domingo, 18 de mayo de 2008

AGONICA BUENOS AIRES

Todos los ocupantes del "Arca" se encuentran a bordo de la lancha de Prefectura Naval que los rescató de las aguas cuando la precaria embarcación en que viajaban estaba a punto de hundirse. Indalesio Peral se encuentra en la cabina de mandos bebiéndo un café junto al oficial que está a cargo de la nave, sus salvadores le han facilitado a él y al resto de los viajeros del "Arca" ropas secas y mantas para protegerse del intenso frío reinante. La doctora Elena está acostada cerca del lugar donde funciona la radio y puede oir al operador solicitando reiteradamente la presencia de una lancha de rescate en el edificio donde se encuentran el padre Marinello, el doctor Beguet y el resto de los refugiados. El oficial que comanda la embarcación le pide a su subordinado que insista con el pedido, el marino conoce al padre Marinello y también todas las campañas que este hombre de fé ha llevado a cabo en bien de la gente humilde. Ahora la señal de la radio tiene interferencias y se pierde momentáneamente el contacto con la base.
El padre Marinello siente que esta vez sus fuerzas lo han abandonado casi por completo, tanto él como el doctor Beguet además de fiebre, vómitos y diarrea también han visto la aparición de manchas extrañas en distintas partes de sus cuerpos. El sacerdote no quiere rendirse, pero el panorama dentro del centro asistencial no es el mejor, ya no les queda agua potable y tampoco garrafas de gas. El frío que impera en el lugar es cada vez más insoportable y solo dos voluntarios aún tienen fuerzas para moverse, entre ellos una enfermera. Hacen todo lo humanamente posible por asistir con los escasos recursos disponibles a los refugiados que permanecen allí. ¿Y el doctor Oliver?¿Acaso pudo haberse olvidado de sus compañeros del centro asistencial, que habrá sucedido con él, porqué la gente de Prefectura Naval no regresó con la ayuda prometida?.
El padre Marinello se ha incorporado con mucha dificultad, apoyándose en las paredes intenta llegar hasta el único baño disponible que hay en el segundo piso del edificio, hace varios días que las cloacas han colapsado y el olor que despide la materia fecal diseminada en el sector del baño y el pasillo es insoportable y aumenta la sensación de impotencia de quienes tratan de resistir en ese sitio alejado y olvidado. Un grito terrible despierta al doctor Beguet, el médico abre los ojos y a un par de metros de donde había quedado dormido, observa a varias ratas mordiendo salvajemente a una mujer que tiene sus dos piernas lastimadas. Beguet hace un esfuerzo casi sobrehumano para incorporarse y tratar de ayudar a la desdichada que solo atina a cubrirse el rostro con sus manos, mientras que las hambrientas alimañas están prendidas a sus extremidades sangrantes. Beguet trastabilla y cae de bruces sobre el piso, ninguno de los presentes en esa sala atina a hacer nada, los roedores se desplazan velozmente por todo el sector atacando en simultáneo y sanguinariamente a sus indefensas víctimas.
En ese mismo momento en el edificio donde funciona el comité de catástrofes, el coronel Córman se acerca al general Wosfeller y le entrega una carpeta.
-¿Aquí está todo, Córman?- Pregunta Wosfeller.
-Sí comandante, aquí está la nómina de bases que respondieron a nuestros mensajes radiales.
-Bien, esto lo veremos en un rato, ahora haga pasar a los dos norteamericanos.
Kramer y Crumb ingresan al recinto acompañados por dos suboficiales de la infantería de Marina. Ahora, los dos ciudadanos norteamericanos, se mostraban mucho más calmos y fueron invitados por Wosfeller a tomar asiento. Inmediatamente entran Azpiazu y Ramos, los únicos periodistas autorizados a registrar todo lo que allí ocurre. El coronel, vá diréctamente al grano y a una seña suya un sargento del ejército enciende el protector de video. En la amplia pantalla desplegada sobre una de las paredes comienzan a verse imágenes aéreas que muestran distintas partes del contaminado riachuelo y se vé nítidamente lo que parece ser una gigantesca nave espacial de forma ovalada que permanece suspendida a pocos metros de las aguas contaminadas y sin vida.
La proyección es breve, Wosfeller pide al suboficial que maneja el proyector que detenga la secuencia donde puede observarse con claridad el ovni con todas sus luces encendidas y un tubo transparente que sale desde el sector inferior de la nave y dá toda la sensación de estar conectado con la profundidad del riachuelo. En otra de las tomas aparece una segunda nave de menor tamaño que supuestamente cumple una función de apoyo a la principal.
El capitán de Navío Salas, levanta su mano derecha pidiéndo autorización para decir algo, Wosfeller asiente con un gesto de su cabeza y el marino dirigiéndose a Kramer le pregunta
-¿Cuanto tiempo hace que el Pentágono conoce la existencia de extraterrestres en argentina?
-Nuestro satélite captó estas imágenes aproximadamente una hora después de iniciado el
temporal provocado por los invasores, responde Kramer.
-¿Con qué finalidad ellos generaron esta catástrofe? exclama Wosfeller.
-Aún no lo tenemos claro, pero no es una invasión ni un ataque violento, en ningún momento
utilizaron armas explosivas o gases pero tienen el control absoluto de los sistemas de cañerías
que recorren íntegramente la ciudad de Buenos Aires, los utilizan como medios de movilidad
para desplazar por esos conductos su micro tecnología de avanzada, responde Kramer.
El doctor Miralles presta atención a esto último, no había dicho una sola palabra desde que el material fílmico secuestrado a los norteamericanos fué exhibido en la pantalla, de alguna manera todo lo que él había documentado sobre la acción de las serpientes líquidas y la succión de órganos humanos dejaba de ser una teoría alocada. Miralles se puso de pié y dirigiéndose a todos los allí presentes dice:
-¡Ellos solo quieren carne humana, es lo único que vinieron a buscar aquí!
Wosfeller y el resto de los ocupantes de la amplia mesa, le piden que se calme. Miralles bebe un sorbo de agua y un poco más tranquilo coninúa con su alocución.
-Sí, ustedes lo han visto, es desagradable, pero está probado que los extraterrestres transportan carne humana a través de las cañerías, las usan como arterias para desplazarse a su antojo y de manera segura, oculta. Han obrado con muchísima inteligencia armando una autopista gigantesca donde hay milllones de redes.
-¡Tenemos que detenerlos! exclama Wosfeller.
-Es imposible luchar contra ellos, ustedes no tienen armas ni organización como para enfrentarse
a una fuerza de esta naturaleza, dice Crumb.
-¡Tampoco nos vamos a dejar devorar sin intentar una defensa, somos militares y es nuestra
obligación hacerlo responde Wosfeller.
"Peligro" está agitado, su transpiración es fría, ha vomitado demasiado, está asqueado, impresionado, le duele el estómago y quiere dejar ese departamento cuando antes, pero ¿como salir de allí?. ¡Los techos! piensa, sí puedo salir a la terraza y desde allí moverme por los techos y entrar en alguna casa donde pueda encontrar ayuda. ¡Si me quedo aquí, esta loca de mierda terminará comiéndome a mí!
Por primera vez, este jóven delincuente y asesino tiene miedo, está realmente aterrado, imagina que Malena puede surgir en cualquier momento desde la gélida oscuridad del tenebroso sitio y atacarlo imprevistamente. La idea de llevarse algo de valor, sigue rondando en su mente enturbiada, está convencido que ella guarda el dinero en alguna parte y la única forma de saberlo es preguntándoselo. Malena duerme, de a ratos y a través de las gruesas cortinas de su habitación se introducen las fugaces luces que producen los relámpagos, la mujer despierta sobresaltada, "Peligro" la toma de los cabellos y la sacude con fuerza, la mujer no entiende aún lo que está sucediendo.
-¡Donde guardás la plata maldita vieja comegatos! grita el delincuente mientras abofetea a la mujer y la saca violentamente de la cama. Malena esa arrastrada por el pasillo, al fondo, la cocina está iluminada por el gas que emana de la garrafa que había dejado encendida para aportar algo de calor al departamento. En su tránsito furioso poblado de gritos y golpes no puede creer que ese muchacho al que salvó de una muerte segura le esté haciendo ésto. Ya llegaron al living, "Peligro" la arroja sobre uno de los sillones, el ladrón está fuera de sí, totalmente descontrolado. Malena trata de calmarlo, pero sus intentos son vanos porque cada vez que dice una palabra el delincuente le propina un puñetazo y vuelve a insistir desaforadamente con sus reclamos de dinero.
Malena siente un dolor intenso en el pómulo derecho, se toca y nota que no hay sangre. Allí es donde más fuerte la golpeó su enloquecido invitado. Con lágrimas pero sin súplicas, lo mira y le dice:
-Basta, no me pegues más por favor. En la heladera, abríla y allí hay una lata de leche donde hay
algunos pesos.
"Peligro" no duda un segundo, abre el refrigerador y encuentra lo que Malena guarda allí. Con ese dinero alcanzará como para volverse a la villa con algo. Pone el efectivo en una bolsita de nylon que guarda en uno de los bolsillos de su pantalón, ahora vá hacia el living, está dispuesto a terminar con la vida de Malena, se le ocurre que el candelabros de bronce que está sobre la mesa del living es lo bastante fuerte como para darle un golpe mortal, pero grande es su sorpresa cuando no la encuentra en la sala. Otra vez el temor lo asalta, se apoya contra una de las paredes, al hacer ésto, uno de los cuadros cae al piso y su vidrio estalla. "Peligro" con ágiles saltos y el impulso del miedo, llega hasta la puerta principal de la vivienda y nota que está cerrada con llave, siente un ruido, algo oscuro que viene veloz hacia él, un golpe doloroso e inmediatamente la oscuridad total.
Malena le había arrojado la pesada garrafa. El delincuente yace de espaldas sobre el piso, tiene una herida considerable en la cabeza, la mujer vuelve a levantar el recipiente de gas, lo alza bien en alto con sus dos brazos, calcula que esta vez ese maldito ladrón no sobrevivirá.
El líquido percibe sangre y fluye veloz desde una de las canillas de la cocina, todo es rápido como siempre e ingresa directamente en la importante herida que "Peligro" tiene en la cabeza. El cuerpo se agita, golpea como un taladro contra el piso de madera, Malena mira el proceso de vaciamiento de carne con la indiferencia propia de la insanía.
Los huesos y la piel que envuelven los restos del delincuente sin sus órganos internos yacen esparcidos sobre la antigua y húmeda alfombra. Después de unos minutos Malena se incorpora, ubica la garrafa en sobre la mesada de mármol, abre la alacena , descuelga el cuerpo de uno de los gatos muertos y con su mirada enajenada procede a trozar el cuerpo del animal. La mente enferma de Malena solo tiene brevess chispazos de realidad, la pobre mujer había perdido la razón casi por completo y ahora desde el viejo grabador de pilas gastadas se escucha debilmente la voz de Julio Sosa cantando "Cambalache".

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