lunes, 14 de abril de 2008

RATAS DE AGUA

Dos hombres permanecen ocultos en el interior de una camioneta "cuatro por cuatro" estacionada en la cochera y están observando desde hace horas los movimientos de los dos encargados. Uno de los sujetos tiene unos treinta años, es morocho, de fuerte contextura física y mide aproximadamente un metro ochenta. Su nombre es Mauro y lo acompaña un chico de unos veintidós años, más bajo y delgado que se llama Adrián.
Hace casi diez horas que lograron ingresar al subsuelo del edificio, aprovechando un instante en que la luz, por una falla del generador se interrumpió por escasos tres minutos. Esa circunstancia fué propicia para entrar al edificio por la puerta principal del primer piso, que había quedado abierta, posiblemente por descuido del propio
encargado. Esa ausencia temporal de energía los ayudó a pasar inadvertidos por las cámaras de seguridad y se dirigieron directamente al subsuelo con el fin de apoderarse de todos los equipos de audio de los vehículos allí guardados. Ya habían logrado robar una importante cantidad de radios y reproductores, cuando aparecieron los encargados y no tuvieron otra alternativa que ocultarse en la camioneta. Durante todo ese tiempo, Mauro decidió que irían más allá. Ya estaban en el interior de la imponente torre y desde ese lugar, no les resultaría complicado acceder a cualquiera de los pisos del edificio, donde supone que podrán alzarse sin problemas con un botín mucho mayor. Allí habitan personas ricas y solo bastará reducir al encargado y utilizarlo como "llave" para seleccionar previamente los departamentos ocupados por la gente más adinerada, entrar en ellos y asaltarlos. Tanto él como su cómplice están armados y decididos a todo. Los dos delincuentes se habían conocido en la cárcel de Olmos, donde habían estado encerrados casi cinco años, purgando condenas por delitos graves. Los dos encargados ya han abierto la puerta que conecta la cochera con el primer piso, los asaltantes salen de su provisorio escondite y ocultando sus armas, comienzan a pedirles auxilio, mientras avanzan hacia ellos chapoteando en el agua maloliente que inunda el subsuelo, gritan:
- ¡Esperen, esperen, no nos dejen encerrados, quedamos atrapados aquí!
La pareja de encargados se sorprende. No alcanzan a entender lo que sucede y tampoco se explican que hacen allí esos dos hombres surgidos imprevistamente desde la oscuridad del subsuelo. Rosa piensa que pueden ser empleados de la empresa de energía o alguna similar. Ramón, en cambio, presintió que los dos sujetos vienen con otras intenciones, pero en el instante en que intenta cerrar la pesada puerta, se dá cuenta que es demasiado tarde; Una pistola nueve milímetros le apunta directamente a la cabeza y Mauro, con voz firme le ordena:
-¡No te movás viejo! Llevános a tu departamento y no se te ocurra ninguna boludez porque te reviento a tiros, ¿Entendiste?
Ramón y Rosa van adelante, han sido sorprendidos y no tuvieron tiempo a reaccionar. Ambos están asustados. Seguidos de cerca por los dos delincuentes ascienden por la escalera que los lleva directamente a su departamento, el único existente en la planta baja. La pareja de encargados tiene sus ropas completamente mojadas. Ambos están sintiendo además de miedo, que el frío les está congelando el cuerpo. Las luces del hall de entrada continúan sufriendo bajas de tensión y todo el sector de acceso a la torre permanece desierto y en silencio. El encargado sabe que está perdido y le será muy difícil , tanto a él como a su esposa salir de esta situación, ya que intuye que estos sujetos no vacilarán en dispararles ante cualquier intento de defenderse o intento de escapar. En el exterior del edificio, nada parece tener vida en la enmudecida y sombría ciudad arrasada por la inundación. El olor que emana de las aguas es nauseabundo y sobre ellas flota gran cantidad de desperdicios. Bolsas conteniendo basura, muebles, maderas, trozos de carteles publicitarios, cámaras de neumáticos que probablemente han servido en algún momento de improvisados salvavidas, excrementos expulsados por las cloacas colapsadas, automóviles de todo tipo y modelos que "navegan" a la deriva, cadáveres humanos y de animales diversos y ratas que se mueven enloquecidas y emitiendo horribles chillidos en su tránsito desesperado por las arterias inundadas. Deborah está disfrutando del relax del hidromasaje. Mora la contempla con inocultable deseo. De inmediato comienza a quitarse la ropa, siente un deseo irrefrenable por esa hermosa jóven y solo ansía tener sexo entre la espuma y el agua templada, un placer poco común. En el primer piso, la puerta del departamento de los encargados se cierra bruscamente. Ramón y Rosa son obligados a sentarse junto a la mesa de pequeña cocina. Mientras Adrián vigila al matrimonio, su cómplice se dirige al dormitorio, abre el placard y saca un par de camisas, medias, pantalones y ropa interior para él y su secuaz. Mauro aprueba con un gesto este proceder. Los dos delincuentes se quitan sus ropas mojadas y rápidamente las reemplazan por las prendas secas que le quitaron al encargado. Mauro demuestra a cada instante su liderazgo. Cada órden o decisión suya, es acatada de inmediato y sin objeciones por Adrián. Mauro comienza a comer algunas galletitas dulces que encontró en la alacena de la cocina y mirando a Rosa, le ordena:
-Vos, preparáte unos mates bien calentitos para que entremos en calor.
La mujer está aterrada. Temblorosa se incorpora y se dispone a calentar el agua para satisfacer el deseo del delincuente. En tanto, en su lujoso cuarto de baño de Mora gime de placer, Deborah ha elevado sus delgadas y largas piernas casi a la altura de los hombros del ardiente hombre maduro que ha vuelto a hacerle el amor. La espuma desborda el hidromasaje y se esparce por el piso de cerámica Italiana. La chica está gozando plenamente y en cada orgasmo, deja oir gritos de hembra enloquecida. Mora jadea, se siente un macho bravío y el rostro de gozo de la muchacha lo excita al máximo. Mora está llegando al éxtasis final. Las pastillas le dan un probado resultado y potencian cada uno de sus momentos sexuales. Las aguas del hidromasaje se aquietan. Deborah sonríe, le agrada excitar a su hombre y le llama la atención que responda con tanta energía a cada uno de sus reclamos a la hora de "hacer el amor". La joven se quita la espuma de su rostro, acaricia y besa a Mora, que respira agitadamente, pero con muestras de estar feliz y complacido.
-¿Que tal un poco de música y un whisky con hielo, mi amor? susurra Deborah.
-Es una buena idea, responde Mora.
Abajo, en el departamento de los encargados de la torre, Mauro ha dejado el mate sobre la mesada de la cocina. El matrimonio permanece quieto y en silencio, esperando lo peor por parte de los dos delincuentes. Mauro sabe que un "simulacro de fusilamiento", facilitará las cosas y no habrá necesidad de golpear a la pareja de encargados para que les den los datos que necesitan.El sonido que produce el cerrojo de la pistola es realmente atemorizante. Acto seguido, apoya el caño del arma en la cabeza de Rosa y mirando a Ramón le dice:
-Bueno viejo, tenés diez segundos para decirme cuales son los departamentos que tienen dinero y joyas. Uno...Dos...
Rosa siente el frío del arma apoyada en su sién. No puede evitar que las lágrimas producidas por el miedo y la angustia broten de sus ojos. Ramón apenas escucha la cuenta regresiva de Mauro, no tiene alternativa alguna, o pierde a su compañera de casi toda una vida o le dice a los delincuentes lo que quieren saber. Lleva años trabajando en esa torre, su sueldo es escaso y el trabajo, mucho, la cuenta ya está en "cinco" y no duda en exclamar con voz casi segura:
-Está bién, está bién, dejála tranquila, te voy a decir todo lo que quieras. Mauro sonríe. Estaba seguro que "el viejo" aflojaría rápido y ahora solo resta pasar a la acción. El ruido que produce el agua en las calles es extraño. La mayoría de los habitantes de la ciudad aislada permanecen en sus casas y departamentos sin posibilidad alguna de desplazarse. La gente que había sido sorprendida por la gran crecida en la vía pública, no tuvo tiempo ni posibilidades de buscar un sitio seguro y salvarse del arrasador torrente líquido. Muchos fueron arrastrados por la corriente, los que no sabían nadar perecieron en pocos minutos, otros, atinaron a aferrarse con desesperación a postes de energía, semáforos o techos de vehículos que comenzaban a flotar sin control y de los que ya sin fuerzas, tuvieron que soltarse irremediablemente y entregarse a las aguas. Hay una importante cantidad de cadáveres diseminados sobre superficie líquida. La radio está informando que hay muchas víctimas fatales y también heridas que fueron sorprendidas dentro de los ramales de los subterráneos y piden tranquilidad a la población, recomendándo que permanezcan en sus hogares a la espera del final de la lluvia y la llegada de los equipos de rescate. Ramón está bebiendo un vaso de agua que le alcanzó Adrían. Su esposa sigue sentada y sufriendo una crísis de llanto. Mauro mira detenidamente la hoja de papel donde el encargado anotó con su propio puño y letra, los nombres de los propietarios de los pisos que a su criterio . existe la seguridad de encontrar joyas y dinero en cajas fuertes allí instaladas.
- ¿Así que este doctor Mora es uno de los más pudientes? pregunta Mauro al encargado.
- Sí, ese tipo tiene mucha plata, anda en grandes negocios financieros. Es separado y...
...vive con una chica mucho más jóven que él.
-¿Y esta mujer de apellido Ekerman, quién es? continúa preguntando.
-Ella está en el piso doce, el último. El marido era el dueño de una importante fábrica de colchones. Tengo entendido que guarda el dinero en su piso, porque siempre dice que no confía en los bancos. La señora Ekerman vive con su ama de llaves, las dos solas. Son buena gente...
-Bueno viejo, vas a tener que trabajar a la par nuestra. Así que preparáte, porque nos tenés que acompañar en la recorrida. Y si te portás bien, te vamos a dar una parte del botín, le dice Mauro con una sonrisa sarcástica .
Adrían, su cómplice ha ido hasta el baño, donde aspiró la cocaína que llevaba en un pequeño sobre. La droga le brinda mayor seguridad a la hora de realizar un "trabajo". Al salir, le pregunta a Mauro:
-¿Que hacemos con esta mujer?
- Atála y metéle una mordaza. La vamos a dejar aquí, hasta que volvamos le contesta.

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