miralles, Aspiazu y Ramos intentan saber quienes son los otros dos invitados a quienes solo habían visto en el interior del helicóptero que los condujo al edificio. Los dos hombres que no habían pronunciado una sola palabra desde su llegada y siempre estaban apartados del resto, parecían estar sumamente nerviosos. La periodista era quien demostraba más calma y hace todo lo posible por tranquilizar a los dos hombres. Uno de ellos tenía unos sesenta años, utilizaba anteojos de aumento y vestía una campera de abrigo, el otro, era mucho más joven y no aparentaba tener más de treinta y cinco años. El aspecto de éste era el de un intelectual, delgado, con cabellos largos y barba. El general terminó de hablar por teléfono y volvió a centrar su atención en la mesa, el silencio imperaba nuevamente en el ambiente impregnado de olor a humedad. La periodista, con una sonrisa y dirigiéndose al general, le preguntó;
-¿General, podemos conocer a estos dos señores que nos acompañaron hasta aquí ?
Muy bien, no hay problema, dijo Wosfeller. Le presento a Richard Kramer, un miembro de la CIA que ocasionalmente se encuentra en nuestro país y es nuestro invitado especial. Cuando Kramer, el hombre mayor , escuchó esto, se puso rojo y se levantó de su silla al tiempo que con tono de enojo exclamó:
-¡Nadie me invita a ninguna parte por la fuerza. Protesto terminantemente y exijo a usted que me comunique con mi embajada! ¡Ustedes están totalmente locos y están violando mis derechos!
El general lo miró severamente al tiempo que le responde:
-¡Usted no tiene ningún derecho, le pido que se tranquilice, nosotros por ahora tenemos el
control de la situación y no queremos causarle ningún daño, por lo tanto serénese y escuche lo
que aquí trataremos!

martes, 6 de mayo de 2008

CANIBAL TANGO

"Peligro" siente que está al límite de sus fuerzas, ignora que su secuaz Porreta ha muerto, solo la piel deshecha del delincuente, al igual que sus huesos permanecieron dando vueltas por pocos instantes en la agitada superficie acuática hasta desaparecer tragadas por el voraz embudo del remolino. El cartel indicador de calles, al que se mantiene aferrado“Peligro”, se está balanceando movido por la fuerza de las aguas, la cornisa del local donde funcionaba una farmacia, es su única vía de escape. Respira hondo, trata de serenarse, tiene que emplear toda la energía en su intento por ganar la saliente. Más truenos, más relámpagos se suceden en medio de la lluvia torrencial, el delincuente se incorpora y posa sus piés sobre las estructuras de hierro que apoyaban las dos planchas que indicaban el nombre de las respectivas calles, extiende sus manos y salta hacia el borde de cemento, tiene éxito, una de sus manos logró afirmarse a la saliente, ahora logra apoyar su pierna derecha y en un último gran esfuerzo, logra finalmente su cometido. Ya en la seguridad de la saliente salvadora, se acuesta boca abajo intentando reponerse, mira hacia la oscura calle con sorpresa vé que ya no hay allí señales del remolino. Un frío insoportable invade su ropa y cuerpo mojado, se incorpora y comienza a caminar por esa cornisa que tiene casi un metro y medio de ancho. Todas las persianas de ese planta alta están cerradas, nota que son sólidas aberturas de metal muy habituales en los edificios antiguos pero "Peligro" no se amilana, sabe que no le será difícil forzar alguna ventana e ingresar al interior de algún departamento. Le parece un milagro haber sobrevivido al extraño remolino, también ignora el final atroz que tuvo Porreta. A medida que hace su recorrido , vá tocando las persianas, notando que las tres que ha chequeado, están fuértemente aseguradas por dentro. El ruido de la tormenta no le impide oir ahora que desde algún lugar, proviene el sonido inconfundible de música de tango. Camina despacio hacia la esquina de la edificación, allí hay un ventanal muy amplio que increíblemente, a través de sus cristales y una cortina clara, casi transparente le permite ver el interior de un living amplio e iluminado apenas por luz de velas. ¡Aquí hay vida, gente! piensa, y sin vacilar comienza a golpear con sus nudillos el ventanal. Alguien se mueve adentro de esa sala, "Peligro" golpea nuevamente, esta vez con más fuerza, la figura toma una de las velas encendidas y se está acercando, el delincuente no puede creer que alguien acuda en su auxilio. Distingue a una mujer que lo mira asombrada desde adentro, el delincuente le suplica que le abra, la mujer parece vacilar, pero a los pocos segundos, deja la vela sobre un mueble y con sus dos manos, procede a abrir las hojas del ventanal. La mujer está abrigada con un tapado de piel, "Peligro" apenas puede apreciar su rostro, la vista se le nubla y pierde el conocimiento.
En este mismo instante, Sonia Scheffeld ha despertado del sueño profundo causado por las pastillas que le dio Alfredo Reiner minutos antes de iniciar éste su frustrado robo a la casa de cambio de Pizarro. La mujer no logra calmar su estado nervioso. Los truenos, relámpagos y la fuerte lluvia que golpea constante contra los ventanales de su departamento le generan un pánico difícil de controlar. Las luces de emergencia instaladas en los distintos ambientes de la vivienda le brindan alivio, ya que no podría soportar la constante oscuridad reinante. Sonia va hasta su habitación en procura de más ansiolíticos, le preocupa no tener noticias de Alfredo, ha intentado varias veces llamarlo a su teléfono móvil, pero los sistemas de comunicación siguen enmudecidos. Teme que algo malo le esté pasando, también ha mirado insistentemente hacia las ventanas del primer piso de la casa de cambio buscando alguna señal de Alfredo, pero ha visto que no hay allí ninguna señal de vida. Piensa; ¿Y si cruzara la calle tal como lo hizo Alfredo? En este momento Sonia no tiene idea de la magnitud de la catástrofe que azota la Capital Federal, ignora que en las últimas horas la calle se ha convertido en un río profundo y despiadado donde las aguas continúan creciendo minuto a minuto.
Tampoco ha percibido ninguna señal de vida en los edificios vecinos. Lamentablemente, su negocio y su departamento están ubicados en una zona netamente comercial. La imagen de Alfredo viene a su mente en forma constante, ¡ cuanto daría por verlo aparecer sano y salvo regresando a ella! Este sería el único favor que le pediría a Dios, jamás en toda su existencia había pedido milagro alguno, Posiblemente porque siempre había creído solo en lo que veía y permaneció totalmente escéptica de la presencia de un ser superior y piensa; ¿Si Dios existiera en verdad porqué nos está sucediendo esto? Intuía que algo malo le había sucedido a Alfredo y por primera vez se daba cuenta que estaba totalmente sola, desamparada y con escasas esperanzas de sobrevivir. Alfredo a quien desde el comienzo había visto como a un tipo insignificante, se había transformado a partir de su debacle anímica y económica en la única persona que le brindaba contención y amor genuino en momentos tan difíciles para ella. Desconoce todo lo que ha sucedido en la casa de cambio, jamás imaginaría que Alfredo, desafiando el torrente líquido había cruzado la calle e ingresado al edificio de enfrente con el propósito de saquear las cajas y obtener un botín que les permitiera irse de Argentina y pasar juntos los últimos años de sus vidas para empezar de nuevo en un sitio tranquilo.
Sonia está muy lejos saber como fue el trágico final de Alfredo, y nunca llegará a enterarse que allí nomás, a pocos metros de su departamento, en el tanque de agua del edificio de la casa de cambio, hay un bolso que flota junto a los despojos del vigilador. Un bolso repleto de dinero y joyas que posiblemente no sea encontrado jamás, un triste tesoro oculto entre cientos de bienes materiales sepultados, inutilizados y perdidos que resultaron totalmente inservibles a la hora del gigantesco naufragio. Sonia siente que no podrá soportar mucho tiempo más en su deplorable estado físico y mental. En su memoria están los pasajes de una década de brillo y placeres fugaces que solo le han dejado un sabor amargo en el alma. Tiempos de una argentina de utilería donde el país vivió inició una inexorable caída que arrastró a millones de habitantes a un abismo de impotencia y anarquía. A principios de los noventa, se hizo creer con fuertes campañas publicitarias que éste era un país del primer mundo y Sonia estaba entre los pocos elegidos que habían ingresado por las puertas de la gran fiesta del facilismo nacional, muchos supieron sacarle ventajas a este pantagruélico banquete y aprovecharon muy bien el dólar barato, la agonía y muerte de la industria nacional y el imperio de la reinante y contagiosa estupidez colectiva. La mujer se sentía un náufrago más. La realidad cruel había caído sobre su frágil humanidad con la misma fuerza del derrumbe de un edificio. Ella al igual que el resto de los sobrevivientes, estaba muy lejos de conocer que a través de las cañerías diseminadas en tramos kilométricos en toda la ciudad y alrededores, en ese mismo instante estaban transitando a increíble velocidad las serpientes líquidas que han invadido la gran urbe con el objetivo de succionar carne humana.
La cacería del líquido caníbal se multiplica a cada segundo. No hay demasiado tiempo, tampoco alimentos ni esperanza de socorro alguno, son muy pocos los grupos de salvataje organizados abocados noche y día al rescate de las víctimas. Los escasos medios y personal disponible hacen lenta y dificultosa la ayuda a los miles de seres humanos que permanecen sitiados. Sonia Scheffeld está vencida por las circunstancias, piensa que debe animarse y cruzar la calle tratando de alcanzar la vereda de enfrente y encontrarse con Alfredo. También es conciente que es una decisión peligrosa y demasiado temeraria para alguien tan frágil como ella. El torrente líquido que surca la calle es rápido, el nivel de las aguas ha crecido y también su potencia. Sonia ha resuelto salir por la entrada de su local de la planta baja, el ruido estremecedor que producen las aguas aceleradas le provoca miedo, miedo que debe vencer. Respira despacio tratando de controlar los acelerados latidos de su corazón, cuando abre la puerta que accede a la calle, es empujada hacia atrás y cae de espaldas sobre el líquido que ha inundado por completo su local, ahora la invasión acuática en el sitio es abundante, Sonia con el agua a la altura de su pecho, intenta mantenerse a flote, moviendo manos y piernas con desesperación pero la bravura del río urbano la impulsa como si fuera una hoja de papel, sin posibilidad alguna de resistirse se deja llevar por la aguas resignadamente.
Es posible que Dios o el destino, hayan posicionado a un bote de la Armada, que amarrado a una columna de alumbrado se encuentra en este momento a unos cincuenta metros del sitio logrando rápidamente rescatar a Sonia, cuando estaba a punto de morir ahogada. Un suboficial le practica los primeros auxilios, ha ingerido mucha agua pero por fortuna no ha resultado lastimada. Increíblemente Sonia está a salvo, los marinos lograron recuperarla a tiempo, ahora respira normalmente, una mujer la tapa con una manta y allí se percata que a bordo de esa embarcación hay unas diez personas que al igual que ella han sido socorridas en ese sector. El bote se pone en marcha con la misión de trasladar a los náufragos para que sean atendidos en uno de los tantos centros de emergencia montados en diferentes lugares de la Capital. Sonia despierta más tarde en un sitio repleto de hombres, mujeres y niños que han logrado sobrevivir. Ahora, con ropas secas y el calor reinante en el lugar se siente protegida e intenta cerrar los ojos para descansar, dormir y evadirse aunque sea por unas horas de todo lo que le ha tocado padecer.
Un helicóptero de la fuerza aérea aterriza en la pista del helipuerto de un edificio elegido como uno de los puntos clave del llamado "Comité de Catástrofes", cuando la máquina se detiene, tres hombres de civil y una mujer descienden rápidamente de la misma. Los rotores de la aeronave, generan un fuerte viento que hace mucho más tétrica la escena en lo alto de la ciudad. Ni bien los pasajeros ingresan en el edificio, el helicóptero se eleva nuevamente y se pierde con un fuerte sonido en la noche oscura y lluviosa. La edificación es privada y la torre está compuesta por veinticuatro pisos que han sido construidos con la máxima tecnología y confort. Allí habitan los empresarios más ricos y poderosos del país rodeados de sofisticados sistemas de seguridad contra robos y emergencias, la puerta de acceso al helipuerto se ha cerrado, los recién llegados tienen sus ropas totalmente mojadas y muestran rostros de cansancio. Dos hombres con uniformes militares de fajina, los estaban aguardando y ellos mismos les ofrecen secarse y cambiar sus abrigos empapados por ropa seca, propuesta que es aceptada sin titubeos. La sala es amplia y está iluminada por luces de emergencia, una mesa rectangular y maciza ocupa gran parte del recinto. Unos quince hombres están sentados a su alrededor y hablan en voz alta. Diez de estas personas, visten diferentes uniformes pertenecientes a Marina, Prefectura Naval, Ejército, Gendarmería, Aeronáutica y Policía Federal.

domingo, 4 de mayo de 2008

EL ARCA

La doctora Elena apenas puede mantenerse en pié, su fiebre alcanza los cuarenta grados, el clima reinante en el centro de emergencias no es optimista. A medida que transcurren los oscuros e interminables días de lluvia, las plegarias del padre Marinello no parecen ser escuchadas. Algunos enfermos allí alojados han ido empeorado, los alimentos que les había traído la lancha de Prefectura Naval comienzan a escasear al igual que el agua potable y los medicamentos. Los cuadros de diarrea se multiplican y una niña que junto a su madre había sido atacada por ratas hambrientas falleció hace escasas dos horas. El doctor Beguet presenta claros síntomas de anemia, su rostro pálido, además de evidentes huellas de cansancio, muestra una barba de varios días. Indalesio Peral, un hombre de unos sesenta años, náufrago de la villa que encontró refugio en este centro de emergencias, le ha propuesto al padre Marinello confeccionar una balsa con las maderas y otros elementos disponibles en el lugar.
-¿Cual es tu idea de armar una balsa Indalesio, que haríamos con ella? pregunta el cura.
-Serviría para intentar salir de aquí antes que sea demasiado tarde, padre.
-¿Quién iría a bordo de esa embarcación, y hacia donde se dirigiría?
-Padre, estoy seguro que la tierra firme no está muy lejos de aquí y aunque la espesa bruma no
nos permita ver el horizonte, bien valdría la pena el intento.
El padre Marinello escucha atentamente a Indalesio, piensa que su plan no es descabellado y podría ser efectivo siempre y cuando la embarcación lograra alcanzar el destino buscado, y aunque se resiste a pensarlo, él también ha perdido la esperanza sobre una posibilidad inmediata de ser auxiliados. Supone que la catástrofe nacional es demasiado poderosa y los escasos grupos de socorro existentes no dan abasto para asistir a los cientos de miles de habitantes en estado desesperado. Indalesio ha encendido un cigarrillo, está envuelto en una frazada, el frío que impera en el edificio es insoportable y hace que la salud de la gente allí internada empeore cada día. El sacerdote tampoco es partícipe de entregarse, él además de ser un hombre de fé, conoce del sacrificio y la entrega incondicional en bien de sus semejantes, pero...¿Sería esa balsa una solución?
El doctor Beguet, le alcanza un té caliente a la doctora Elena que yace acostada y tiritando de fiebre. El médico en más de una oportunidad, ha creído escuchar el sonido de los rotores de un helicóptero sobrevolando el centro de emergencias o la sirena de la lancha de Prefectura, pero esto solo ha sido el producto de su mente afiebrada. Elena está delirando, Beguet se siente impotente al ver el estado de salud de su colega, lo mismo siente cuando recorre el lugar atestado de gente acostada en los pasillos, durmiendo en el suelo o sentados incómodamente, tratando de abrigarse unos a otros con el calor de sus propios cuerpos y alimentándose con las escasas raciones que aún quedan en el depósito.
-Está bien Indalesio, comenzá yá mismo a fabricar tu bendito "Arca de Noé", le dice el padre
Marinello a Indalesio, que al escuchar esto, se incorpora con un gesto de satisfacción.
-Gracias por tomar estar decisión padre, Dios nos va a ayudar, ya mismo me pongo a trabajar
le responde el hombre.
En este momento, el doctor Beguet le está aplicando suero a la doctora Elena, el padre Marinello ha conseguido una frazada, se acerca, abriga a la doctora y pregunta;
-¿Y...Como está nuestra doctorcita?
-Demasiado débil, tiene un principio de anemia, padre. Lo que ocurre es que Elena le ha estado
cediendo sus raciones de comida al resto de la gente y sus defensas están muy bajas, responde
el doctor Beguet.
Una de las enfermeras voluntarias se aproxima y le hace saber al médico que la señora Estela Gasparini ha empeorado. Beguet sigue a la mujer e ingresa en el sector donde están alojados los enfermos más graves y comienza a revisar a la paciente, una persona de unos sesenta años que se queja de fuertes dolores en una parte de su estómago. Beguet no quiere perder tiempo y no tiene otra alternativa que operar a esta mujer que padece de un severo cuadro de apendicítis. Dirigiéndose a la enfermera, le dice:
-Victoria, prepáre el quirófano, la operaremos lo más rapido que podamos.
La única radio a transistores que hay en el centro asistencial informa sobre la aparición sorpresiva de "mini" tornados en varias partes de la ciudad que en pocos minutos destruyen todo lo que encuentran a su paso. También alertan que las salidas a través de las autopistas o rutas están atascadas por una importante cantidad de vehículos que imposibilitan cualquier intento por salir de Buenos Aires. Las únicas y contadas evacuaciones, se están llevando a cabo con la utilización de los pocos helicópteros con que cuentan la Fuerza Aérea, Prefectura Naval y Policía Federal. Indalesio con la ayuda de tres integrantes del grupo de refugiados, le está dando forma a la balsa que se ha empeñado en construír. Para armarla, utilizan todas las maderas existentes en el edificio del centro asistencial, alambres, cables, cubiertas que extrajeron de vehículos encallados en las cercanías y todo el material que sirva para darle forma y hacer flotar al "Arca".
El agua continúa subiendo ante la lluvia constante. Las bocas de tormenta, colectoras y todos los desagües están obstruídos y los esfuerzos de los miembros de Defensa Civil por intentar destaparlos, han sido estériles ante la imposibilidad de operar bajo el agua. "El Arca", será impulsada mediante la utilización de improvisados remos y de acuerdo a los cálculos de Indalesio, la embarcación podrá llevar a bordo a una docena de personas, como máximo.
En tanto, la lancha que tripulan "Peligro" y su secuáz Porreta navega en este momento cerca de un importante centro comercial totalmente devastado por la impiadosa catástrofe. Estructuras metálicas desmanteladas que han pertenecido a carteles publicitarios de gran tamaño emergen amenazantes desde la superficie líquida.
En la bocacalle, un gigantesco remolino gira a gran velocidad atrayendo todo lo que flota a su alrededor, la embarcación se descontrola, “Peligro” intenta cambiar el rumbo ante la presencia del fenómeno, pero la maniobra ha sido demasiado brusca y la lancha se inclina peligrosamente hacia estribor para finalmente dar una violenta vuelta de campana que arroja a los dos delincuentes a las aguas, la embarcación con su motor aún funcionando, continúa dando vueltas en círculo impulsada por el remolino, de pronto la proa se eleva varios metros, se endereza en el aire y vuelve a caer en su posición normal sobre el agua enloquecida. "Peligro" y Porreta que tienen puestos sus chalecos salvavidas , también giran alrededor del furioso embudo acuático
"Peligro" intenta desesperadamente alejarse del sector, calcula que tanto la lancha sin control como el poderoso remolino, pueden terminar definitivamente con su vida. Porreta grita pidiendo auxilio y aunque se mantiene a flote, aterrado, a visto pasar muy cerca suyo el casco de la lancha a la deriva que no cesa de dar vueltas.
"Peligro" ha sido expulsado de la zona turbulenta y consigue aferrarse a un cartel indicador de calles que milagrosamente aparece y le pone freno a su frenética danza sobre las aguas. Porreta ha tragado demasiado líquido y está al límite de sus fuerzas, de pronto siente un fuerte golpe en su espalda, la lancha sin control ha impactado en su humanidad y pasa veloz por arriba de su cuerpo mientras que las hélices del motor fuera de borda destrozan parcialmente su pierna derecha. Porreta no siente ningún dolor en su extremidad triturada, tampoco se ha percatado que su miembro ha sido diseccionado, lo único que le duele es la zona de la espalda donde recibió el golpe de la embarcación, ahora la abundante sangre que mana de su herida se mezcla con el agua. Los fatídicos tentáculos líquidos afloran desde lo profundo, relámpagos fugaces iluminan por algunos segundos el lugar donde están ocurriendo los hechos. Porreta comienza a desangrarse y pierde el sentido, el torrente lo arrastra libremente en esa especie de "calesita" del horror. Las agujas invisibles, han penetrado primero por su pierna mutilada y ya están extrayendo rabiosamente toda la materia orgánica que hay en el interior del cuerpo del desdichado marginal. “Peligro” sigue aferrado al cartel indicador, que es sacudido permanentemente por la fuerza del viento y las aguas. Desde esa incómoda posición, comienza a contemplar la posibilidad de alcanzar la cornisa de una edificación de dos plantas donde funcionaba una farmacia, calcula que esta acción puede salvar su vida y vale la pena hacer el intento.

LA CAIDA

El aspecto que presentan las heridas en el cuerpo de la joven Analía Diez es sumamente preocupante. Sebastián, su padre que también muestra serias mordeduras de ratas en sus manos, brazos y parte del rostro es atendido por su esposa Lorena, ambos observan atentamente al doctor Marino que con ayuda de su mujer, le está practicando curaciones de emergencia a la hija del matrimonio. El médico trabaja con medios precarios y mucho le preocupan los daños que las ratas hambrientas han causado en el cuerpo de la infortunada jóven. -Las mordeduras más importantes están en el rostro y la espalda, dice Marino.
-¿Que pasará con nuestra Analía? pregunta angustiada su madre.
-Es muy difícil dar un diagnóstico en estas condiciones, si bien le hemos suministrado antibióticos y calmantes para aliviar los dolores, lo indicado sería trasladarla a un hospital cuanto antes, por
la gravedad de las heridas, responde el médico.
-¡Dios!, ¿podrá salvarse nuestra pobre hija? exclama angustiado Sebastián Diez.
-Hice todo lo posible, mi estimado Sebastián, pero insisto en que Analía debe ser asistida en un
sanatorio u hospital, hay un par de heridas que no me gustan nada y necesitan ser suturadas.
-¡Si alguien me ayuda, voy a sacar a mi hija de aquí, sea como sea! dice Diez.
La esposa del doctor Marino, que ha colaborado intensamente con los heridos, poniéndo en práctica sus conocimientos de enfermería, ha escuchado esto último y piensa que ella en el lugar de los padres de la muchacha, también haría lo imposible por trasladarla a un centro de atención dotado de los medios necesarios como para salvar la vida de la joven atacada.
-Yo lo acompañaría, pero...¿cómo salimos de aquí? pregunta el médico.
-¡Solo Castillo puede ayudarnos en ese intento! responde Diez.
El resto de los sobrevivientes de la torre está en estado de alerta. La aparición de las ratas les genera pánico y quieren reunirse cuanto antes con Castillo para que los ayude a armar un plan de defensa contra las voraces alimañas. Castillo está recorriendo ahora los distintos pisos del edificio, lo acompañan Marcelo y Fernándo, los dos jóvenes surfistas que con sus equipos de buceo, lograron sacar a flote los cadáveres mutilados del encargado Ramón y su esposa. El veterano capitán está seguro que las armas convencionales de nada servirían en caso de tener que enfrentar a esta nueva amenaza; Las ratas.
-Capitán, ¿como reaccionarían las ratas si las atacamos con fuego? pregunta Marcelo.
-No puedo responderte eso ahora, pero no olvides que además de peligrosos, esos malditos
"bichos", son demasiado inteligentes. Estoy seguro que en este momento, hay cientos de miles
de ratas acechándonos y listas para atacarnos de sorpresa, contesta Castillo.
Bien sabemos que las "serpientes" líquidas aparecen desde las canillas o grifos cuando detectan sangre humana, ahora que esas salidas de agua han sido selladas con la utilización de pegamentos instantáneos reforzados con improvisados "tapones" de metal o madera, el depredador invisible, se verá obligado a buscar otros conductos de salida, aunque nadie imaginaba la sorpresiva aparición de las alimañas hambrientas, que también son atraídas por la sangre de las personas.
La escasa luz artificial suministrada por los generadores de emergencia del edificio, ha disminuído nuevamente. Castillo y sus dos acompañantes, en uno de los pisos, descubren el cuerpo de una mujer que permanece boca abajo y con sus dos brazos extendidos hacia los costados. Rápidamente proceden a dar vuelta a la presunta víctima y comprueban que su rostro y parte del pecho, están terriblemente mutilados.
-¡Dios, es la señora Amorós! exclama Fernando.
-Es obra de esas ratas hijas de puta, ¡Mirá como dejaron a esta pobre mujer! dice Marcelo.
-¡Seguro que mataron a toda la familia, quedensé aquí, yo entraré al
departamento! ordena Castillo dirigiéndose resueltamente hacia el interior de la vivienda.
Apenas ingresa, Castillo ilumina el living con su linterna, todo aparenta estar en órden. Sabe que la señora Marilés Amorós, habita allí con su esposo Enrique y una fiel empleada llamada Diana. No nota desórden alguno, comienza a caminar hacia el sector del comedor, el fuerte olor a humedad invade todo el lugar, ahora escucha un sonido similar al que producen muchas personas masticando. El haz de luz le muestra una escena horripilante; Allí, frente a sus propios ojos, una montaña de ratas, están devorándo los cuerpos de quienes seguramente son el esposo y la empleada de la señora Amorós. Castillo cierra violentamente la puerta de madera que dá a la cocina y corre hacia el pasillo, donde se encuentran los dos jóvenes que lo acompañan.
-¡Salgamos de aquí, hay cientos de ratas en el departamento! grita Castillo.
El doctor Marino ha empalidecido, el pulso de Analía Diez se debilita. Ha hecho todo lo posible
por intentar salvar a la desdichada joven que ahora presenta todos los síntomas de haber
entrado en estado de coma. Lorena, su madre, se dá cuenta que su hija está agonizando. Se aferra desconsolada al cuerpo cruelmente lastimado de la chica y pide a gritos por su marido, que ha salido a buscar al capitán Castillo por el interior de la torre.
Sebastián Diez, ignora lo que está sucediendo con su hija, está agitado, siente que le falta el aire, quiere encontrar a Castillo para que lo ayude a sacar a su hija de ese maldito edificio. Se detiene unos segundos en el descanso de la escalera que está subiendo, escucha que alguien está bajando por ese mismo sector.
-¡Capitán, a usted lo estoy buscando, tiene que ayudarme! exclama al encontrarse con
Castillo y sus dos acompañantes.
Diez se abraza a Castillo, no puede contener sus lágrimas y entrecortadamente, le hace saber que Analía no sobrevivirá mucho tiempo más si no es atendida con urgencia en un hospital. Castillo no dice una palabra, rápidamente piensa que en el edificio solo cuentan con el pequeño bote inflable de Fernando y Marcelo, también calcula que esa embarcación es demasiado frágil como para resistir sobre el furioso caudal de agua que anega las calles de toda la ciudad.
-¡Cuente conmigo Diez, cuente conmigo! es lo único que atina a decirle al atribulado
padre de Analía.
Dicho esto, los cuatro hombres, comienzan a bajar por la escalera rumbo al piso del doctor Marino. Analía acaba de morir, su madre gime de impotencia y dolor. Marino y su esposa intentan contenerla, pero la desesperación de la señora Diez los supera. En este momento, irrumpen en el departamento el padre de la víctima, Castillo y los dos jóvenes que solo atinan a guardar silencio ante el terrible drama que se presenta ante sus ojos.

NUEVOS HORRORES EN LA TORRE

-Quizás se hayan ido, dice Lucía.
-Ojalá esos hijos de perra se hayan ido, ojalá, pero por las dudas estemos alertas responde
Nekker, que sigue mostrando una actitud tensa.
Ese hombre sufrido a quien la vida había castigado duramente estaba en guardia, el destino lo había transformado ahora en un ser valeroso. De alguna manera se había probado a sí mismo y en una situación límite. El gran caos despertaba distintas reacciones en las personas, en este caso, un ciudadano que creía haberlo perdido todo logró que el coraje brote en él, aunque en verdad, Nekker le demostró a la vida que siempre fue un hombre muy valiente. Valiente para resistir una suma de años tristes e inciertos conviviendo con los fantasmas de sus amados hijos. Valiente para trabajar sin descanso con la intención de mantener su mente ocupada y no recordar los días de búsqueda en comisarías y cuarteles buscando en vano a los chicos. Valiente para no resignarse y seguir esperándolos, Valiente para cuidar a su mujer enferma con amor incondicional. Nekker cuenta con ese valor que habitaba en su interior y jamás lo abandonó, porque gracias a él pudo sobrellevar dignamente su infortunada existencia .
La lancha tripulada por "Peligro" avanza raudamente sobre las aguas que cubren las calles. Ha encendido el reflector para guiarse con más seguridad y sortear los muchos obstáculos que aparecen en su alocada huída. Porreta mira insistentemente hacia atrás, los dos delincuentes navegan en silencio y tanto "Peligro" como su cómplice aún no logran salir de su asombro, han sido sorprendidos y atacados con fiereza, una verdadera emboscada, donde dos de sus compinches quedaron malheridos en lo alto de la casa que intentaban asaltar ¿Estarán muertos? se pregunta. El miedo lo invade, se siente un cobarde que optó por huir abandonando a sus hombres. Ha perdido su sensación de omnipotente, sabe que ahora cualquier infeliz con un arma puede hacerle frente y eso cambia las cosas. No sabe que hacer ni hacia donde ir, un tronco de árbol a la deriva golpea con fuerza el casco de la lancha y milagrosamente no la hace naufragar. "Peligro" maldice a Porreta por no prestar atención al timón. A unos cien metros distinguen la luz de otra lancha que avanza en su misma dirección.
-¡Cuidado! pueden ser canas.
-¿Que hacemos? dice Porreta.
-¡Hagámonos los boludos, escondámos las armas!
-¿Y si nos paran?
-Si nos paran y se ponen hinchapelotas, los cagamos a tiros y rajamos responde "Peligro".
La embarcación que se aproxima está tripulada por gente de prefectura Naval. A bordo, hay tres miembros de la fuerza, un médico y tres personas rescatadas. La embarcación aminora su marcha, se pone a la par y dirige el reflector hacia la lancha de los delincuentes .El oficial al mando les pregunta si necesitan algo. "Peligro" le responde que van a buscar a unos amigos sitiados en un barrio cercano, y que está todo bien. El oficial les dá unas recomendaciones y no hace más preguntas. Porreta ha ocultado la ametralladora bajo su capote de lluvia y no deja de apuntar a la embarcación que está a pocos metros, finalmente se despiden y las dos lanchas siguen su trayecto.
El capitán Castillo descansa en su departamento del edificio en torre, y ahora está profundamente dormido. El doctor Marino ha quedado a cargo del control general del edificio. Todo está en una calma aparente, aunque Marino coincidiendo con Castillo también piensa que el temporal seguirá por unos cuantos días más y habrá que intentar salir del lugar en procura de ayuda para intentar conseguir alimentos y agua potable. No hay problemas serios de salud entre los habitantes sitiados en ese lugar, salvo dos casos de señoras con crisis nerviosas que están controladas por él mismo. El más grave es el de la esposa del ex comisario Vélez que es contenida con tranquilizantes inyectables. El médico recorre los distintos pisos escasamente iluminados por lámparas de emergencia que alimenta el generador que aún funciona. Piensa que la decisión de Castillo de cortar el agua corriente fue acertada, ahora el también está convencido que en efecto las aguas han sufrido algún tipo de alteración extraña y se alimentan con materias orgánicas de seres humanos. La teoría del líquido atraído por sangre de personas se confirma plenamente con lo que ha visto. Calcula que posiblemente las cañerías conduzcan hacia algún núcleo ávido de carne y obstruir el paso del agua fue un bloqueo acertado que de alguna manera pone fuera de peligro a los sobrevivientes del edificio. El cansancio se ha apoderado de Marino, siente que su cuerpo le pesa y teme por los días venideros. A través de las radios ha escuchado que el caudal de agua ha aumentado en forma considerable y eso pone en riesgo las difíciles tareas de salvataje de la gente que ha quedado aislada en los barrios de la ciudad inundada. A pesar de su optimismo, el médico no puede apartar de su mente agotada que en cualquier momento algo fatal ocurrirá. Si bien no cree en cuestiones místicas, analiza que este fenómeno sobrenatural proviene de una decisión suprema. Quizás sea un castigo muy duro que Dios ha enviado sobre una ciudad desgastada, poblada de vicios y con un alto porcentaje de miserias humanas. En una hora, Castillo lo relevará, pronto amanecerá nuevamente, aunque el sol seguirá ausente, por ahora lo que más desea es tomar una taza de café bien caliente junto a su esposa.
En el cuarto piso, el matrimonio formado por Sebastián y Lorena Diez descansa en el dormitorio principal. En un cuarto de la vivienda, Analía su única hija no puede conciliar el sueño, la chica tiene diecisiete años. Sus padres son jóvenes y ambos no llegan a los cuarenta, Analía está molesta por la prohibición de utilizar el agua de las canillas y yá lleva dos días sin poder bañarse. Sus padres no han hecho caso a sus protestas reiteradas convenciéndola que esto es una órden provisoria y que pronto todo volverá a la normalidad. El edificio cuenta con un sistema de conductos que aportan aire acondicionado a todos los sectores de la torre. Esos conductos recorren los distintos pisos y están ubicados sobre el cielorraso de yeso. Un sonido similar a un murmullo recorre esos caños rectangulares de aluminio, nadie se ha percatado hasta el momento de esos ruidos particularmente extraños. Marino está recorriendo el cuarto piso cuando algo le llama la atención; Sobre su cabeza escucha con claridad chillidos y movimiento constante. Aunque la iluminación es poca, le basta para seguir observando el cielorraso. Analía Diez camina ahora hacia la cocina de su departamento, tiene ganas de tomar un café. Con sorpresa observa que sobre la mesa hay restos pequeños de comida diseminados, también vé que han caído en el piso, recuerda que hace unas horas en ese lugar había una torta hecha por su madre y que la había cubierto con un mantel. Sin salir de su asombro mira hacia todas partes buscando alguna explicación, solo escucha chillidos y movimientos en la alacena. Sin dudarlo, abre la puerta del mueble instalado sobre la cocina. El grito aterrador sobresalta al matrimonio Diez, Sebastián, salta de la cama y corre hacia el lugar de donde provienen los gritos.
Ratas de gran tamaño están mordiendo salvajemente el rostro de la chica. La visión es espantosa, Analía grita poseída por el dolor y miedo. Algunos roedores se han subido en la espalda de la joven y permanecen allí mordiéndola rabiosamente. Sebastián intenta arrancar a las ratas valiéndose de sus manos, pero las alimañas al verlo, se arrojan dobre él atacándolo con furia. Su hija está bañada en sangre y sus alaridos no cesan, el hombre lucha desesperado por quitarse de encima a los pestilentes monstruos que embriagados de sangre siguen arrancando trozos de carne de sus manos y piernas. La joven intenta correr pero no lo logra, cae violentamente sobre el piso, se arrastra frenéticamente con las alimañas clavando sus dientes en distintas partes del cuerpo. Su padre comienza a golpear con una sartén a los roedores hambrientos, lucha denodadamente intentando sacar a su hija de allí. Algunas ratas han sido estrelladas contra las paredes de la cocina, el hombre se abre paso dando golpes y puñetazos a diestra y siniestra. Los chillidos se multiplican, ya está junto a la jóven y logra tomarla entre sus brazos. A todo esto, Lorena su esposa, presa de la desesperación ha salido a pedir ayuda a sus vecinos. El primero en acudir en su auxilio es el doctor Marino que ingresa decidido a la cocina y armado con un palo de escoba la emprende contra los roedores. Ya Sebastián ha logrado sacar a su hija del lugar, una de las ratas intenta avanzar hacia el pasillo , pero la señora Roberts, una vecina del piso superior la aplasta con un certero golpe de pala. Esta mujer no se amedrenta y sigue dando palazos a los roedores que se desbandan por distintos lugares del departamento. El doctor Marino cierra la puerta de la cocina, asegurándose antes que nadie haya quedado en el lugar. El médico corre en ayuda de la joven Analía que yace desmayada y cubierta de sangre en una parte del pasillo central. Sus padres están junto a ella, la señora Roberts aún empuña su pala ensangrentada y se quita el sudor de la frente. ¡Vámos a mi departamento ahora mismo! dice el doctor Marino. El capitán Castillo es despertado por uno de los vecinos quien alarmado, le informa de lo ocurrido en el piso de la familia Diez. Rápidamente llega a la vivienda de Marino y allí puede ver a la chica y a su padre que son atendidos por el médico. La joven ha recuperado el conocimiento y se le aplicó un calmante y antibióticos para aliviar el intenso dolor producido por las graves mordeduras que han causado estragos en varias partes de su cuerpo.