viernes, 2 de mayo de 2008

EL ASALTO

El gancho de acero arrojado por Chirripa ya estaba asegurado en el balcón de hierro, el ruido del choque de metales se perdió en medio del constante sonido de los truenos. Nekker seguía sentado en un sillón del living, "Peligro" desde la lancha, le indica a Chirripa que escale por la soga. Con agilidad el delincuente trepa hasta el balcón y de un salto ingresa al mismo. Nekker escucha el ruido y vé claramente la sombra de un hombre moviéndose cerca de la ventana. La escopeta está apoyada sobre la biblioteca, solo hay un metro de distancia entre el joyero y su arma, el miedo lo paraliza, Chirripa está manipulando el picaporte de la puerta ventana, apenas la toca se dá cuenta que la abertura está sin llave. El joyero no atina a reaccionar, siente que su cansado corazón está a punto de estallar, la vista se le nubla completamente y el sudor baña su cuerpo. Chirripa está entrando sigilosamenet al living, Nekker a tomado la escopeta, la aferra con sus transpiradas manos. Ahora distingue claramente la figura del intruso, los segundos vuelan en la mente del aturdido comerciante que observa al delincuente parado en el balcón. Está escuchando que habla con los que supone son sus acompañantes, Nekker piensa; ¿Y si no son ladrones, y si acaso es un grupo de rescate, que hacer?
Chirripa le pide a "Peligro" que le arroje la linterna.
-¿Todo bien? le pregunta "Peligro".
Chirripa levanta el pulgar al tiempo que ataja la linterna con su mano izquierda.
Nekker amartilla la escopeta, sigue agitado, siente que el arma que tiene entre sus manos le pesa demasiado, también contempla la posibilidad que si las cosas se ponen difíciles, está dispuesto a entregar todo el dinero y las joyas guardadas en el sobretecho de la casa a cambio de que esos tipos, en caso de ser saqueadores no le hagan daño a él y su familia. Chirripa enciende la linterna y recorre el interior del living, de pronto la luz dá de lleno en la figura del joyero. El saqueador no alcanza a distinguir el arma, busca rapidamente la pistola que lleva en su campera impermeable y la saca a relucir sin dejar de iluminar a Nekker. Todo esto sucede con extrema celeridad, el apabullado joyero no se atreve a articular palabra, intenta decir algo. Chirripa tiene su pistola amartillada.
La voz que surge desde el fondo de la sala es casi inaudible.
-¿Quien es usted que quiere? pregunta Nekker.
-Soy Papá Noel, boludo. ¿Que carajo tenés ahí? ¿Un fierro ? ¡Soltalo o te cago a
tiros! ordena el ladrón con voz amenazante.
Nekker ha llevado los dos martillos de la escopeta hacia atrás, el arma está percutada. El joyero apunta hacia Chirripa, cierra los ojos y aprieta uno de los gatillos. El disparo resuena como un cañonazo. El intruso es impulsado hacia atrás por la fuerza del impacto, Chirripa grita. El tiro le dió en el pecho, cae contra una de las hojas metálicas de la ventana, maldice en voz baja y dispara repetidamente hacia la oscuridad. La linterna ha caido junto con él, una guerra parece estallar en la sala con la andanada de balazos que salen del arma del malhechor, Nekker solo atina a parapetarse tras el sillon. Los fogonazos de los tiros brotan en la penumbra. Su miedo se potencia, escucha los insultos de ese hombre al que supone herido muy mal herido. Los disparos han terminado. "Peligro" apunta su metralleta hacia el balcón, sus ojos parecen salirse de las órbitas, tiembla de rabia, no sabe que puede estar ocurriendo allí arriba.
-¿Que pasa macho ? pregunta Marrero desde la otra lancha.
-¡Nos estaban esperando, nos cagaron boludo. Hay que rajar de acá!
-¿Y Chirripa ?
le dice Marrero.
-¡Subí y averigualo vos! responde "Peligro" sin dejar de apuntar hacia el balcón.
Nekker sabe que le queda un solo cartucho. No recuerda que tiene guardada más municiones en los bolsillos de su campera, ahora oye una respiración agitada y un sonido metálico similar al que produce el accionar de un arma descargada, Chirripa sigue apretando el gatillo con furia, pero ya no tiene balas. Debe recargar, la sangre brota a raudales por la herida que tiene en el pecho. La perdigonada le ha provocado un importante daño, El dolor es intenso, busca desesperadamente el cargador que guarda en su campera, tiene miedo de morir. Enloquecido trata de incorporarse, el joyero sabe que es su oportunidad de correr hacia los dormitorios , cerrar la puerta de acceso y proteger a su mujer y a Lucía.
-¡Subí "Peligro". Subí que estoy hecho mierda! grita Chirripa desde lo alto.
Marrero está decidido a nó abandonar a su compañero y utilizando la soga que cuelga de las rejas de hierro, llega al balcón rapidamente, se cuida de asomarse demasiado, no sabe lo que está sucediendo allí. Sus manos se aferran a los hierros y alcanza a ver a Chirripa con la ayuda de un relámpago que ilumina por segundos el sector.
-¿Que pasó Chirri ? Quien te tiró ? pregunta en voz baja.
-¡Sacame de acá, me pegaron un cohetazo! Me duele mucho.
-¿Cuantos tipos hay? dice Marrero.
-¡Sacame de una vez, hijo de puta! Que se yó cuantos hay.
-¡Cubrime que te saco!
Chirripa aprieta los dientes, intenta decirle que no tiene más balas, solo mueve la
cabeza y se aprieta el estómago en un vano intento por detener la cantidad de sangre que fluye de su herida.
Marrero salta sobre la baranda y entra al balcón. Tiene su revolver listo para disparar, la mano ensangrentada de Chirripa se levanta vacilante hacia él, Marrero trata de ver hacia el interior, solo hay allí silencio y oscuridad plena que aumentan su miedo. Supone que los habitantes de la casa lo están viendo y pueden dispararle en cualquier momento. La mano de su compañero herido se aferra a su pantalón de jean.
-¡Sacáme pendejo de mierda! ¡Sácame! ruega Chirripa con un hilo de voz agonizante.
La escena es observada claramente por Nekker, su respiración es ahora más calma. ¿Que hubiera ocurrido si en el setenta y ocho, habría defendido su casa a sangre y fuego para impedir que los paramilitares se llevaran para siempre a sus amados hijos? Por entonces el terror lo había invadido cuando aquel hombre encapuchado que parecía ser el jefe del operativo le ordenaba a sus secuaces que los golpeen. En un momento creyó perder el sentido cuando recibió un fuerte culatazo en la cabeza. Luego abrió los ojos. Todo parecía una pesadilla. Su mujer gritaba desesperada. Eran gritos implorándole a esos tipos que no sigan pegándole a sus hijos.
Su hija Marcela tenía la cara muy lastimada y lloraba de dolor, su hijo Mario estaba tirado boca abajo y le daban patadas en todo el cuerpo. Mario no gritaba, solo gemía. En ese momento trató de incorporarse, pero un nuevo culatazo en su cara lo desmayó. Cuando Nekker despertó, su mujer estaba a su lado con la cara llena de golpes y sus ojos desbordados de lágrimas. Se abrazaron con fuerza y desesperación, se habían llevado a los chicos, Lucía trataba de ordenar la casa, pero no lo lograba. Todo estaba revuelto, como si un huracán hubiese irrumpido en el lugar. Los cajones de las cómodas y placares estaban en el piso, el desorden era total, libros desparramados, ropa, papeles, cajas y sangre. Sangre en las paredes y en el suelo.
Marrero intenta levantar a su compañero, Chirripa se queja a cada movimiento, Nekker retrocede hacia la puerta que conduce a los dormitorios, ruega que a esa distancia el delincuente no lo vea. Solo faltan unos pocos centímetros y logrará su cometido. Los dos malvivientes están de pié. La sangre caliente de Chirripa no deja de fluir. Marrero lo levanta con fuerza, piensa cómo podrá hacer para bajarlo del balcón, teme dar la espalda, vé que la linterna de su compañero está cerca de sus pies. Chirripa no para de quejarse de dolor. El joyero sigue apuntando a los dos sujetos. Siente una mezcla de odio y valor, ese valor que le faltó hace más de veinte años parece haber invadido su cuerpo en esta noche abominable. Muerde sus labios, aprieta el segundo gatillo de la escopeta.
El disparo dá de lleno en la cara de Marrero. La cabeza está destrozada . No hay un solo grito. Cae hacia atrás con el rostro salpicado de agujeros provocados por la perdigonada y golpea contra la baranda principal del balcón. Chirripa cae con él, los dos están tirados bajo la lluvia que ahora toma más fuerza. Chirripa mira a su cómplice que yace con los ojos y la boca muy abiertos. "Peligro" no duda. Solo quiere poner en marcha su lancha y escapar de allí rápidamente. No deja de mirar y apuntar hacia lo alto de la casa, teme que le disparen desde lo alto, por primera vez siente que esta es su noche de mala suerte. Porreta salta hacia la embarcación de su jefe. El motor se enciende con rapidez. Chirripa escucha ese ruido y alcanza a ver cómo la lancha se aleja. ¡Hijos de puta! piensa, me abandonan como a un perro, un ruido surge súbitamente desde las rejillas de desagote ubicadas en el balcón. El agua surge con fuerza, es una columna delgada de líquido que serpentea en el aire con celeridad y al instante penetra con fuerza en la boca muerta, rígida y abierta de Marrero. El cuerpo del delincuente sin vida se hincha excesivamente, se mueve histéricamente hacia arriba y abajo como queriendo despertar. La cabeza triturada martillea repetidamente contra los barrotes del balcón, Chirripa cree ver una manguera transparente dentro de la boca de su cómplice.
El joyero sin soltar su arma descargada abre la puerta de acceso al resto de la casa. Nerviosamente la cierra con llave, su corazón ha vuelto a latir con demasiada fuerza. Trata de no perder el control de la situación y asegurar al máximo ese sector, sabe que ha herido a dos peligrosos delincuentes y teme que haya otros dispuestos a ingresar a la vivienda y tomar venganza. Hay un movimiento a sus espaldas, solo distingue un brillo que surge desde la penumbra e instintivamente se hace a un lado, alcanza a gritar y la figura de Lucía, con un cuchillo en su mano, aparece frente al joyero. La mujer lo ha reconocido a tiempo. Por escasos centímetros falló en su intento de herirlo. Las imágenes parecen congelarse. La respiración de ambos es agitada.
-Señor Emilio, creí que era.....
-¡No digas nada Lucía, no digas nada, estoy bien!
-¿Que pasó? insiste la mujer con voz temblorosa.
-Ayudáme a asegurar la puerta Lucía, hay gente armada allá afuera y tenemos que defendernos
como podamos, dice Nekker tratando de calmar a la mujer.
En tanto, en el balcón, el líquido sigue extrayendo con la precisión de un forense alocado los órganos del delincuente Marrero que velozmente salen expulsados hacia el exterior. El cuerpo se deshincha a medida que la gran cantidad de materia cubierta de sangre fluye hacia fuera.
Ahora Chirripa grita, una lanza parece haberse clavado en la herida que tiene en su pecho. Trata de quitarse eso que supone es un arma de hierro, muy cruel y dolorosa, pero es en vano el agua ha entrado y escarba sin piedad, Sigue aullando como un poseído, está sentado en el balcón, atónito mira como tripas, venas y partes de su humanidad fluyen desgarrándolo por dentro. No para de gritar, todo su interior es vaciado en segundos. Por la boca exageradamente abierta surgen más vísceras, agoniza, el cuerpo revuelto se mueve hacia todas partes. En un momento parece saltar hacia arriba como eyectado . La cabeza vuela por los aires y un gran surtidor de sangre y arterias emergen con fuerza por el agujero que produjo el decapitamiento. El cuerpo sin cabeza está parado en el balcón, ya no tiene carne, se mece bajo la lluvia como un absurdo espantapájaros, ahora cae con un estrépito de huesos que se desarman en el suelo mojado. El motor de la lancha que conduce a "Peligro" y Porreta se escucha cada vez más lejos. Los últimos trozos de carne humana con formas de lonjas desaparecen rapidamente en una de las dos rejillas del balcón de Nekker.
Ya el joyero y Lucía han colocado un pesado mueble sobre la puerta. La empleada aún empuña en su mano derecha el cuchillo de cocina de grandes dimensiones. Ayudado con una linterna, Nekker controla el estado de su esposa que duerme profundamente bajo el efecto de calmantes, no se escuchan ruidos en el resto de la casa, ha encontrado los cartuchos de su escopeta y recarga el arma nuevamente. Lucía parece haber recobrado la serenidad, lo mismo ocurre con Nekker que se siente ahora algo más tranquilo, aunque la quietud reinante le preocupa. En unas horas amanecerá y quizá venga ayuda piensa, en tanto se defenderá hasta las últimas consecuencias. No sabe lo que ha ocurrido en el balcón, cree que ha herido de gravedad a dos personas y extrañamente no siente culpa alguna, solo una gran fatiga lo domina aunque su tensión va disminuyendo. Lucía le ha traído agua y una pastilla que habitualmente toma para tranquilizarse. La lluvia continua cayendo sobre los dos esqueletos envueltos en piel deshecha que yacen desparramados en el balcón de la vivienda. El joyero y su fiel empleada están en el dormitorio principal, sentados en la cama junto a la esposa de Nekker que duerme profundamente y totalmente ajena a lo ocurrido.

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