El capitán Castillo está exhausto, los hechos que están ocurriendo en la torre han superado ampliamente su capacidad de respuesta como para dar batalla a dos enemigos de tamaña peligrosidad; Las ratas y el líquido carnívoro. Su intuición le indica que ahora las alimañas se están moviendo cómodamente y en grandes cantidades por todos los conductos de aire del edificio, presiente que están allí a escasos metros y esperando ansiosas el momento de romper las rejillas que facilitan el acceso del aire frío o el calor para ingresar en tropel , atacar a los sobrevivientes y devorarlos brutalmente. Piensa que las ratas están utilizando esta táctica en todas las edificaciones existentes en la sitiada Buenos Aires pero; ¿Cómo detenerlas?, también está seguro que intentar un escape a través de las calles inundadas, sería una muerte segura y una poco probable posibilidad de ser auxiliado. Solo un lanzallamas podría resultar un arma efectiva para contener y exterminar a los roedores hambrientos, un elemento imposible de obtener en estos tiempos. Todos los hombres y mujeres de la torre han decidido llevar consigo palos de todo tipo, desde bates de beisbol hasta gruesas patas de mesas de madera, creen que todo servirá en el momento de pelear contra las asquerosas ratas, el doctor Marino interrumpe sus pensamientos.
-Capitán, ¿como vé usted la posibilidad de reunirnos todos los sobrevivientes de la torre y
atrincherarnos en un piso determinado?, podríamos defendernos mejor si estámos todos
juntos y en un mismo lugar.
-No es mala idea doctor, pero si hacemos eso, es muy factible que aceleremos nuestro final, no
olvide que las ratas saben todos nuestros movimientos y al agruparnos, también le estamos
dando la posibilidad de centralizar su ataque masivo en un único sitio, porque sabemos que
han descubierto que las vías de ventilación son su "caballo de Troya" y llegado el momento
solo tendrán que romper las rejillas y hacernos pedazos, responde Castillo que
mira permanentemente hacia los cielorrasos. El militar está plenamente convencido que la
acción de los roedores será rápida y todo terminará en contados segundos. Ahora le pide al
doctor Marino que lo acompañe un momento hasta su departamento.
Marino acepta la invitación, aunque está intranquilo, su esposa Ana ha quedado junto a Alejandra Vélez y el dolorido matrimonio Diez.
-Será solo un minuto, doctor, le dice Castillo.
Ya en el interior del departamento del militar, el doctor Marino ha ingresado con Castillo a la sala que el ex combatiente de la guerra de Malvinas ha dispuesto allí como un sitio dedicado a la epopeya que en 1982, lo tuvo como a uno de sus principales protagonistas, también hay fotos de Castillo junto a sus compañeros de batallón, otras imágenes muestran el momento del regreso de quienes habían sobrevivido a la batalla y distintas escenas de Castillo junto a su difunta esposa. Un retrato al óleo prolijamente enmarcado de la hermosa mujer ocupa un lugar destacado en el recinto. El capitán abre un mueble y extrae dos pistolas con sus respectivos cargadores, una de estas armas se la entrega a Marino.
-¡Tómela doctor, nunca se sabe, pero...Llegado el momento, puede hacer falta!
El médico ha entendido el mensaje, toma la pistola con sus dos manos y mirándo a Castillo le dice: -Jamás en mi vida usé un arma, explíqueme cómo se acciona ésta, por favor.
A todo esto, muy lejos de allí, entre la bruma espesa e impreganada de toxicidad, la lluvia incesante y el insoportable olor que despiden las aguas altamente contaminadas en el centro asistencial de la villa donde se encuentra el padre Marinello, la doctora Elena, su colega Beguet más una considerable cantidad de refugiados, algunos de ellos con afecciones y dolencias graves, la balsa fabricada por Indalesio Peral, está siendo puesta a prueba. La embarcación ha sido amarrada al edificio y Peral es la única persona que se encuentra a bordo comprobando la resistencia del "Arca". El padre Marinello , el doctor Beguet y un grupo de las personas allí alojadas, están mirando las maniobras del entusiasmado Peral encaramado a su extraña balsa. Ahora Peral, con un ágil salto ingresa al edificio y dirigiéndose al sacerdote le dice:
-El "Arca" está lista padre, ahora hay poco viento y es el momento justo como para que nos
pongamos en movimiento.
-Te noto muy seguro con tu balsa Indalesio, ahora hay que decidir rápidamente a quienes te van
a acompañar en el viaje.
-Solo debe ser doce personas padre, no más, responde Peral.
El padre Marinello está dudando, sin dejar de tocar el rosario que lleva permanentemente colgado de su cuello, piensa a quienes elegir para que ocupen "el Arca", la doctora Elena está demasiado enferma como para ser consultada, la idea del doctor Beguet es trasladar en la improvisada embarcación a los enfermos más comprometidos, la gente que necesita atención inmediata , algo que allí ya no están en condiciones de brindarles ante la escasez de medicinas y las precarias condiciones sanitarias. El padre Marinello ha ido a buscar al doctor Beguet para que lo ayude a confeccionar la lista de las personas que irán en la balsa.
-¡Pero...No veo su nombre en esta lista doctor, dice el religioso mirando a Beguet.
-Este es mi lugar, padre. Aquí me quedaré hasta el final y por favor, le pido que no trate de
convencerme de lo contrario, es una decisión tomada.
El sacerdote mira hacia la masa acuática. La jornada es tan oscura y fría como las anteriores, la balsa tiene en su centro un mástil alto con una pequeña bandera argentina en lo alto, ahora "el Arca", parece agitarse un poco más. Marinello sabe que no hay tiempo que perder, tampoco quiere discutir con el doctor Beguet, a quién además de haberle tomado gran cariño, también respeta mucho, tanto en lo profesional como en lo humano.
-Está bien doctor, si usted opina que la doctora Elena debe ser embarcada, tenemos que ultimar
los preparativos para que tanto ella como el resto de las personas designadas viajen bien
abrigadas y protegidas, dice el sacerdote.
-Le pedí a Indalesio que arme una carpa en el centro de la balsa, hay espacio suficiente como
para instalar allí una pequeña estructura techada y recubierta por lonas, es fundamental que
allí sean ubicados y asegurados los pacientes que no pueden valerse por sí mismos, dice el
doctor Beguet.
La doctora Elena continúa bajo los efectos de la fiebre, su estado físico es delicado, lo mismo sucede con el doctor Beguet, que aunque intente disimularlo, también está debilitado y al límite de sus fuerzas, al igual que el estado de salud del padre Marinello que tampoco es óptimo y muestra todos los síntomas de una anemia.
La carpa ya ha sido montada por Peral y sus colaboradores. Ahora una tabla que sirve de puente, permite que por allí sea conducido el grupo de personas que están ocupando su lugar el "el Arca". El tétrico horizonte se ilumina constantemente por efecto de los relámpagos. La embarcación es ahora revisada por el padre Marinello que ha dispuesto que se lleven a bordo más raciones de comida, agua potable y también ropa de abrigo. La doctora Elena ha sido ubicada en uno de los seis catres que se instalaron en la carpa de la balsa ha despertado y está viendo frente a ella los rostros del sacerdote y el doctor Beguet que se encuentran a su lado.
-¿Donde estoy? pregunta Elena.
-Estás en el "Arca", querida colega, le dice Beguet, mientras la toma de su mano.
-No te esfuerces en hablar hija, decidimos que ocupes un lugar en esta balsa para que hagas un
largo viaje en la primera clase de este crucero, le pide el sacerdote con una sonrisa.
El viento cobra más fuerza y la embarcación es sacudida por las aguas. El padre Marinello besa la frente de la doctora, lo mismo hace Beguet que no puede evitar las lágrimas. Elena intenta incorporarse, quiere resistirse a hacer ese viaje ¿Porqué la están evacuando? piensa. Que será del resto de la gente que quedará en ese lugar donde resistieron tanto tiempo, la cabeza le duele al igual que su cuerpo, se siente sin fuerzas, los ojos le pesan demasiado, los cierra y comienza a llorar embargada por la tristeza y la impotencia de sentirse débil e incapaz de incorporarse y regresar al centro de asistencia para seguir cumpliendo con su misión.
Indalesio Peral pide que retiren la pasarela y suelten el cabo del "Arca" que empieza a moverse. Los encargados de manejar los largos remos están maniobrando en forma coordinada para iniciar la incierta y arriesgada travesía.
-Capitán, ¿como vé usted la posibilidad de reunirnos todos los sobrevivientes de la torre y
atrincherarnos en un piso determinado?, podríamos defendernos mejor si estámos todos
juntos y en un mismo lugar.
-No es mala idea doctor, pero si hacemos eso, es muy factible que aceleremos nuestro final, no
olvide que las ratas saben todos nuestros movimientos y al agruparnos, también le estamos
dando la posibilidad de centralizar su ataque masivo en un único sitio, porque sabemos que
han descubierto que las vías de ventilación son su "caballo de Troya" y llegado el momento
solo tendrán que romper las rejillas y hacernos pedazos, responde Castillo que
mira permanentemente hacia los cielorrasos. El militar está plenamente convencido que la
acción de los roedores será rápida y todo terminará en contados segundos. Ahora le pide al
doctor Marino que lo acompañe un momento hasta su departamento.
Marino acepta la invitación, aunque está intranquilo, su esposa Ana ha quedado junto a Alejandra Vélez y el dolorido matrimonio Diez.
-Será solo un minuto, doctor, le dice Castillo.
Ya en el interior del departamento del militar, el doctor Marino ha ingresado con Castillo a la sala que el ex combatiente de la guerra de Malvinas ha dispuesto allí como un sitio dedicado a la epopeya que en 1982, lo tuvo como a uno de sus principales protagonistas, también hay fotos de Castillo junto a sus compañeros de batallón, otras imágenes muestran el momento del regreso de quienes habían sobrevivido a la batalla y distintas escenas de Castillo junto a su difunta esposa. Un retrato al óleo prolijamente enmarcado de la hermosa mujer ocupa un lugar destacado en el recinto. El capitán abre un mueble y extrae dos pistolas con sus respectivos cargadores, una de estas armas se la entrega a Marino.
-¡Tómela doctor, nunca se sabe, pero...Llegado el momento, puede hacer falta!
El médico ha entendido el mensaje, toma la pistola con sus dos manos y mirándo a Castillo le dice: -Jamás en mi vida usé un arma, explíqueme cómo se acciona ésta, por favor.
A todo esto, muy lejos de allí, entre la bruma espesa e impreganada de toxicidad, la lluvia incesante y el insoportable olor que despiden las aguas altamente contaminadas en el centro asistencial de la villa donde se encuentra el padre Marinello, la doctora Elena, su colega Beguet más una considerable cantidad de refugiados, algunos de ellos con afecciones y dolencias graves, la balsa fabricada por Indalesio Peral, está siendo puesta a prueba. La embarcación ha sido amarrada al edificio y Peral es la única persona que se encuentra a bordo comprobando la resistencia del "Arca". El padre Marinello , el doctor Beguet y un grupo de las personas allí alojadas, están mirando las maniobras del entusiasmado Peral encaramado a su extraña balsa. Ahora Peral, con un ágil salto ingresa al edificio y dirigiéndose al sacerdote le dice:
-El "Arca" está lista padre, ahora hay poco viento y es el momento justo como para que nos
pongamos en movimiento.
-Te noto muy seguro con tu balsa Indalesio, ahora hay que decidir rápidamente a quienes te van
a acompañar en el viaje.
-Solo debe ser doce personas padre, no más, responde Peral.
El padre Marinello está dudando, sin dejar de tocar el rosario que lleva permanentemente colgado de su cuello, piensa a quienes elegir para que ocupen "el Arca", la doctora Elena está demasiado enferma como para ser consultada, la idea del doctor Beguet es trasladar en la improvisada embarcación a los enfermos más comprometidos, la gente que necesita atención inmediata , algo que allí ya no están en condiciones de brindarles ante la escasez de medicinas y las precarias condiciones sanitarias. El padre Marinello ha ido a buscar al doctor Beguet para que lo ayude a confeccionar la lista de las personas que irán en la balsa.
-¡Pero...No veo su nombre en esta lista doctor, dice el religioso mirando a Beguet.
-Este es mi lugar, padre. Aquí me quedaré hasta el final y por favor, le pido que no trate de
convencerme de lo contrario, es una decisión tomada.
El sacerdote mira hacia la masa acuática. La jornada es tan oscura y fría como las anteriores, la balsa tiene en su centro un mástil alto con una pequeña bandera argentina en lo alto, ahora "el Arca", parece agitarse un poco más. Marinello sabe que no hay tiempo que perder, tampoco quiere discutir con el doctor Beguet, a quién además de haberle tomado gran cariño, también respeta mucho, tanto en lo profesional como en lo humano.
-Está bien doctor, si usted opina que la doctora Elena debe ser embarcada, tenemos que ultimar
los preparativos para que tanto ella como el resto de las personas designadas viajen bien
abrigadas y protegidas, dice el sacerdote.
-Le pedí a Indalesio que arme una carpa en el centro de la balsa, hay espacio suficiente como
para instalar allí una pequeña estructura techada y recubierta por lonas, es fundamental que
allí sean ubicados y asegurados los pacientes que no pueden valerse por sí mismos, dice el
doctor Beguet.
La doctora Elena continúa bajo los efectos de la fiebre, su estado físico es delicado, lo mismo sucede con el doctor Beguet, que aunque intente disimularlo, también está debilitado y al límite de sus fuerzas, al igual que el estado de salud del padre Marinello que tampoco es óptimo y muestra todos los síntomas de una anemia.
La carpa ya ha sido montada por Peral y sus colaboradores. Ahora una tabla que sirve de puente, permite que por allí sea conducido el grupo de personas que están ocupando su lugar el "el Arca". El tétrico horizonte se ilumina constantemente por efecto de los relámpagos. La embarcación es ahora revisada por el padre Marinello que ha dispuesto que se lleven a bordo más raciones de comida, agua potable y también ropa de abrigo. La doctora Elena ha sido ubicada en uno de los seis catres que se instalaron en la carpa de la balsa ha despertado y está viendo frente a ella los rostros del sacerdote y el doctor Beguet que se encuentran a su lado.
-¿Donde estoy? pregunta Elena.
-Estás en el "Arca", querida colega, le dice Beguet, mientras la toma de su mano.
-No te esfuerces en hablar hija, decidimos que ocupes un lugar en esta balsa para que hagas un
largo viaje en la primera clase de este crucero, le pide el sacerdote con una sonrisa.
El viento cobra más fuerza y la embarcación es sacudida por las aguas. El padre Marinello besa la frente de la doctora, lo mismo hace Beguet que no puede evitar las lágrimas. Elena intenta incorporarse, quiere resistirse a hacer ese viaje ¿Porqué la están evacuando? piensa. Que será del resto de la gente que quedará en ese lugar donde resistieron tanto tiempo, la cabeza le duele al igual que su cuerpo, se siente sin fuerzas, los ojos le pesan demasiado, los cierra y comienza a llorar embargada por la tristeza y la impotencia de sentirse débil e incapaz de incorporarse y regresar al centro de asistencia para seguir cumpliendo con su misión.
Indalesio Peral pide que retiren la pasarela y suelten el cabo del "Arca" que empieza a moverse. Los encargados de manejar los largos remos están maniobrando en forma coordinada para iniciar la incierta y arriesgada travesía.
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