La doctora Elena apenas puede mantenerse en pié, su fiebre alcanza los cuarenta grados, el clima reinante en el centro de emergencias no es optimista. A medida que transcurren los oscuros e interminables días de lluvia, las plegarias del padre Marinello no parecen ser escuchadas. Algunos enfermos allí alojados han ido empeorado, los alimentos que les había traído la lancha de Prefectura Naval comienzan a escasear al igual que el agua potable y los medicamentos. Los cuadros de diarrea se multiplican y una niña que junto a su madre había sido atacada por ratas hambrientas falleció hace escasas dos horas. El doctor Beguet presenta claros síntomas de anemia, su rostro pálido, además de evidentes huellas de cansancio, muestra una barba de varios días. Indalesio Peral, un hombre de unos sesenta años, náufrago de la villa que encontró refugio en este centro de emergencias, le ha propuesto al padre Marinello confeccionar una balsa con las maderas y otros elementos disponibles en el lugar.
-¿Cual es tu idea de armar una balsa Indalesio, que haríamos con ella? pregunta el cura.
-Serviría para intentar salir de aquí antes que sea demasiado tarde, padre.
-¿Quién iría a bordo de esa embarcación, y hacia donde se dirigiría?
-Padre, estoy seguro que la tierra firme no está muy lejos de aquí y aunque la espesa bruma no
nos permita ver el horizonte, bien valdría la pena el intento.
El padre Marinello escucha atentamente a Indalesio, piensa que su plan no es descabellado y podría ser efectivo siempre y cuando la embarcación lograra alcanzar el destino buscado, y aunque se resiste a pensarlo, él también ha perdido la esperanza sobre una posibilidad inmediata de ser auxiliados. Supone que la catástrofe nacional es demasiado poderosa y los escasos grupos de socorro existentes no dan abasto para asistir a los cientos de miles de habitantes en estado desesperado. Indalesio ha encendido un cigarrillo, está envuelto en una frazada, el frío que impera en el edificio es insoportable y hace que la salud de la gente allí internada empeore cada día. El sacerdote tampoco es partícipe de entregarse, él además de ser un hombre de fé, conoce del sacrificio y la entrega incondicional en bien de sus semejantes, pero...¿Sería esa balsa una solución?
El doctor Beguet, le alcanza un té caliente a la doctora Elena que yace acostada y tiritando de fiebre. El médico en más de una oportunidad, ha creído escuchar el sonido de los rotores de un helicóptero sobrevolando el centro de emergencias o la sirena de la lancha de Prefectura, pero esto solo ha sido el producto de su mente afiebrada. Elena está delirando, Beguet se siente impotente al ver el estado de salud de su colega, lo mismo siente cuando recorre el lugar atestado de gente acostada en los pasillos, durmiendo en el suelo o sentados incómodamente, tratando de abrigarse unos a otros con el calor de sus propios cuerpos y alimentándose con las escasas raciones que aún quedan en el depósito.
-Está bien Indalesio, comenzá yá mismo a fabricar tu bendito "Arca de Noé", le dice el padre
Marinello a Indalesio, que al escuchar esto, se incorpora con un gesto de satisfacción.
-Gracias por tomar estar decisión padre, Dios nos va a ayudar, ya mismo me pongo a trabajar
le responde el hombre.
En este momento, el doctor Beguet le está aplicando suero a la doctora Elena, el padre Marinello ha conseguido una frazada, se acerca, abriga a la doctora y pregunta;
-¿Y...Como está nuestra doctorcita?
-Demasiado débil, tiene un principio de anemia, padre. Lo que ocurre es que Elena le ha estado
cediendo sus raciones de comida al resto de la gente y sus defensas están muy bajas, responde
el doctor Beguet.
Una de las enfermeras voluntarias se aproxima y le hace saber al médico que la señora Estela Gasparini ha empeorado. Beguet sigue a la mujer e ingresa en el sector donde están alojados los enfermos más graves y comienza a revisar a la paciente, una persona de unos sesenta años que se queja de fuertes dolores en una parte de su estómago. Beguet no quiere perder tiempo y no tiene otra alternativa que operar a esta mujer que padece de un severo cuadro de apendicítis. Dirigiéndose a la enfermera, le dice:
-Victoria, prepáre el quirófano, la operaremos lo más rapido que podamos.
La única radio a transistores que hay en el centro asistencial informa sobre la aparición sorpresiva de "mini" tornados en varias partes de la ciudad que en pocos minutos destruyen todo lo que encuentran a su paso. También alertan que las salidas a través de las autopistas o rutas están atascadas por una importante cantidad de vehículos que imposibilitan cualquier intento por salir de Buenos Aires. Las únicas y contadas evacuaciones, se están llevando a cabo con la utilización de los pocos helicópteros con que cuentan la Fuerza Aérea, Prefectura Naval y Policía Federal. Indalesio con la ayuda de tres integrantes del grupo de refugiados, le está dando forma a la balsa que se ha empeñado en construír. Para armarla, utilizan todas las maderas existentes en el edificio del centro asistencial, alambres, cables, cubiertas que extrajeron de vehículos encallados en las cercanías y todo el material que sirva para darle forma y hacer flotar al "Arca".
El agua continúa subiendo ante la lluvia constante. Las bocas de tormenta, colectoras y todos los desagües están obstruídos y los esfuerzos de los miembros de Defensa Civil por intentar destaparlos, han sido estériles ante la imposibilidad de operar bajo el agua. "El Arca", será impulsada mediante la utilización de improvisados remos y de acuerdo a los cálculos de Indalesio, la embarcación podrá llevar a bordo a una docena de personas, como máximo.
En tanto, la lancha que tripulan "Peligro" y su secuáz Porreta navega en este momento cerca de un importante centro comercial totalmente devastado por la impiadosa catástrofe. Estructuras metálicas desmanteladas que han pertenecido a carteles publicitarios de gran tamaño emergen amenazantes desde la superficie líquida.
En la bocacalle, un gigantesco remolino gira a gran velocidad atrayendo todo lo que flota a su alrededor, la embarcación se descontrola, “Peligro” intenta cambiar el rumbo ante la presencia del fenómeno, pero la maniobra ha sido demasiado brusca y la lancha se inclina peligrosamente hacia estribor para finalmente dar una violenta vuelta de campana que arroja a los dos delincuentes a las aguas, la embarcación con su motor aún funcionando, continúa dando vueltas en círculo impulsada por el remolino, de pronto la proa se eleva varios metros, se endereza en el aire y vuelve a caer en su posición normal sobre el agua enloquecida. "Peligro" y Porreta que tienen puestos sus chalecos salvavidas , también giran alrededor del furioso embudo acuático
"Peligro" intenta desesperadamente alejarse del sector, calcula que tanto la lancha sin control como el poderoso remolino, pueden terminar definitivamente con su vida. Porreta grita pidiendo auxilio y aunque se mantiene a flote, aterrado, a visto pasar muy cerca suyo el casco de la lancha a la deriva que no cesa de dar vueltas.
"Peligro" ha sido expulsado de la zona turbulenta y consigue aferrarse a un cartel indicador de calles que milagrosamente aparece y le pone freno a su frenética danza sobre las aguas. Porreta ha tragado demasiado líquido y está al límite de sus fuerzas, de pronto siente un fuerte golpe en su espalda, la lancha sin control ha impactado en su humanidad y pasa veloz por arriba de su cuerpo mientras que las hélices del motor fuera de borda destrozan parcialmente su pierna derecha. Porreta no siente ningún dolor en su extremidad triturada, tampoco se ha percatado que su miembro ha sido diseccionado, lo único que le duele es la zona de la espalda donde recibió el golpe de la embarcación, ahora la abundante sangre que mana de su herida se mezcla con el agua. Los fatídicos tentáculos líquidos afloran desde lo profundo, relámpagos fugaces iluminan por algunos segundos el lugar donde están ocurriendo los hechos. Porreta comienza a desangrarse y pierde el sentido, el torrente lo arrastra libremente en esa especie de "calesita" del horror. Las agujas invisibles, han penetrado primero por su pierna mutilada y ya están extrayendo rabiosamente toda la materia orgánica que hay en el interior del cuerpo del desdichado marginal. “Peligro” sigue aferrado al cartel indicador, que es sacudido permanentemente por la fuerza del viento y las aguas. Desde esa incómoda posición, comienza a contemplar la posibilidad de alcanzar la cornisa de una edificación de dos plantas donde funcionaba una farmacia, calcula que esta acción puede salvar su vida y vale la pena hacer el intento.
domingo, 4 de mayo de 2008
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