martes, 13 de mayo de 2008

EL INTENTO

Prácticamente todos los estadios existentes en la ciudad de Buenos Aires, están ocupados por miles de familias que buscaron masivamente el amparo de estos amplios espacios de cemento en su desesperado intento por ganar lugares que presumían sólidos y cuyas imponentes estructuras no serían invadidas por las aguas. Lamentablemente para los refugiados, la mayoría de estos centros deportivos importantes como la cancha de Boca, River, Vélez y otros, tienen el sector de campo cubierto con una altura de más de dos metros de agua, hecho que obliga a la gente allí reunida a alojarse como puede en palcos y plateas. Las bases militares posicionadas en el resto del país, están logrando comunicaciones radiales óptimas entre sí y sus comandantes se han puesto de acuerdo para iniciar “oleadas” de rescate mediante la utilización de todos los helicópteros disponibles. Estos operativos se llevarán a cabo de inmediato, solo resta sincronizar los diferentes puntos de aterrizaje que se utilizarán en este puente aéreo de magnitud.
Mientras la aviación naval, militar e inclusive la civil, han hecho un reclutamiento de máquinas y pilotos para poner en marcha el gigantesco rescate por aire, el “Arca” la balsa fabricada por Indalesio Peral está navegando hacia el sector más poblado y edificado de la ciudad. El viento ha disminuído ahora, esto facilita la tarea de los “remeros” que mueven la balsa sin velámen. Peral observa que están a unos mil metros del destino elegido donde intentarán conseguir asistencia médica para los pacientes que están en la carpa de la embarcación, entre ellos la doctora Elena, una de las más afectadas. El “Arca” lleva seis horas transitando con lentitud sobre las aguas ennegrecidas y colmadas de escollos de distinta especie. Peral piensa en el padre Marinello, el doctor Beguet y el resto de la gente que ha quedado aislada en el centro de asistencia, y si consiguen arribar a algún puesto de socorro, lo primero que hará es tratar de lograr que alguna embarcación de mediano porte se dirija de inmediato hacia esa “isla” de cemento perdida en la desolada inmensidad líquida. En ese mismo instante el padre Marinello le está dando la extremaución a un muchacho moribundo que solo tiene unos veinticinco años de edad. Ese jóven llamado Fernando había llegado a nado y al límite de sus fuerzas hasta el hospital de emergencia y aunque se hicieron todos los esfuerzos para sacarlo de su principio de congelamiento y se le brindaron todos los cuidados necesarios, Fernando comenzó a empeorar . El muchacho que había pasado demasiadas horas flotando sobre las frías aguas sostenía con uno de sus brazos a su pequeño hijo Matías de tres años de edad. Ambos habían conseguido llegar e ingresar en el edificio del padre Marinello, pero el niño murió a las pocas horas. El cadáver de Fernando también fue arrojado al cementerio acuático. El doctor Beguet se sentía muy agotado, quería descansar al menos un par de horas y reponer algo de las fuerzas que lo estaban abandonando progresivamente. Lo mismo ocurría con el padre Marinello que hacía todo lo posible por seguir de pié y asistir a los refugiados, quería darles ánimo e infundirles fé, ya que estaba seguro que con ayuda de Dios, Indalesio llegaría a destino con el “Arca” y pronto les enviaría ayuda.
El sacerdote se sentó en un rincón de la habitación destinada a los médicos y enfermeras, hacía demasiado frío y el agua potable aunque estaba racionada, era cada vez más escasa al igual que las raciones de alimentos, el padre cierra los ojos, está exhausto y con el rosario en sus manos se duerme profundamente. El “Arca” navega entre la bruma que emana de las aguas, desde que salieron del centro de emergencias solo han visto cadáveres de humanos y animales flotando a la deriva pero ninguna señal de vida, las casas que iban apareciendo en el trayecto daban todo el aspecto de haber sido abandonadas. La parte superior de la carpa de lona armada en la balsa, estaba pintada con una cruz blanca, esta previsión fue tomada para que embarcación fuera divisada desde las alturas. Durante el lento trayecto el “Arca” chocó en varias oportunidades con varios féretros de madera, los tripulantes calculaban que esos ataúdes procedían de algún cementerio cercano y que la inundación hizo que se desentierren y afloren a la superficie. Peral nota que los hombres encargados de mover los remos pierden mucho tiempo apartando los obstáculos que en ocasiones hacen peligrar a la endeble balsa. Ahora ingresa a la carpa donde está acostada la doctora Elena, los tripulantes se van turnando para ingresar al interior del habitáculo y protegerse del frío, el viento y la lluvia. La médico ha despertado, una de las mujeres que viajan en el interior de la parte cubierta, le alcanza una taza de té caliente que extrae de uno de los termos. Elena ha tenido vómitos provocados por los vaivenes de la balsa, además una gran cantidad de agua ingresa constantemente dentro de la carpa. Peral está controlando el estado de las maderas que conforman la estructura del “Arca”, algunas de ellas se han aflojado y ahora junto a dos integrantes de la tripulación, intenta asegurarlas con sogas.
Un grito irrumpe el monótono desplazamiento, ¡Helicóptero, allí, allí está! Grita uno de los remeros. Las luces titilantes de la aeronave que sobrevuela a baja altura se distinguen claramente, Peral siente que su corazón está a punto de salirse de su sitio. Todos los que están en el “Arca” comienzan a gritar y hacer señas con sus manos hacia lo alto. Peral está intentando encender una antorcha improvisada con papel y trozos de tela, pero falla en todas las ocasiones, cuando la lluvia apaga su encendedor. El helicóptero se pierde entre las negras nubes hasta desaparecer de la esperanzada mirada de los desesperados balseros.
En este instante, otro helicóptero, esta vez perteneciente a la Marina, está posándose en la plataforma instalada en el último piso de la torre donde funciona el llamado comité de catástrofes integrado por miembros superiores de las diferentes fuerzas armadas.
la señora Aspiazu y el jóven Ramos, los periodistas que han sido trasladados a ese sitio destinado como comando de operaciones, están descansando en un departamento del piso veintitrés, lo mismo hacen en un departamento contiguo oficiales pertenecientes a Prefectura Naval y Gendarmería. Los efectivos de Policía Federal se distribuyen en guardias de cuatro horas con el fin de vigilar cada uno de los pisos del edificio, este recaudo lo han tomado para proteger el lugar y tener el control absoluto del mismo. Allí, todos los sistemas de seguridad funcionan perfectamente gracias a potentes generadores que alimentan de energía a los pisos habitados, ya que la gran mayoría de los allí residentes optó por auto evacuarse a las pocas horas de iniciada la catástrofe climática. El general Wosfeller comandante del comité, se encuentra junto al coronel Córman, éste último fué quién lo convenció de no entrar en discusiones subidas de tono con Richard Kramer, el alto miembro de la CIA, que en una audaz operación tipo comando sacaron junto a James Crumb, el jóven científico que lo acompaña del lujoso hotel donde se alojaban. Córman sugirió a su jefe que los "huespedes" descansen unas dos horas y posteriormente se los interrogue. Wosfeller bebe otra taza grande de café y aunque se siente fatigado, ha preferido estar atento a las comunicaciones radiales que le permiten estar en contacto permanente con las bases aéreas de Ejército y Marina, Córman mira a su superior al tiempo que le pregunta:
-¿Que opina del puente de rescate aéreo que están planificando los de la aviación?
-Es un gran intento, pero ninguna de las fuerzas intervinientes tienen suficientes helicóperos
como para que tamaña operación tenga éxito, hay millones de personas que necesitan ser
evacuadas y tampoco disponemos de apoyo terrestre como para evitar desórdenes y desbordes
al momento de ascender a las máquinas, todo el mundo querrá entrar a los helicópteros, como
cuando los norteamericanos abandonaron Saigón, ¿recuerda? responde Wosfeller.
-Es verdad, pero creo que usted tiene un temor mayor Comandante, ¿o me equivoco?.
-Nó, no se equivoca coronel, aquí hay algo más grave, usted y yó sabemos que ese hilo carnívoro
y casi invisible del que tanto oímos hablar está instrumentado y creado por una fuerza invasora
que no és de este planeta, solo el yanki y su secretario pueden darnos la respuesta que
obtendremos en solo dos horas, responde Wosfeller.

No hay comentarios: