jueves, 8 de mayo de 2008

COMANDOS

Los cinco restantes dan toda la apariencia de ser policías vestidos de civil, cuando los recién llegados irrumpen en el lugar la mayoría de los presentes se ponen de pié y saludan informalmente desde sus respectivos lugares. Los rostros adustos muestran signos de fatiga y preocupación. En la cabecera de la mesa un militar de unos cincuenta y cinco años con cabello canoso y mediana estatura ostenta en su uniforme algunas condecoraciones y galones con grado de general del ejército. Con una sonrisa leve y un ademán señala las sillas invitándo a los recién llegados a ponerse cómodos , detrás del militar hay un gran plano de la ciudad lleno de alfileres con banderitas adheridas que parecen indicar la situación de cada uno de los barrios y sectores señalizados con distintos colores.
-Gracias por venir, no podíamos decidir nada sin antes hablar con ustedes. Todos los aquí
presentes estamos ansiosos por informarles quienes somos y el motivo de esta reunión dice el general. Un soldado entra al recinto portando una bandeja conteniendo humeantes tazas de café, sobre la mesa hay tres termos de aluminio y varios pocillos vacíos, el general continúa hablando.
-Soy el general Martín Wosfeller, los aquí reunidos hemos formado un comando de emergencia
nacional independiente que por ahora no responde a ningún gobierno, solo hemos decidido
actuar por propia voluntad formando espontáneamente este "Comité de Emergencia"
integrado por miembros de las distintas fuerzas de seguridad disponibles.
Los recién llegados lo miran sorprendidos, el general adivina esta inquietud y observado esto continúa con su alocución.
-Ustedes bien saben que Buenos Aires está sufriendo una catástrofe de grandes proporciones y
lo más preocupante es la anarquía reinante en todo el ámbito de la ciudad y alrededores donde se están produciendo gran número de asaltos violentos, saqueos de comercios y viviendas particulares. Evidentemente todo está fuera de control y nosotros tememos que el caos generalizado, sumado a esta inexplicable catástrofe climatológica terminará definitivamente con cientos de miles de ciudadanos abandonados a su suerte que morirán de hambre o ahogados.
La periodista lo escuchó atentamente, bebió un sorbo de café y respetuosamente levantó su mano derecha pidiendo la palabra, el general hizo un gesto afirmativo.
-General, ¿quiere decir usted que este es un comando militar que tomará decisiones propias?
Wosfeller la miró con calma y respirando profundo le responde:
-Señora Aspiazu, conocemos perfectamente su trayectoria como periodista seria, confiable y que en cada uno de sus artículos ha respondido siempre a los intereses de la verdad, por esa razón la
hemos invitado a venir para que conozca en detalles nuestro plan de acción, solo quisimos preservar la posición de este improvisado cuartel secreto, pero no tenemos inconveniente en que usted registre desde este mismo momento, todo lo que aquí se hable o determine.
La periodista buscó en su bolso un pequeño grabador MP3, que siempre lleva consigo y lo coloca sobre la mesa. Otro de los recién llegados, Darío Ramos, un joven periodista de televisión de unos treinta y cinco años que parecía estar más nervioso que el resto de sus compañeros pregunta:
-¿Dígame general, acaso estamos ante un intento de golpe de estado?
El general, dejó su pocillo de café sobre la mesa y mirando al joven le responde:
-Definitivamente nó estimado periodista, esto no es precisamente un golpe de estado es una
actitud sincera, histórica y decidida a unir a las fuerzas armadas para accionar con toda su
capacidad operativa declarando una guerra sin cuartel contra los depredadores internos y
externos, que aprovechando este desastre sin precedentes se mueven impunemente a través
de la ciudad sitiada e indefensa.
-¿A quienes quiere combatir general? pregunta la periodista.
-El doctor Héctor Miralles, que está aquí presente, tiene una información muy seria y
preocupante sobre el proceder de un enemigo invisible y poderoso que ya ha dado muerte a
miles de personas y estos terribles e inexplicables sucesos deben ser abortados cuanto antes.
-General, nuestro país está en democracia, ¿no cree usted que está yendo demasiado lejos
con estas suposiciones tan poco probables? pregunta Ramos.
-Mire, señor Ramos, nada de lo que ustedes van a escuchar es producto de fantasías,
suposiciones o intentos de imponer un gobierno de facto utilizando la fuerza, responde el
general Wosfeller.
-¿Porqué no esperar que pueda llegar ayuda de capitales no afectadas por la catástrofe o países
limítrofes, antes de tomar alguna decisión riesgosa y apresurada? insiste Ramos.
-Estamos seguros que las provincias ya están enviando víveres, agua, medicamentos y ropa
hacia Buenos Aires, pero insisto que las fuerzas armadas tenemos que adelantarnos y tratar de
terminar con la amenaza asesina antes que continúen muriendo más personas, replíca el
general.
-¿Intentaron algún contacto con el gobierno? pregunta Aspiazu.
-No, no logramos ningun contacto. Desde que comenzó el fenómeno lo hemos intentado en
reiteradas oportunidades, sin resultados positivos y mi ayudante, el coronel Corman, fué el
encargado de insistir con estas comunicaciones, contesta el general.
El coronel Corman ha permanecido en silencio durante el tiempo que lleva este diálogo, ahora solicita permiso al general, quién se lo otorga de inmediato y Corman poniéndose de pié dice:
-Lamentablemente tenemos datos muy fidedignos sobre la suerte que pudo correr el helicóptero
que trasladaba al presidente y una parte de su gabinete, cuando estaban evacuando la casa de
gobierno.
-¿Ese helicóptero, sufrió algún accidente de graves consecuencias coronel? pregunta la periodista.
-Aunque no tenemos pruebas concretas, todo parece indicar que la aeronave, sacudida por el
fuerte viento perdió el control estrellándose contra un edificio en la avenida 9 de Julio y es
poco probable que haya sobrevivientes, dice el coronel.
-¿Eso fué confirmado?
-Aún no hemos recibido las pruebas necesarias sobre esa tragedia responde Wosfeller.
-¿Y que es lo que tiene que decirnos el doctor Miralles? pregunta Ramos.
Miralles bebe agua mineral constantemente, tiene barba crecida de varios días y profundas ojeras que muestran su cansancio. Ahora se pone de pié, tiene un proyector de DVD al alcance de su mano y antes de ponerlo en funcionamiento, dice:
-He visto con mis propios ojos restos de personas horriblemente mutiladas, seres humanos que
fueron atacados con algún método o arma desconocida y cuyos cuerpos han sido integramente
vaciados por dentro.
-¿En qué circunstancias usted presenció algo tan horrible doctor? pregunta Aspiazu.
-Miren, después de lo que he presenciado, quiero que ustedes vean en la pantalla
imágenes reales sobre el accionar de lo que llamo aguas "carnívoras", dice Miralles que inmediatamente pone en marcha el proyector de video.
Horrorizados, los presentes ven tomas que muestran nítidamente varios restos de cadáveres humanos envueltos en su propia piel y hasta una secuencia de una especie de serpiente líquida saliendo de una tubería rota buscando los órganos de una mujer con una herida en la espalda, que se encontraba esperando atención en un sector del centro de asistencia. La cámara de video que estaba utilizando en ese momento pertenece a su amigo y colega el cirujano Tomás Zurlam quien se encontraba a su lado en el instante de los sucesos. La grabación muestra ahora en primer plano el accionar del líquido cuando succiona integramente y en escasos segundos la carne de la pobre mujer que se agita gritando de dolor. Todo sucedió tan rápidamente que quienes fueron testigos del cruento episodio no tuvieron la mínima posibilidad de hacer algo. Esta prueba audiovisual casual y desprolija lograda por Miralles, era una evidencia clara de su teoría sobre las aguas mutantes. La exhibición duró unos diez minutos y ninguno de los espectadores tuvo duda alguna sobre la veracidad de ese video tan crudo.
Ahora todos sabían el motivo de su presencia allí, nadie pronunciaba una sola palabra. El silencio reinante era absoluto y después de la proyección del video, el horror se marcaba en los rostros de los presentes, el general se encuentra ahora atendiendo una llamada de emergencia, el sistema de comunicaciones que utilizaban los militares era de punto a punto y ese método hasta el momento les estaba dando buenos resultados. Mientras Wosfeller hablaba Miralles, Aspiazu y Ramos intentan saber quienes son los otros dos invitados a quienes solo habían visto en el interior del helicóptero que los condujo al edificio. Los dos hombres que no habían pronunciado una sola palabra desde su llegada y siempre estaban apartados del resto, parecían estar sumamente nerviosos. La periodista era quien demostraba más calma y hace todo lo posible por tranquilizar a los dos hombres. Uno de ellos tenía unos sesenta años, utilizaba anteojos de aumento y vestía una campera de abrigo, el otro, era mucho más joven y no aparentaba tener más de treinta y cinco años. El aspecto de éste era el de un intelectual, delgado, con cabellos largos y barba. El general terminó de hablar por teléfono y volvió a centrar su atención en la mesa, el silencio imperaba nuevamente en el ambiente impregnado de olor a humedad. La periodista, con una sonrisa y dirigiéndose al general, le preguntó;
-¿General, podemos conocer a estos dos señores que nos acompañaron hasta aquí ?
Muy bien, no hay problema, dijo Wosfeller. Le presento a Richard Kramer, un miembro de la CIA que ocasionalmente se encuentra en nuestro país y es nuestro invitado especial. Cuando Kramer, el hombre mayor , escuchó esto, se puso rojo y se levantó de su silla al tiempo que con tono de enojo exclamó:
-¡Nadie me invita a ninguna parte por la fuerza. Protesto terminantemente y exijo a usted que me comunique con mi embajada! ¡Ustedes están totalmente locos y están violando mis derechos!
El general lo miró severamente al tiempo que le responde:
-¡Usted no tiene ningún derecho, le pido que se tranquilice, nosotros por ahora tenemos el
control de la situación y no queremos causarle ningún daño, por lo tanto serénese y escuche lo
que aquí trataremos!

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