martes, 6 de mayo de 2008

CANIBAL TANGO

"Peligro" siente que está al límite de sus fuerzas, ignora que su secuaz Porreta ha muerto, solo la piel deshecha del delincuente, al igual que sus huesos permanecieron dando vueltas por pocos instantes en la agitada superficie acuática hasta desaparecer tragadas por el voraz embudo del remolino. El cartel indicador de calles, al que se mantiene aferrado“Peligro”, se está balanceando movido por la fuerza de las aguas, la cornisa del local donde funcionaba una farmacia, es su única vía de escape. Respira hondo, trata de serenarse, tiene que emplear toda la energía en su intento por ganar la saliente. Más truenos, más relámpagos se suceden en medio de la lluvia torrencial, el delincuente se incorpora y posa sus piés sobre las estructuras de hierro que apoyaban las dos planchas que indicaban el nombre de las respectivas calles, extiende sus manos y salta hacia el borde de cemento, tiene éxito, una de sus manos logró afirmarse a la saliente, ahora logra apoyar su pierna derecha y en un último gran esfuerzo, logra finalmente su cometido. Ya en la seguridad de la saliente salvadora, se acuesta boca abajo intentando reponerse, mira hacia la oscura calle con sorpresa vé que ya no hay allí señales del remolino. Un frío insoportable invade su ropa y cuerpo mojado, se incorpora y comienza a caminar por esa cornisa que tiene casi un metro y medio de ancho. Todas las persianas de ese planta alta están cerradas, nota que son sólidas aberturas de metal muy habituales en los edificios antiguos pero "Peligro" no se amilana, sabe que no le será difícil forzar alguna ventana e ingresar al interior de algún departamento. Le parece un milagro haber sobrevivido al extraño remolino, también ignora el final atroz que tuvo Porreta. A medida que hace su recorrido , vá tocando las persianas, notando que las tres que ha chequeado, están fuértemente aseguradas por dentro. El ruido de la tormenta no le impide oir ahora que desde algún lugar, proviene el sonido inconfundible de música de tango. Camina despacio hacia la esquina de la edificación, allí hay un ventanal muy amplio que increíblemente, a través de sus cristales y una cortina clara, casi transparente le permite ver el interior de un living amplio e iluminado apenas por luz de velas. ¡Aquí hay vida, gente! piensa, y sin vacilar comienza a golpear con sus nudillos el ventanal. Alguien se mueve adentro de esa sala, "Peligro" golpea nuevamente, esta vez con más fuerza, la figura toma una de las velas encendidas y se está acercando, el delincuente no puede creer que alguien acuda en su auxilio. Distingue a una mujer que lo mira asombrada desde adentro, el delincuente le suplica que le abra, la mujer parece vacilar, pero a los pocos segundos, deja la vela sobre un mueble y con sus dos manos, procede a abrir las hojas del ventanal. La mujer está abrigada con un tapado de piel, "Peligro" apenas puede apreciar su rostro, la vista se le nubla y pierde el conocimiento.
En este mismo instante, Sonia Scheffeld ha despertado del sueño profundo causado por las pastillas que le dio Alfredo Reiner minutos antes de iniciar éste su frustrado robo a la casa de cambio de Pizarro. La mujer no logra calmar su estado nervioso. Los truenos, relámpagos y la fuerte lluvia que golpea constante contra los ventanales de su departamento le generan un pánico difícil de controlar. Las luces de emergencia instaladas en los distintos ambientes de la vivienda le brindan alivio, ya que no podría soportar la constante oscuridad reinante. Sonia va hasta su habitación en procura de más ansiolíticos, le preocupa no tener noticias de Alfredo, ha intentado varias veces llamarlo a su teléfono móvil, pero los sistemas de comunicación siguen enmudecidos. Teme que algo malo le esté pasando, también ha mirado insistentemente hacia las ventanas del primer piso de la casa de cambio buscando alguna señal de Alfredo, pero ha visto que no hay allí ninguna señal de vida. Piensa; ¿Y si cruzara la calle tal como lo hizo Alfredo? En este momento Sonia no tiene idea de la magnitud de la catástrofe que azota la Capital Federal, ignora que en las últimas horas la calle se ha convertido en un río profundo y despiadado donde las aguas continúan creciendo minuto a minuto.
Tampoco ha percibido ninguna señal de vida en los edificios vecinos. Lamentablemente, su negocio y su departamento están ubicados en una zona netamente comercial. La imagen de Alfredo viene a su mente en forma constante, ¡ cuanto daría por verlo aparecer sano y salvo regresando a ella! Este sería el único favor que le pediría a Dios, jamás en toda su existencia había pedido milagro alguno, Posiblemente porque siempre había creído solo en lo que veía y permaneció totalmente escéptica de la presencia de un ser superior y piensa; ¿Si Dios existiera en verdad porqué nos está sucediendo esto? Intuía que algo malo le había sucedido a Alfredo y por primera vez se daba cuenta que estaba totalmente sola, desamparada y con escasas esperanzas de sobrevivir. Alfredo a quien desde el comienzo había visto como a un tipo insignificante, se había transformado a partir de su debacle anímica y económica en la única persona que le brindaba contención y amor genuino en momentos tan difíciles para ella. Desconoce todo lo que ha sucedido en la casa de cambio, jamás imaginaría que Alfredo, desafiando el torrente líquido había cruzado la calle e ingresado al edificio de enfrente con el propósito de saquear las cajas y obtener un botín que les permitiera irse de Argentina y pasar juntos los últimos años de sus vidas para empezar de nuevo en un sitio tranquilo.
Sonia está muy lejos saber como fue el trágico final de Alfredo, y nunca llegará a enterarse que allí nomás, a pocos metros de su departamento, en el tanque de agua del edificio de la casa de cambio, hay un bolso que flota junto a los despojos del vigilador. Un bolso repleto de dinero y joyas que posiblemente no sea encontrado jamás, un triste tesoro oculto entre cientos de bienes materiales sepultados, inutilizados y perdidos que resultaron totalmente inservibles a la hora del gigantesco naufragio. Sonia siente que no podrá soportar mucho tiempo más en su deplorable estado físico y mental. En su memoria están los pasajes de una década de brillo y placeres fugaces que solo le han dejado un sabor amargo en el alma. Tiempos de una argentina de utilería donde el país vivió inició una inexorable caída que arrastró a millones de habitantes a un abismo de impotencia y anarquía. A principios de los noventa, se hizo creer con fuertes campañas publicitarias que éste era un país del primer mundo y Sonia estaba entre los pocos elegidos que habían ingresado por las puertas de la gran fiesta del facilismo nacional, muchos supieron sacarle ventajas a este pantagruélico banquete y aprovecharon muy bien el dólar barato, la agonía y muerte de la industria nacional y el imperio de la reinante y contagiosa estupidez colectiva. La mujer se sentía un náufrago más. La realidad cruel había caído sobre su frágil humanidad con la misma fuerza del derrumbe de un edificio. Ella al igual que el resto de los sobrevivientes, estaba muy lejos de conocer que a través de las cañerías diseminadas en tramos kilométricos en toda la ciudad y alrededores, en ese mismo instante estaban transitando a increíble velocidad las serpientes líquidas que han invadido la gran urbe con el objetivo de succionar carne humana.
La cacería del líquido caníbal se multiplica a cada segundo. No hay demasiado tiempo, tampoco alimentos ni esperanza de socorro alguno, son muy pocos los grupos de salvataje organizados abocados noche y día al rescate de las víctimas. Los escasos medios y personal disponible hacen lenta y dificultosa la ayuda a los miles de seres humanos que permanecen sitiados. Sonia Scheffeld está vencida por las circunstancias, piensa que debe animarse y cruzar la calle tratando de alcanzar la vereda de enfrente y encontrarse con Alfredo. También es conciente que es una decisión peligrosa y demasiado temeraria para alguien tan frágil como ella. El torrente líquido que surca la calle es rápido, el nivel de las aguas ha crecido y también su potencia. Sonia ha resuelto salir por la entrada de su local de la planta baja, el ruido estremecedor que producen las aguas aceleradas le provoca miedo, miedo que debe vencer. Respira despacio tratando de controlar los acelerados latidos de su corazón, cuando abre la puerta que accede a la calle, es empujada hacia atrás y cae de espaldas sobre el líquido que ha inundado por completo su local, ahora la invasión acuática en el sitio es abundante, Sonia con el agua a la altura de su pecho, intenta mantenerse a flote, moviendo manos y piernas con desesperación pero la bravura del río urbano la impulsa como si fuera una hoja de papel, sin posibilidad alguna de resistirse se deja llevar por la aguas resignadamente.
Es posible que Dios o el destino, hayan posicionado a un bote de la Armada, que amarrado a una columna de alumbrado se encuentra en este momento a unos cincuenta metros del sitio logrando rápidamente rescatar a Sonia, cuando estaba a punto de morir ahogada. Un suboficial le practica los primeros auxilios, ha ingerido mucha agua pero por fortuna no ha resultado lastimada. Increíblemente Sonia está a salvo, los marinos lograron recuperarla a tiempo, ahora respira normalmente, una mujer la tapa con una manta y allí se percata que a bordo de esa embarcación hay unas diez personas que al igual que ella han sido socorridas en ese sector. El bote se pone en marcha con la misión de trasladar a los náufragos para que sean atendidos en uno de los tantos centros de emergencia montados en diferentes lugares de la Capital. Sonia despierta más tarde en un sitio repleto de hombres, mujeres y niños que han logrado sobrevivir. Ahora, con ropas secas y el calor reinante en el lugar se siente protegida e intenta cerrar los ojos para descansar, dormir y evadirse aunque sea por unas horas de todo lo que le ha tocado padecer.
Un helicóptero de la fuerza aérea aterriza en la pista del helipuerto de un edificio elegido como uno de los puntos clave del llamado "Comité de Catástrofes", cuando la máquina se detiene, tres hombres de civil y una mujer descienden rápidamente de la misma. Los rotores de la aeronave, generan un fuerte viento que hace mucho más tétrica la escena en lo alto de la ciudad. Ni bien los pasajeros ingresan en el edificio, el helicóptero se eleva nuevamente y se pierde con un fuerte sonido en la noche oscura y lluviosa. La edificación es privada y la torre está compuesta por veinticuatro pisos que han sido construidos con la máxima tecnología y confort. Allí habitan los empresarios más ricos y poderosos del país rodeados de sofisticados sistemas de seguridad contra robos y emergencias, la puerta de acceso al helipuerto se ha cerrado, los recién llegados tienen sus ropas totalmente mojadas y muestran rostros de cansancio. Dos hombres con uniformes militares de fajina, los estaban aguardando y ellos mismos les ofrecen secarse y cambiar sus abrigos empapados por ropa seca, propuesta que es aceptada sin titubeos. La sala es amplia y está iluminada por luces de emergencia, una mesa rectangular y maciza ocupa gran parte del recinto. Unos quince hombres están sentados a su alrededor y hablan en voz alta. Diez de estas personas, visten diferentes uniformes pertenecientes a Marina, Prefectura Naval, Ejército, Gendarmería, Aeronáutica y Policía Federal.

No hay comentarios: