jueves, 1 de mayo de 2008

NEKKER

El motor de la lancha de "Peligro" se ha puesto en marcha. Chirripa es el encargado de conducirla, todos llevan chalecos salvavidas y tres reflectores potentes. También han ubicado sus armas y una importante cantidad de municiones en la embarcación. Trinidad, desde la ventana del segundo piso, les alcanza una caja con cargadores y también una heladera portátil repleta de cerveza en latas. En la otra embarcación ocupada por el "muñeco" Marrero y el "zurdo" Porreta, hay excitación, los dos personajes han aspirado cocaína antes de salir de la casa usurpada. Trinidad quiso estar en la lancha de "Peligro" a toda costa, no quería privarse de esta aventura, pero su amante se impuso y le dio la misión de quedarse en la casa para proteger el botín obtenido en los últimos saqueos. A una señal de "Peligro" las embarcaciones comienzan a surcar las aguas. La noche es oscura, fría, siniestra. Hay pocas luces en las inmediaciones de ese sector de villas. Con algunos intervalos y no muy lejos, se escuchan detonaciones de armas de todo calibre y se supone que los disparos provienen de enfrentamientos constantes entre propietarios de viviendas que se defienden de asaltantes.
En el trayecto del viaje recién iniciado por las dos lanchas de la banda, se observa gran cantidad de muebles de todo tipo y tamaño flotando a la deriva. En algunos tramos, los cascos de fibra de las embarcaciones no pueden evitar el choque contra objetos y algunos cuerpos humanos sin vida. Ahora están pasando por una calle de casas bajas a las que solo se les ven sus techos, allí ven claramente a gente abrigada con frazadas. Hay mujeres, hombres y niños amontonados en lo alto que al verlos les gritan y agitan sus manos desesperados pidiendo ayuda. Estas escenas no son nuevas para los delincuentes. "Peligro" parece no oir las voces de los abandonados, faltan aún varias cuadras para arribar al sector de los comercios apuntados. De pronto escuchan un grito que surge de la oscuridad. Chirripa trata de orientarse , hasta que el segundo grito, motiva a "Peligro" a dirigir el reflector buscando de dónde proviene. Un hombre mayor, aferrado a una cámara de auto y con signos de gran fatiga está a escasa distancia de las embarcaciones. El desgraciado, cree que son un equipo de salvataje. Valiéndose de su improvisado salvavidas, comienza a nadar con desesperación hacia las lanchas. "Peligro" lo observa y sin decir palabra saca la pistola de su cintura. El náufrago no se percata de este movimiento. Tampoco se da cuenta que aún con la lancha en movimiento, el delincuente le dispara. El primer impacto dá en el agua fétida a escasos centímetros del náufrago, "Peligro" insiste, otro tiro se escucha en el tétrico escenario, el hombre grita angustiado. Ahora la segunda bala le ha rozado su cabeza. Comprende que esos tipos están locos, aterrorizado trata de alejarse de los asesinos. El reflector da de lleno en la figura de la víctima que está chapoteando torpemente. "Peligro" sabe que esta véz no fallará, empuña el arma con sus dos manos, apunta con seguridad y aprieta el gatillo dos veces. El hombre emite un quejido ahogado , se debate unos segundos en las aguas y e inmediatamente desaparece en ellas.
Siguen su itinerario en silencio, Chirripa le alcanza una lata de cerveza, se ríen a carcajadas y se sienten omnipotentes en medio del gigantesco caos. "Peligro" está impresionado con la precisión de su pistola, toma la lata de bebida y alza el envase en señal de victoria. En la embarcación que los sigue, Marrero y Porreta los imitan y mientras beben copiosamente, hacen comentarios sobre la forma en que se hundió el hombre baleado. Muchos moradores de las casas cercanas han oído los disparos. Quizá algún vecino haya sido testigo de lo ocurrido, pero el miedo impera y solo importa sobrevivir. Al cabo de media hora de navegación, los asesinos ya están en la zona elegida para dar el golpe. La calle está completamente oscura y desierta. Solo la luz intensa de las lanchas les posibilita tener una visión medianamente clara de su recorrido. "Peligro" revisa su metralleta. está ansioso por probar ese arma tan sofisticada y de gran poder de fuego. También lleva una pistola en su cintura. .
La lluvia no se detiene, casi han llegado a su destino. Las viviendas están ocupadas en su gran mayoría por gente de clase media, no hay muchos edificios altos en este barrio ubicado cerca de una avenida con importante movimiento comercial. "Peligro" hace una seña para que se detengan los motores. Ya han divisado el frente de la joyería, el negocio está ubicado en una vivienda de dos plantas, en la parte baja está instalada la joyería con venta y reparación de relojes cuyo frente se encuentra protegido por una sólida cortina de rejas. El piso de arriba sirve de vivienda de los propietarios del comercio; El matrimonio formado por Emilio y Sofía Nekker.
"Peligro" abre otra lata de cerveza. Se siente como un niño imparable que al amparo del temporal tiene la posibilidad de reinar en la inundada tierra de nadie, sabe que todo está a su favor para sacar un buen rédito de los días de catástrofe que están destruyendo a la ciudad.
El joyero Nekker tiene setenta y tres años y desde hace cuarenta y cinco reside en ese barrio junto a su esposa. Tuvieron dos hijos; Mario y Sonia. Ambos están desaparecidos desde mil novecientos setenta y ocho. Desde aquella noche fatídica poblada de golpes, gritos, insultos y hombres encapuchados fuertemente armados que entraron violentamente a su casa buscando a sus hijos nada volvió a ser igual para la pareja. Sonia padece de depresión. Hace mucho tiempo que vive ausente del mundo que la rodea, Nekker se acostumbró a vivir con la sombra de lo que fué aquella mujer bonita, vital, inteligente y divertida que lo acompañó desde que se conocieron. Eran muy chicos y estaban llenos entusiasmo y amor, cuando se casaron pasaron tiempos difíciles con muchas privaciones y sacrificios, pero fueron consecuentes con su trabajo y el esfuerzo tuvo sus frutos. Sofía era la administradora del negocio y también asumió la responsabilidad de criar a sus hijos con verdadera dedicación.
Recuerda a Mario su hijo mayor que tenía apenas veintitrés años cuando se lo llevaron. Le faltaba muy poco para recibirse de licenciado en sicología, había crecido con ideales al igual que su hermana . Ambos creían férreamente en la justicia y soñaban con un país sin marginales. Sonia, contaba con veinte años, era una muchacha, rubia, alta, hermosa con vivaces ojos azules. Al igual que su madre, la chica se destacaba por su carácter alegre. Aquellos tiempos eran felices en la casa. El golpe militar de mil novecientos setenta y seis, le causó al matrimonio Nekker inocultable preocupación. Pensaba que sus hijos podrían correr algún tipo de riesgo por ser miembros de las agrupaciones estudiantiles que peleaban por sus derechos. También se hablaba de detenciones y chicos que no eran encontrados por sus padres. Por entonces, su hija Sonia cursaba derecho , era una excelente estudiante y al igual que su hermano, colaboraban en las tareas de la casa y en el negocio.
Emilio Nekker ha dejado intactos los cuartos de sus hijos. Desde la desaparición de ambos, esas amplias y luminosas habitaciones, están prolijamente cuidadas, como esperando que en algún momento sus ocupantes entren a la casa y vuelvan a dormir en ellas. Esa idea vive en la mente del joyero como una obsesión. Esta tarea de limpiar los dormitorios estuvo desde aquella ausencia desgraciada a cargo de Lucía, una fiel empleada de la familia que todos los días se ocupó de mantener impecables las salas. Cuando comenzó la catástrofe climática, Nekker le pidió a la mujer que deje la casa y busque un lugar seguro para vivir. En un principio Lucía se negó a abandonar al matrimonio, más aún sabiendo que la señora Sofía no podía valerse por sus propios medios. Nekker había guardado una importante cantidad de dinero destinado a esa mujer incondicional a la que consideraba como un querido familiar más y esa suma la había ahorrado como un seguro que Lucía podría disponer en el mismo momento que decidiera retirarse de la casa. A pesar de la insistencia del joyero, la mujer de sesenta y seis años, se negó terminantemente a abandonar a los Nekker, ahora Lucía descansa en su cuarto ubicado en la parte trasera de la casa.
En la calle inundada, las lanchas de los asesinos se desplazan en total silencio. Solo se oye el movimiento casi inaudible producido por el lento empuje de los remos. "Peligro" no deja de mirar hacia todos lados, piensa que los vecinos están durmiendo y nadie se atrevería a mover un dedo para defender a sus próximas víctimas. Las muestras de cobardía de los ciudadanos, era otro de los factores con lo que contaba en el momento de perpetrar sus asaltos. Confiaba con que el joyero no pondría resistencia alguna, tenía el dato que Nekker ya había sido robado a mano armada y era un tipo fácil, un "blando".
Chirripa es el encargado de amarrar la embarcación a la reja de la joyería. Lo mismo hace Marrero con la segunda lancha. Solo se siente el murmullo del torrente de agua pútrida corriendo por la calle anegada y la incesante lluvia que golpea sin cesar. Porreta ha decidido oficiar de "campana" vigilando que sus secuaces hagan tranquilos y protegidos su trabajo. Valiéndose de ganchos sujetos a las cuerdas, los malvivientes los arrojan hacia los barrotes que rodean el amplio balcón de la casa y por allí comienzan a trepar ágilmente con el propósito de ingresar a la vivienda. Nekker está escuchando la radio, las noticias no son auspiciosas, se sigue informando sobre nuevas muertes y miles de familias aisladas en el interior de sus casas inundadas, sin esperanza de ser rescatadas por la falta de medios. Las fuerzas de seguridad están desbordadas y hay informes sobre la presencia de ratas de gran tamaño que enloquecidas buscan refugio en sitios ocupados por personas que son salvajemente atacadas por los roedores hambrientos. Un relámpago ilumina la sala ocupada ahora por el joyero. El living de la casa está a oscuras, Nekker no puede conciliar el sueño. Quiere que Lucía descanse y el será hoy el encargado de darle la medicación a su mujer. Tiene una extraña sensación apocalíptica sobre el gran diluvio, cree que el agua arrasará finalmente la gran ciudad y solo unos pocos habitantes podrán sobrevivir a esta "furia del cielo".En la vivienda hay escasa provisión de alimentos, solo dispone de media docena de paquetes con velas , cuatro linternas con unas diez baterías nuevas para alimentarlas y tres bidones de agua mineral con cinco litros cada uno. La mayor preocupación que tiene Nekker son las medicinas que debe suministrarle a su esposa, ya que solo le quedan pastillas e inyecciones para tres días y no cree que el temporal se detenga en ese escaso tiempo.
El joyero tenía noticias sobre la gran cantidad de saqueos que se vienen produciendo al amparo de la inundación, y esta posibilidad lo inquieta sobremanera. Teme por lo que pueda llegar a ocurrirle a su indefensa esposa a la fiel Lucía y también a él mismo, por esta razón siempre lleva consigo una escopeta de dos caños y algunos cartuchos en los bolsillos de su campera, jamás en su vida había utilizado un arma y tampoco estaba seguro de animarse a emplearla en un caso extremo.

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