domingo, 4 de mayo de 2008

NUEVOS HORRORES EN LA TORRE

-Quizás se hayan ido, dice Lucía.
-Ojalá esos hijos de perra se hayan ido, ojalá, pero por las dudas estemos alertas responde
Nekker, que sigue mostrando una actitud tensa.
Ese hombre sufrido a quien la vida había castigado duramente estaba en guardia, el destino lo había transformado ahora en un ser valeroso. De alguna manera se había probado a sí mismo y en una situación límite. El gran caos despertaba distintas reacciones en las personas, en este caso, un ciudadano que creía haberlo perdido todo logró que el coraje brote en él, aunque en verdad, Nekker le demostró a la vida que siempre fue un hombre muy valiente. Valiente para resistir una suma de años tristes e inciertos conviviendo con los fantasmas de sus amados hijos. Valiente para trabajar sin descanso con la intención de mantener su mente ocupada y no recordar los días de búsqueda en comisarías y cuarteles buscando en vano a los chicos. Valiente para no resignarse y seguir esperándolos, Valiente para cuidar a su mujer enferma con amor incondicional. Nekker cuenta con ese valor que habitaba en su interior y jamás lo abandonó, porque gracias a él pudo sobrellevar dignamente su infortunada existencia .
La lancha tripulada por "Peligro" avanza raudamente sobre las aguas que cubren las calles. Ha encendido el reflector para guiarse con más seguridad y sortear los muchos obstáculos que aparecen en su alocada huída. Porreta mira insistentemente hacia atrás, los dos delincuentes navegan en silencio y tanto "Peligro" como su cómplice aún no logran salir de su asombro, han sido sorprendidos y atacados con fiereza, una verdadera emboscada, donde dos de sus compinches quedaron malheridos en lo alto de la casa que intentaban asaltar ¿Estarán muertos? se pregunta. El miedo lo invade, se siente un cobarde que optó por huir abandonando a sus hombres. Ha perdido su sensación de omnipotente, sabe que ahora cualquier infeliz con un arma puede hacerle frente y eso cambia las cosas. No sabe que hacer ni hacia donde ir, un tronco de árbol a la deriva golpea con fuerza el casco de la lancha y milagrosamente no la hace naufragar. "Peligro" maldice a Porreta por no prestar atención al timón. A unos cien metros distinguen la luz de otra lancha que avanza en su misma dirección.
-¡Cuidado! pueden ser canas.
-¿Que hacemos? dice Porreta.
-¡Hagámonos los boludos, escondámos las armas!
-¿Y si nos paran?
-Si nos paran y se ponen hinchapelotas, los cagamos a tiros y rajamos responde "Peligro".
La embarcación que se aproxima está tripulada por gente de prefectura Naval. A bordo, hay tres miembros de la fuerza, un médico y tres personas rescatadas. La embarcación aminora su marcha, se pone a la par y dirige el reflector hacia la lancha de los delincuentes .El oficial al mando les pregunta si necesitan algo. "Peligro" le responde que van a buscar a unos amigos sitiados en un barrio cercano, y que está todo bien. El oficial les dá unas recomendaciones y no hace más preguntas. Porreta ha ocultado la ametralladora bajo su capote de lluvia y no deja de apuntar a la embarcación que está a pocos metros, finalmente se despiden y las dos lanchas siguen su trayecto.
El capitán Castillo descansa en su departamento del edificio en torre, y ahora está profundamente dormido. El doctor Marino ha quedado a cargo del control general del edificio. Todo está en una calma aparente, aunque Marino coincidiendo con Castillo también piensa que el temporal seguirá por unos cuantos días más y habrá que intentar salir del lugar en procura de ayuda para intentar conseguir alimentos y agua potable. No hay problemas serios de salud entre los habitantes sitiados en ese lugar, salvo dos casos de señoras con crisis nerviosas que están controladas por él mismo. El más grave es el de la esposa del ex comisario Vélez que es contenida con tranquilizantes inyectables. El médico recorre los distintos pisos escasamente iluminados por lámparas de emergencia que alimenta el generador que aún funciona. Piensa que la decisión de Castillo de cortar el agua corriente fue acertada, ahora el también está convencido que en efecto las aguas han sufrido algún tipo de alteración extraña y se alimentan con materias orgánicas de seres humanos. La teoría del líquido atraído por sangre de personas se confirma plenamente con lo que ha visto. Calcula que posiblemente las cañerías conduzcan hacia algún núcleo ávido de carne y obstruir el paso del agua fue un bloqueo acertado que de alguna manera pone fuera de peligro a los sobrevivientes del edificio. El cansancio se ha apoderado de Marino, siente que su cuerpo le pesa y teme por los días venideros. A través de las radios ha escuchado que el caudal de agua ha aumentado en forma considerable y eso pone en riesgo las difíciles tareas de salvataje de la gente que ha quedado aislada en los barrios de la ciudad inundada. A pesar de su optimismo, el médico no puede apartar de su mente agotada que en cualquier momento algo fatal ocurrirá. Si bien no cree en cuestiones místicas, analiza que este fenómeno sobrenatural proviene de una decisión suprema. Quizás sea un castigo muy duro que Dios ha enviado sobre una ciudad desgastada, poblada de vicios y con un alto porcentaje de miserias humanas. En una hora, Castillo lo relevará, pronto amanecerá nuevamente, aunque el sol seguirá ausente, por ahora lo que más desea es tomar una taza de café bien caliente junto a su esposa.
En el cuarto piso, el matrimonio formado por Sebastián y Lorena Diez descansa en el dormitorio principal. En un cuarto de la vivienda, Analía su única hija no puede conciliar el sueño, la chica tiene diecisiete años. Sus padres son jóvenes y ambos no llegan a los cuarenta, Analía está molesta por la prohibición de utilizar el agua de las canillas y yá lleva dos días sin poder bañarse. Sus padres no han hecho caso a sus protestas reiteradas convenciéndola que esto es una órden provisoria y que pronto todo volverá a la normalidad. El edificio cuenta con un sistema de conductos que aportan aire acondicionado a todos los sectores de la torre. Esos conductos recorren los distintos pisos y están ubicados sobre el cielorraso de yeso. Un sonido similar a un murmullo recorre esos caños rectangulares de aluminio, nadie se ha percatado hasta el momento de esos ruidos particularmente extraños. Marino está recorriendo el cuarto piso cuando algo le llama la atención; Sobre su cabeza escucha con claridad chillidos y movimiento constante. Aunque la iluminación es poca, le basta para seguir observando el cielorraso. Analía Diez camina ahora hacia la cocina de su departamento, tiene ganas de tomar un café. Con sorpresa observa que sobre la mesa hay restos pequeños de comida diseminados, también vé que han caído en el piso, recuerda que hace unas horas en ese lugar había una torta hecha por su madre y que la había cubierto con un mantel. Sin salir de su asombro mira hacia todas partes buscando alguna explicación, solo escucha chillidos y movimientos en la alacena. Sin dudarlo, abre la puerta del mueble instalado sobre la cocina. El grito aterrador sobresalta al matrimonio Diez, Sebastián, salta de la cama y corre hacia el lugar de donde provienen los gritos.
Ratas de gran tamaño están mordiendo salvajemente el rostro de la chica. La visión es espantosa, Analía grita poseída por el dolor y miedo. Algunos roedores se han subido en la espalda de la joven y permanecen allí mordiéndola rabiosamente. Sebastián intenta arrancar a las ratas valiéndose de sus manos, pero las alimañas al verlo, se arrojan dobre él atacándolo con furia. Su hija está bañada en sangre y sus alaridos no cesan, el hombre lucha desesperado por quitarse de encima a los pestilentes monstruos que embriagados de sangre siguen arrancando trozos de carne de sus manos y piernas. La joven intenta correr pero no lo logra, cae violentamente sobre el piso, se arrastra frenéticamente con las alimañas clavando sus dientes en distintas partes del cuerpo. Su padre comienza a golpear con una sartén a los roedores hambrientos, lucha denodadamente intentando sacar a su hija de allí. Algunas ratas han sido estrelladas contra las paredes de la cocina, el hombre se abre paso dando golpes y puñetazos a diestra y siniestra. Los chillidos se multiplican, ya está junto a la jóven y logra tomarla entre sus brazos. A todo esto, Lorena su esposa, presa de la desesperación ha salido a pedir ayuda a sus vecinos. El primero en acudir en su auxilio es el doctor Marino que ingresa decidido a la cocina y armado con un palo de escoba la emprende contra los roedores. Ya Sebastián ha logrado sacar a su hija del lugar, una de las ratas intenta avanzar hacia el pasillo , pero la señora Roberts, una vecina del piso superior la aplasta con un certero golpe de pala. Esta mujer no se amedrenta y sigue dando palazos a los roedores que se desbandan por distintos lugares del departamento. El doctor Marino cierra la puerta de la cocina, asegurándose antes que nadie haya quedado en el lugar. El médico corre en ayuda de la joven Analía que yace desmayada y cubierta de sangre en una parte del pasillo central. Sus padres están junto a ella, la señora Roberts aún empuña su pala ensangrentada y se quita el sudor de la frente. ¡Vámos a mi departamento ahora mismo! dice el doctor Marino. El capitán Castillo es despertado por uno de los vecinos quien alarmado, le informa de lo ocurrido en el piso de la familia Diez. Rápidamente llega a la vivienda de Marino y allí puede ver a la chica y a su padre que son atendidos por el médico. La joven ha recuperado el conocimiento y se le aplicó un calmante y antibióticos para aliviar el intenso dolor producido por las graves mordeduras que han causado estragos en varias partes de su cuerpo.

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